La última función de un clásico que terminó en paz

El Islas Malvinas, con un buen marco en la última noche del clásico (Fotos: Diego Berrutti).

2 de Mayo de 2014 02:15

Pasó el octavo y último clásico de la temporada, en una serie inolvidable e histórica entre Peñarol y Quilmes. Por primera vez se enfrentaron en cuartos de final, y pese a que el "Milrayitas" terminó marcando la diferencia 3 a 1, cada noche fue un espectáculo atrapante, de nervios y emociones cambiantes dentro y fuera del campo de juego. Básquet puro, de alto vuelo, que los marplatenses pudimos disfrutar ampliamente.

A diferencia de anteriores jornadas, y por lo definitorio del juego, el Polideportivo Islas Malvinas mostró un marco mucho mejor de público. Seis mil espectadores con toda la pasión a cuestas brindaron un nuevo espectáculo de color y amor por sus equipos.

Como todo partido, tuvo sus ingredientes. Dentro del campo de juego, los jugadores jugaron con los dientes apretados. Entre algunos de los rivales, reinó el respecto y el fair play. Fueron varias las muestras. Maxi Maciel, de enorme marca ante Leo Gutiérrez, fue uno de los ejemplos, entre dos rivales de muchos años. El propio Baxley, pidiéndole disculpas en varias ocasiones al “10” de Peñarol por un golpe en plena marca. O el vínculo de admiración y respeto entre Luca Vildoza y Facundo Campazzo, reflejado en el saludo final, con varias palabras entre ambos.

Pero también se produjeron algunos roces, típicos y que no pasaron a mayores. Entre Facundo Piñero y Leo Gutiérrez, como en anteriores juegos, nunca se miraron con buenos ojos. Martín Leiva fue uno de los ejes de bronca entre los jugadores de Quilmes, por su fiereza a la hora de jugar. Fabián Sahdi se quedó mirándolo fijamente luego de una infracción recibida. Mientras que Federico Marín hizo enojar a más de uno en los “Milrayitas”. Luego de una infracción, un Campazzo que siempre deja de lado los cruces y polémicas, le espetó un claro “¿qué te pasa, boludo?”.  Pero al finalizar el partido, reinaron los abrazos (incluído entre estos dos protagonistas). 

Peñarol reconoció la labor de su rival. El saludo entre Ramella y Rivero, de Baxley con Campazzo y unas palabras al oído que se suponen de admiración, de Romero con Leiva y así entre todos, siendo un ejemplo desde adentro para los de afuera, que acompañaron en sintonía más allá de los cantos ofensivos cruzados.

Antes del inicio del partido, Quilmes reconoció con un ramo de flores a las gimnastas del club Ayelén Tarabini y Camila Kleisa, recién llegadas de Europa, donde compitieron exitosamente. Tarabini obtuvo hace dos semanas una medalla de oro en las pruebas de suelo en la Copa Challenger de Eslovenia, y su compañera fue cuarta en paralelas y octava en viga. También participaron de una prueba en Croacia, con buenos resultados.

En el primer cuarto, el árbitro Fabricio Vito se acercó a la mesa de control para solicitar que los encargados de seguridad ubiquen a un hincha de Quilmes que estaba molestando con un láser a los jugadores de Peñarol. La advertencia, también salió de la voz del estadio.

Otro llamado de atención, y de color, se dio antes del comienzo del segundo tiempo. De las tribunas de Quilmes llovieron unos pingüinos inflables pintados con los colores de Peñarol. Una broma para la anécdota, que estuvo fuera de lugar pero que no dejó de aportarle su color a la noche.

No fue mucho el público destacado en el clásico. Las presencia más notoria fue la de Rubén Wolkowyski, notable ex jugador del seleccionado argentino y que debutó con la Liga Nacional con Quilmes, en 1993, y permaneció hasta 1997 antes de emprender una carrera que lo llevó a la NBA y al básquetbol europeo. El “Colo”, que forma parte del staff de entrenadores del club, presenció el clásico del martes, volviendo al Polideportivo después de muchos años. 

Otro que estuvo presente como anteriormente fue el diputado nacional Facundo Moyano, también visible de forma notoria en la publicidad estática y en la zona pintada de cada área. Quien estaría apoyando con un aporte económico a Quilmes (dicen, con más enfasis para la próxima temporada), al retirarse recibió el saludo de un conocido hincha de Peñarol, que mitad en broma y mitad en serio le expresó: "mirá nuestra gente, ¿no te equivocaste de club?".

Por último, hubo muchísimo movimiento en los alrededores del estadio, ya que los clubes permanecieron cerrados por el día del trabajador y no hubo venta previa. Quienes no sacaron sus entradas lunes, martes o miércoles, debieron acudir a las boleterías del Polideportivo. 

Hubo inconvenientes para conseguir estacionamiento desde temprano. Y, como siempre en esa zona cuando hay un espectáculo relevante, no faltaron los "trapitos", ubicados hasta avenida Jacinto Peralta Ramos y hasta Paso. Estuvieron los respetuosos que ofrecieron su labor de "cuidacoche" sin exigencias, y estuvieron -mayoritariamente- los que pedían desde $ 20 ni bien el espectador se bajaba de su vehículo.