"Arlt fue un mal escritor y el mejor de todos"

“Pusimos todo y asumimos un compromiso total en el proceso artístico”, explica el autor.

15 de Abril de 2014 19:40

Por Redacción 0223

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Se reconoce el talento, sí, muy bien, pero no es un reconocimiento a la pasada, los que levantaron el pulgar fueron Jorge Dubatti y Mauricio Kartun, tamaños expertos, seleccionaron a La rosa de cobre (el secuestro de Roberto Arlt) para que integre la cartelera teatral del Encuentro Federal de la Palabra. La obra nació en el circuito independiente de Mar del Plata, habla sobre una Argentina en plena implosión política, bajo la inspiración directa de una pluma que determinó una forma de hacer y entender la literatura. A fines del año pasado se presentó en el Teatro Nacional Cervantes, también pasó por distintos festivales regionales, ahora le llegó la oportunidad de pisar tablas en el megapredio de Tecnópolis (Capital Federal). La función será este miércoles, con entrada libre y gratuita. 

“Este encuentro va a ser un excelente marco para la obra. Pero la alegría no es por puro exhibicionismo. Para nosotros el teatro es un canal, el lenguaje que utilizamos para decir nuestras cosas, para opinar, reflexionar o interpelar. Ampliar el público con estos viajes es poder llevar a más personas nuestro teatro y con él, nuestra palabra”, reflexiona Federico Polleri, autor de la obra e integrante del elenco.

-¿Por qué elegiste la figura de Roberto Arlt?

-Además de porque sí, lo elegí porque fue un escritor extraordinario y porque su obra atrajo a todo el grupo. Porque escribió cosas como que "cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte" o que "el futuro es nuestro por prepotencia de trabajo". Además, porque era un loco de mierda. Un genio y un miserable. Un mal escritor y el mejor de todos. El prólogo que le escribe a Los Lanzallamas es su respuesta a la estética "hiperartística", y es un cross a la mandíbula de los representantes del elitismo literario. Para Arlt la escritura era un trabajo, penoso y rudo, y a la vez era su lugar de resistencia, su lugar en la lucha social. Todos estos elementos nos identificaban como grupo con su figura. Entonces, decidimos secuestrarlo.

- ¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Qué factores tuviste en cuenta para lograr dinamismo y ser claro en el mensaje que querías poner en escena?

- Tenía un universo, el arlteano; tenía un período histórico, la Argentina de los años veinte, y tenía una de las mejores novelas que alguien pudo haber escrito en nuestro país, Los siete locos. De entrada me resistí a la tentación de hacer una adaptación de la novela, algo que podía haber resultado más sencillo de resolver. Buscando alternativas, un día se me presentó otra idea, que fue finalmente el proyecto de dramaturgia. Consistía en imaginar qué circunstancias de la vida podían haber inspirado a Roberto Arlt a escribir esa novela. Qué personas, qué situaciones, qué vivencias. 

- ¿Entonces?

- Entonces apareció la obra: un grupo de marginales con un líder tan lúcido como desquiciado secuestra a Roberto Arlt. Le piden que, en su rol de artista, los ayude a cambiar el mundo. Eso me daba muchas posibilidades para hablar del rol del arte y el artista en la sociedad, en la historia. Pero había un plus, los secuestradores serían arquetipos humanos de algunos personajes de Los siete locos. Así, durante el cautiverio, Arlt los iba a conocer y a tomar para escribir su novela, que publicaría un año después de este supuesto secuestro. 

- ¿Cuáles fueron las pautas principales para el elenco desde el trabajo de dirección? ¿Cómo lograron el registro?

- La dirección fue un gran trabajo de Manuel Santos Iñurrieta. Él nos trajo su estética brechteana, le dio a los personajes ese código grotesco y a la runfla el funcionamiento coral. El registro lo fuimos encontrando a través de pautas muy claras propuestas por él en los ensayos. Trabajamos con dibujos de cada personaje, con la búsqueda del gestus, y con ese entrar y salir característico del distanciamiento en el teatro épico propuesto por Berltol Brecht. La búsqueda de la precisión fue una obsesión de Manuel y nos exigió ajustar mucho los movimientos y acciones de cada personaje, también la música, las luces y las proyecciones. El grupo entero debía funcionar como un reloj.

- ¿Por qué creés que la obra le gusta al público? ¿Qué es lo que mejor sale, qué lograron hacer bien?

- Es difícil responder nosotros eso, aunque es cierto que nos lo hemos preguntado mucho. Creemos que hay una combinación de factores por lo cuales el público nos ha acompañando, cosa que nos sorprende gratamente en cada función, y por lo que, tal vez, estemos recibiendo este tipo de invitaciones de gente que admiramos tanto, como Mauricio Kartún y Jorge Dubatti. Quizás lo que lo explique es que en el fondo se percibe que nosotros, en esta obra y en las otras que hemos hecho, nos jugamos enteros. Está todo lo que queríamos decir y dejamos todo lo que nuestras condiciones nos permitieron ofrecer actoralmente, y lo mismo a nivel del texto y la dirección. No nos guardamos nada, pusimos todo lo que teníamos y asumimos, empujados por una convicción ciega, un compromiso total en todo pusimos todo lo que teníamos y asumimos, empujados por una convicción ciega, un compromiso total en todo el proceso de ensayos y de montaje de la obra. Quizás sea eso lo que hicimos bien.

- La obra tiene cinco años ya. ¿Qué le cambiarías?

- No mucho. Algunos detalles tal vez sí. En una escena mencionamos acontecimientos históricos y llegamos hasta el 2006 porque estrenamos cerca de ese año. Quizás agregaría algunas fechas para traerla más cerca. Pero no sé si es necesario. Aunque parezca mentira, en una época de cambios y fluctuaciones culturales y políticas tan veloces e intensas creo que la obra tiene la misma vigencia que cuándo la estrenamos. Seguimos problematizando las mismas cuestiones respecto del arte, de la sociedad, de las vanguardias, de la historia.  

- Carlos Rottemberg dijo que la movida de teatro off de Mar del Plata es igual o más fuerte que la de Buenos Aires. ¿Qué opinás?

- Prefiero hablar de teatro independiente, creo que expresa mejor lo que hacemos y es, también, una manera de recuperar y defender nuestra historia teatral. No tengo datos como para corroborar o negar lo que dice Rottemberg, lo que sí es evidente es que en Mar del Plata ha habido un importante crecimiento. Se ve en la cantidad de espectáculos que se estrenan y en la cantidad de salas y espacios culturales alternativos que han abierto en los últimos años. De todos modos, creo que nuestra ciudad tiene mucho más para ofrecer aún. La cantidad no siempre es calidad, y eso es algo en lo que tenemos que trabajar. El teatro independiente es un movimiento cultural con mucha historia en nuestro país, lo fundó Barleta en los treinta y todavía sigue vigente. No todos los que lo practican son conscientes de qué significa hacer teatro independiente, mucho lo asumen como un teatro de bajo presupuesto, desnaturalizando su contenido político. Son los que lo viven como un tránsito hacia el teatro comercial, una suerte de vidriera para el mientras tanto (es a los que va a buscar Rottemberg, que por eso es un gran espectador de teatro independiente, según él mismo lo ha contado). Nosotros convivimos con el teatro comercial, pero nuestro proyecto es definitivamente otro. Vamos a hacer teatro independiente toda nuestra vida, porque para nosotros es, del mismo modo que para Roberto Arlt era escribir, un espacio de resistencia, de lucha social.