Cristina, una mujer con poder en el puerto

8 de Marzo de 2014 11:11

Cristina sirve agua en tres tacitas transparentes con los ojos negros fijos en la pantalla de su teléfono táctil que sonará al menos once veces en 40 minutos. Jamás lo apaga: ella sabe que si la llaman, es porque la necesitan. Ahora, la sindicalista más importante del puerto de Mar del Plata pide dos favores: que le traigan más agua y le avisen a la gente que espera afuera que enseguida estará con ellos.

Cristina Ledesma es la secretaria general del Sindicato de Obreros de la Industria del Pescado, la primera y única mujer en ocupar un cargo de esas características en la historia sindical portuaria. Hasta ahí llegó en 2002, donde primero fue secretaria de prensa y más tarde, adjunta. Al principio trabajaba ad honorem: se las arreglaba con lo que ganaba por cortar filet en negro. Pero un día decidió que no iba más y se postuló para conducir los destinos del gremio que representa a más de 4000 fileteros, envasadores y peones. Ganó por robo, dice. Ganó aún sin los votos de seis urnas rotas. Ganó atrincherada en la sede del Soip, con las urnas sanas escondidas en un cuartito, con los matones armados de los otros en la vereda, esperándola. Porque en algún momento iba a tener que salir. Y cuando salió les dijo que no fueran giles, que si sacaban los fierros, entonces tiraran. ¿Tan machos eran? El puerto es así pero a ella, dice, le importa tres pelotas.

En la casa de los Ledesma, en el barrio Libertad, a veces se desayunaba merluza, se almorzaba merluza, se cenaba merluza. No había otra cosa. Sus padres, también fileteros, le enseñaron a cortar, la acompañaron a la parada del 522 y le aclararon de entrada que se va a trabajar llueva o truene. O se haya salido a bailar.

Ahora, Cristina asegura que le preocupa que la gente esté bien. Que cobre lo que corresponde, que no la negreen y, al final, reciba una jubilación digna. Porque su madre aún sufre los dolores del frío, de las 14 horas de pie frente a la tabla. Porque su padre le dijo alguna vez que si traicionaba a un trabajador, se traicionaba a sí misma. Así se planta ante el que sea. Es que no tiene miedo. A qué, dice.


Foto: Romina Elvira