Emilce, una Abuela con una historia para contar

8 de Marzo de 2014 08:34

El día que Emilce la conoció, le miró los ojos, tomó sus manos entre las suyas y supo que una partecita de Olga, su hija, siempre había estado ahí, en ese cuerpo pequeño, desconocido.

Olga Noemí Casado tenía 19 años y estaba embarazada de siete meses cuando la secuestró la dictadura en Dock Sud. Ese fue el último lugar por el que pasó durante su vida en la clandestinidad y que empezó poco después del golpe de estado del '76. Su madre, Emilce Flores de Casado, la iba a visitar a pesar del miedo; a pesar de que lo que ganaba por limpiar casas de familias a veces sólo bastaba para pagar para un pasaje de tren. Y cuando llegaba se quería volver, porque sabía que los militares volvían cada tanto a revisarle las cosas, a patearle las puertas de su casita del barrio Las Heras para buscar vaya a saber qué. Porque ella quería, por lo menos, estar ahí y verlos.

El día que descubrió que ya había pasado mucho tiempo sin recibir las cartas, las poesías de Olga, se imaginó lo peor. Entonces, juntó las que le quedaban y le encargó a su hermana que las cuidara. Después salió a la calle, a esperar. Era una princesa, un sol; era tan linda, dice.

Emilce se enteró treinta años después que había sido abuela por primera vez en abril del '78. La idea surgió de sus dos nietas mayores, que habían decidido ayudarla en la búsqueda. Así llegaron hasta la provincia de Santiago del Estero, a la casa de A., donde aún vive con sus apropiadores. El informe del Equipo Argentino de Antropología Forense fue preciso, pero a ella sólo le habría bastado con verla: el parecido con Olga es indiscutible.

Dos años más tarde, en 2010, recuperó los restos de su hija. Fue una ceremonia pequeña, íntima, de la que su nieta no quiso participar. Es que no, no quiere saber nada.

Emilce explica que A. nunca viajó a Mar del Plata porque cree que queda lejos. Ella, en cambio, está convencida de que la distancia no es tan grande y trata de ir seguido. Siempre viaja con su marido, el abuelo, y se sacan fotos. Ellos, la nieta y la bisnieta. Ahora, dice, tiene una ilusión. Porque la invitó al cumpleaños 83 del abuelo y ella contestó que iba a ver. Dice que le encantaría tenerla en su casa, aunque sea unos días; verla con sus dos tíos y los cinco primos. Es el 15 de marzo, dice, todavía falta un poquito. Es cuestión de esperar. Hay tiempo, sí.


Foto: Romina Elvira