“La conducta criminal de la CNU fue un plan predecesor a la dictadura”

Lo dijo Alberto Muñoz, testigo en el juicio contra diez civiles y un militar retirado acusados de ocho homicidios y de conformar una asociación ilícita, durante su declaración.

24 de Diciembre de 2015 11:55

Por Redacción 0223

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Cuando fueron a buscarlo a su casa “para matarlo, él era un adolescente y no lo encontraron. Sin embargo, a los años sí lo detuvieron, pero en Mendoza, en febrero de 1976. Eso fue parte de lo que contó, en detalle, Alberto Muñoz, un testigo que declaró en el juicio CNU, donde se juzga a diez civiles y un militar retirado por asociación ilícita y -en algunos casos- por ocho homicidios cometidos en la antesala del golpe de Estado cívico-militar de 1976.

 

Durante la audiencia, el hombre recordó a su compañero de militancia en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), Guillermo Videla, alias Patota, y relató la tarde en que salvó su vida tomando un taxi.

 

Muñoz estudiaba en la Escuela Nº1 de Mar del Plata, y en 1972 comenzó su militancia estudiantil, que luego derivaría en su militancia política en Montoneros. La UES se conformó en 1973 y en esos años y a esa edad ya encontraban la oposición de grupos de derecha. “Fuera Montoneros del Centro (de estudiantes)”, decían las pintadas en su escuela.

 

El testigo contó ante el Tribunal que en 1975, luego de la muerte del líder de la CNU Ernesto Piantoni, que siguió con el asesinato de cinco personas, entre ellos Guillermo Videla, militante de la UES de apenas 16 años, “un grupo paramilitar” fue a buscarlo a su casa. “La intención era matarme”, dijo. “Eran algunos de fuerzas de seguridad o grupo paramilitares, que actuaron con zona liberada, porque estuvieron dentro de casa mucho tiempo, muy armados, muy violentos”, señaló. Él no estaba allí esa noche.

 

Luego, relató que en la tarde del 9 de julio de 1975 fue a tomar un café al bar ubicado en la intersección de las avenidas Colón e Independencia con su novia y su cuñado. Allí, ingresó también un grupo de personas, y entre ellas pudo reconocer a un militante del Cenes, una organización estudiantil vinculada a la Concentración Nacional Universitaria (CNU).

 

“Les digo que entraron los del CNU, que iba a haber problemas, entonces los hago salir a mi novia y mi cuñado en ese momento por una puerta y yo salí por la otra. Empiezo a correr por Independencia, hasta Brown, luego Salta, Colón, y en la Clínica Pueyrredón me tomé un taxi. Le dije al chofer arrancá porque nos matan”, describió. Lo persiguieron en otro taxi hasta que pudieron perderlos de vista. “Ese chofer de taxi me salvó la vida, es un héroe anónimo porque por segunda vez el CNU intentaba matarme”, sostuvo. Al poco tiempo se fue para Mendoza.

 

Esa persecución, señaló, tenía que ver con su actividad política. “Era la tercera vez que atacaban a la UES, lo que suponía un plan y no un hecho espontáneo”, dijo. Además de sus dos ataques personales, contabilizó el asesinato de Guillermo Videla, quien era miembro de la mesa de la UES y responsable de escuelas privadas. “Esta conducta criminal de la CNU fue un plan predecesor a la dictadura”, aseguró.

 

Consultado por quiénes integraban la CNU, dijo que era de “dominio público” que Josué Catuogno, Ernesto Piantoni, Juan Carlos Gómez y Gustavo Demarchi integraban la organización.

 

En la UES, en aquella época, habían desarrollado una política de seguridad, a través de la cual todas las noches se reunían para ver dónde iban a dormir. Él había acordado la noche previa a la denominada 5x1 que iría a casa de “Patota”, el apodo de Guillermo Videla, pero a último momento fue para otra vivienda a dormir.

 

A la mañana siguiente, junto a un compañero hoy desaparecido, el Laucha Muñoz, se dirigieron a la casa de los Videla. Cruzaron la plaza de Libertad y Dorrego en diagonal y advirtieron en la cuadra de España al 800 varios coches, algunos patrulleros. “Hay gente de CNU”, le dijo el Laucha. Frente a ese cuadro, donde también había fuerzas de seguridad, decidieron irse. Luego se enteraron del asesinato de su compañero de militancia –quien murió acribillado por 27 disparos-, su hermano, su tío y su primo, Enrique Elizagaray.

 

Muñoz decidió marcharse de la ciudad, junto a su mujer, entonces embarazada, con rumbo a Mendoza donde continuaron con su “militancia clandestina” dado el escenario que se vivía. Sin embargo fueron secuestrados en febrero de 1976 y permanecieron 20 días desaparecidos, hasta que un escritor de apellido Di Benedeto, quien entonces era subdirector del diario Los Andes, publicó en tapa sus fotos, por lo que fueron legalizados y pasados al servicio penitenciario. Luego, salieron absueltos de culpa y cargo.

 

Tras la declaración de Muñoz, el abogado defensor Horacio Insanti pidió que se remitan copias de la declaración al Ministerio Público Fiscal por “la posible comisión de delitos de lesa humanidad” por parte de la organización Montoneros. Cuando el codefensor de Demarchi le preguntó por el apoyo que podían tener, intentando legitimar la teoría de los dos demonios, Muñoz le había dicho: “sí, el apoyo del pueblo argentino”.

 

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