Adriana, una luchadora barrial

8 de Marzo de 2014 11:12

Hace exactamente 3 años y 33 días que Adriana -53 años, 10 hijos, 22 nietos- tiene una casa con paredes de material, con gas, conectada a la red de agua; con ventanas. Adriana Merellas vivió toda su vida en asentamientos precarios. Primero en el Bajo Flores, luego en Isidro Casanova, en la provincia de Buenos Aires. De los dos lugares se tuvo que ir de la misma forma: corrida por la dictadura, con un puñado de niños de la mano; con lo puesto. Llegó a Mar del Plata a fines de los '70 y se instaló con la prole en una parte del terreno que su padre había comprado en el barrio General Pueyrredon; en ese entonces, un campo de yuyos pobres del sudoeste de la ciudad. Más tarde armó su casilla en El Martillo, pero eso duró poco tiempo: las topadoras volvieron a dejarla con una muda de ropa en una bolsa y una fila de niños que sabían de memoria cómo continuaba la historia. A sobrevivir se aprende.

El 23 de marzo de 2008, Adriana se puso al frente de un grupo de vecinos autoconvocados que compartían una misma necesidad: la de una casa digna. Entonces tomaron las construcciones abandonadas de lo que iban a ser -deberían haber sido- las viviendas del Plan Dignidad. Pero otra vez duró poco: la policía los corrió a palos y se quedaron toda la noche a metros de la pared de uniformes y escudos; con una fogata pequeña, cantándoles en la cara que la vivienda es un derecho. Volvieron recién a mediados de enero del año siguiente, ahora más organizados. Allí, Adriana Merellas se convirtió en la referente de Los Sin Techo. Líderes naturales, le dicen. El resto ya es conocido: a dos meses de la toma, la represión policial los volvió a dejar en la calle, aunque se abrió una instancia de diálogo con la municipalidad. Y, meses después, esos esqueletos de cemento abandonados se transformaron en el flamante barrio 15 de Enero. Y de la organización nació la cooperativa social que más viviendas construyó en Mar del Plata: hasta el momento suman 62.

Adriana tenía 50 años cuando entró por primera vez a esa casita con paredes de material y pisos. Hoy, hace exactamente 398 días que vive en su primera casa con una puerta y con llave, aunque la puerta siempre está abierta y la llave, vaya saber dónde.


Foto: Romina Elvira