La quinta sinfonía de Peñarol

El "milrayitas" no falló y se quedó con el pentacampeonato de Liga Nacional con una actuación descollante de Facundo Campazzo en su despedida del club. Fue 88 a 73 sobre Regatas Corrientes y cerró la serie por 4 a 2.

Peñarol ya es campeón de la Liga Nacional por quinta vez en su historia. (Fotos Diego Berrutti)

6 de Junio de 2014 00:43
Lo de Corrientes fue sólo una pesadilla. Aquella goleada recibida en el quinto juego, nada tuvo que ver con lo que fue la serie y el sexto partido que le terminó dando la quinta estrella de Liga Nacional a Peñarol. De principio a fin manejó todo el “milrayitas”, que tuvo un Facundo Campazzo supremo en su despedida, goleador (32, con 24 en el último cuarto), genio y figura. Que tuvo un equipo de hombres que mostró madurez, superioridad y por qué es el mejor equipo del básquet argentino de un buen tiempo a esta parte. Fue 88 a 73 sobre Regatas de Corrientes, que sólo fue el partenaire, que fue el invitado de lujo a la fiesta “milrayitas” que estaba armada desde temprano, en un Polideportivo en el que no entraba nadie más y que alrededor de 9000 personas podrán decir “Yo vi el último partido de Campazzo”. El décimo título de la historia de Leo Gutiérrez, para ser el más ganador de todos. Debut con título, ni más ni menos, del “Tulo” Rivero en el banco “milrayitas”, el primero que lo consigue en la LNB. Felicitaciones Peñarol. Salud campeón.
 
Estaba por comenzar el último cuarto y el Poli ya festejaba a cuenta. La gente sabía que estaba muy cerca de la quinta estrella y los jugadores levantaban las manos pidiendo más y más aliento para ese tramo final, para esos diez minutos definitivos que querían que pase y, a su vez, que no pasen nunca. Porque se terminaba el partido, la Liga Nacional, se festejaba un nuevo título, pero también significaba que era la última vez de Facundo Campazzo con la camiseta “milrayitas”. Y cada pelota que tocaba era especial. Porque todas las miradas estaban puesta en él. En el “7”. En ese desfachatado, chiquito, que apareció detrás de “Tato” Rodríguez y “Paco” Festa para rápidamente ser el segundo del histórico capitán, importante incluso en cierres de series finales, y que cuando el corazón le dijo basta al “8” tomó la posta, con personalidad, para ganarse el lugar para siempre en el corazón albiazul. Y se despidió como su paso por Peñarol lo merecía, con un unipersonal. Los doce primeros puntos del equipo en el parcial, ante los últimos embates de Regatas que iba con lo que le quedaba. 24 en el chico, para ser el dueño absoluto de la gloria, el MVP de las finales, el mejor jugador del básquet argentino. 
 
Antes hubo un 30’ de partido, que a esta altura poco importa. Parecido al cuarto de la serie también acá en Mar del Plata, cuando Peñarol tuvo absolutamente todo controlado y Regatas encontró la posibilidad de forzar un cierre ajustado que, a la postre, quedó en manos del local. Esta vez la visita no tuvo un Paolo Quinteros devastador y no pudo hacer nada para empañar una fiesta que fue completa.
 
La primera jugada del encuentro mostró a un Peñarol enchufadísimo: Leiva cacheteó el salto para Boccia, el alero asistió a Campazzo que la volcó y el Poli siguió con la euforia de la presentación. Las dos defensas estaban muy concentradas, sin dejar lugar para los tiros cómodos. Fue un comienzo de rachas. El local se puso 4-0, revirtió  Regatas para pasar al frente por la mínima, pero con un doble y falta del base y un triple de Fisher, nuevamente se despegó Peña por 10-5. Leiva era importante en las tablas y además sacó de la cancha a Martina con tres faltas. De golpe, el juego se volvió desprolijo, con Campazzo como arma más desequilibrante y Quinteros sacando la cara por su equipo con dos triples (14-12). La mano caliente de Paolo obligó al doble bloqueo y eso permitió que quede libre Ricky Sánchez, que con cinco puntos seguidos lo devolvió al frente (16-17). La reacción “milrayitas” no se hizo esperar, un triple de Fisher, otro de Gabriel Fernández y otra vez adelante, para llegar al final de un intenso primer cuarto arriba por 5: 24-19.
 
El segundo chico siguió con los dos fuertes en la pintura y buscando romper de afuera. Mientras que Quinteros no podía meterla, Peñarol estaba lleno de variantes y lastimó con Fernández y Sosa para, en un abrir y cerrar de ojos, sacar la máxima de 10 (32-22) y obligar al tiempo muerto de Casalánguida. Los porcentajes bajaron considerablemente y eso terminó conviniéndole a Peñarol, que si bien no pudo sacar una diferencia aún mayor, sí logró controlar el desarrollo con esa ventaja, sin pasar sobresaltos y aprovechando para hacer rotación y darle descanso a sus jugadores. Después de un tiempo solicitado por Casalánguida, y otro que dieron los árbitros porque estaban atendiendo a Leiva, el “milrayitas” quebró el juego con un triple sobre la chicharra y un doble de Boccia que le dio la máxima de 16 (41-25) a falta de 1’20”. Todo parecía estar bajo control para el conjunto del “Tulo” Rivero, que se fue al vestuario sabiendo que estaba a veinte minutos, sólo veinte minutos de su quinta estrella, con una nada despreciable ventaja de 15: 44-29.
 
Si alguien tenía dudas lo que iba a salir a hacer Peñarol en el complemento, se dio cuenta enseguida. Soberbia asistencia de Campazzo para Boccia y los primeros tres puntos de Leo Gutiérrez en su primer triple en seis intentos, para sacar rápidamente 20 (49-29). Regatas iba con más corazón que juego, descontó a 14 (51-37), pero estaba nervioso, protestaba todo y Hopson se ganó una falta técnica que el “milrayitas” no supo aprovechar. Cuando Ricky Sánchez tuvo la gran chance de poner a su equipo a 10 con un triple que ni tocó el aro, y en la siguiente Leo Gutiérrez clavó una bomba volada que lo volvió a despegar, le dio el golpe de nock out. Regatas pudo meterse en partido pero falló en ataque, no aprovechó el mal momento del local y cuando se quiso acordar, estaba otra vez muy lejos (57-40, a falta de 2’12”). Hubo un minuto a puro Campazzo, con sus penetraciones, buscando descargas que no supieron capitalizar sus compañeros. Un doble fantástico de Boccia sobre la chicharra, lo llevó 61 a 43 al último descanso corto y había olor a campeón.
 
El cuarto final fue lo del primer párrafo. Fue la despedida de Campazzo en su máximo esplendor. La noche que terminó como debía, con el “7” bravo haciéndose cargo de todo, corriendo de cancha a cancha, determinante, inigualable, único. Y Leo Gutiérrez poniendo a su carrera el mismo 10 que tiene en la camiseta. Con una vitrina que ya no tiene lugar para tantos títulos. Y Fernando Rivero, con la mochila de reemplazar a su amigo Sergio Hernández, dijo “qué me importa”, yo también puedo hacer historia y se convirtió en el primer técnico en salir campeón en su temporada debut de la Liga Nacional. Todos hicieron esto. Peñarol es el dueño absoluto del básquetbol nacional.