La neurociencia fuera del laboratorio, para entender la mente y vivir mejor

Mateo Niro es el coautor de “Usar el cerebro”, uno de los libros más interesantes del 2015 vinculado al estudio de las neuronas y que va de legitimar el intenso uso de Google hasta fomentar el vínculo ciencia-espiritualidad.

Mateo Niro es especialista en lengua guaraní y docente de semiología en la UBA.

28 de Febrero de 2015 09:27

Licenciado en letras, la vida le generó una amistad que lo vinculó directamente con la ciencia. Dos áreas de estudio e investigación que, para muchos, pueden antojarse absolutamente dispares. Sin embargo, Mateo Niro decidió unificar ambas ramas y se unió a uno de los neurólogos más prestigiosos de la Argentina, Facundo Manes. Ambos hicieron foco en el uso del cerebro y, a partir de sus profesiones, trazaron un objetivo: compartir los conocimientos de esa estructura compleja del ser humano con los que están fuera de un laboratorio.

Atentos al insoslayable hecho de que todo lo que hace una persona depende del funcionamiento de su mente, Niro y Manes propusieron relevar toda la larga serie de enigmas neurocientíficos en un libro: “Usar el cerebro”, presentado recientemente en Mar del Plata en el marco del ciclo editorial “Verano Planeta”.

Con mucho “pudor” por la larga fila de personas que esperaba por su audición, Mateo Niro conversó con 0223 sobre esta apuesta literaria. “Es una manera de hacer esperar a la gente y eso no me gusta” reconoció, varios días antes de confirmarse una segunda jornada de presentación ante el notable éxito de la propuesta.

-¿Por qué decidiste acompañar a Facundo en diversas producciones televisivas y ahora en este libro, te llamó directamente la atención todo este nuevo proceso de estudio del cerebro?

Hay una cuestión biográfica y otra cuestión temática o científica. La biográfica es que con Facundo somos amigos desde hace muchos años. Eso me permitió estar cerca de un tipo que admiro. Hacer viajes, ir a comer, un trayecto de vida que habitualmente se realiza con un amigo. Y en ese camino, intercambiar opiniones de cada una de sus disciplinas. A partir de allí, por supuesto, los temas ligados al cerebro son algo que nos entusiasman a todos, porque todos lo usamos. No estamos hablando de astronomía, que quizá es algo más lejano. Muchas veces hablábamos de estos temas e intercambiábamos opiniones vinculadas a esa problemática que tenía la neurociencia de ligarse a campos más afines a los míos, la literatura, el arte, el cine. Y eso muchas veces propone cuestiones coincidentes y divergentes.

-¿En qué consisten esas diferencias?

Hay una cuestión de la filosofía de la ciencia y de la filosofía del arte o de la literatura. Así como la ciencia intenta lograr aserciones, el arte lo que intenta lograr es ambigüedades. En eso hay un recorrido hasta te diría inverso. ¿Qué puede ser una crítica casi destructiva de una poesía?, que es reduccionista, que se explica, que no es ambigua, que no genera polisemia, es decir sentidos múltiples. La ciencia, en realidad, frente a ese interrogante, lo que intenta es lograr una respuesta unívoca. Entonces, necesariamente lleva a una posición divergente. Nuestra ideal del libro no fue que el texto literario ilustre o ejemplifique lo que la ciencia está diciendo. Sino que lo ponga en cuestión, lo reformule, o bien lo ejemplifique o ilustre pero no que sea subsidiario de la ciencia, o que la ciencia sea subsidiaria del discurso artístico. Muchas veces, de ese desacomodamiento, surge la novedad. Y en realidad eso genera que uno como lector esté más próximo a uno de los dos discursos o bien termine con una situación nueva, que es la combinación de esos dos discursos.

-Cada vez se brinda mayor importancia a las conductas ligadas a la espiritualidad y la meditación, ¿crees que es un poco inevitable que la ciencia está dándole espacio?

Totalmente de acuerdo. Creo que la neurociencia lo que intenta es explicar los procesos ligados a la conducta, y una de las conductas son las conductas espirituales. Muchas veces en la historia pasó al revés. Así como por ejemplo la religión muchas veces estuvo desligada de la ciencia, muchas veces es la ciencia la que está desligada. Y creo que es una conducta científica absolutamente errónea. Hay que estudiar el tema, abordarlo sin prejuicios. Por suerte está cambiando. Hay universidades científicas muy importantes que están armando institutos específicos. Después hay otras cosas ligadas particularmente a las conductas, que tienen que ver con personas con capacidad de un pensamiento introspectivo, con capacidad de meditación, que logran ciertos procesamientos de las emociones particulares que es necesario prestrarle atención. La ciencia está avanzando con eso. La ciencia no puede estar ligada al prejuicio. Estaría contradiciéndose de lo que el propio método científico tiene como su principal ideología. La ciencia tiene que trabajar con su método. Y la religión, por ejemplo, es una de las prácticas más importantes del ser humano. Desde mi campo, también muchas veces la literatura tuvo una relación íntima y en otros momentos despectivos. Grandes obras de la literatura, del arte plástico, de la arquitectura, se han logrado a través del abordaje de las religiones.

-En el libro ustedes indican que se es muy apto hasta los 7 años para adquirir un nuevo lenguaje y eso afianza el imaginario popular de que cuánto más chico uno es, mejor se aprende. Sin embargo, cuando uno es mayor también lo puede hacer.

Sobre las cuestiones estrictamente biológicas y científicas del cerebro, soy muy respetuoso del trabajo de Facundo. Muchas veces digo lo que dice él o lo que decimos conjuntamente en el libro. Pero, sin duda, hay una cuestión sociológica, ligada a como los chicos o bebés se relacionan con dos lenguas al mismo tiempo. Yo por mis estudios quise aprender guaraní y la verdad es que me costó un montón. Pero un montón. Muy probablemente, si yo hubiese nacido en Paraguay o en una casa que se hablaba en guaraní, eso no me hubiese pasado. Por lo cual, esto que dice la neurociencia podemos pensar que es cierto. Por otro lado, más ligado a la lingüística, existe algo que nosotros citamos en el libro, un pensamiento de uno de los lingüistas más importantes de las últimas décadas, Noam Chomsky. Él propone que lo que existe para el ser humano primero que nada, es el innatismo para la capacidad del lenguaje. Así como las aves nacen con la capacidad  de volar, los seres humanos nacemos con la capacidad del lenguaje. Y lo que sucede a través de la cultura, -lo que la neurociencia llama el ambiente- tiene que ver con cuestiones ligadas al diccionario. Lo que existiría es una gramática universal, que se daría de manera innata, hasta de manera biológica. Ese innatismo, a través de la relación con el ambiente, logra que los idiomas aparezcan en relación a la cultura. Ahora, hay una cuestión ligada a la modulación del cerebro, que sí hace que un chiquito, cuando es más bebé, o en los primeros años, sepa tanto de lenguaje con tan poca evidencia. Tengo una pequeña hija de casi 4 años. Cuando aprendió a hablar, me llamaba la atención, por ejemplo, determinadas cosas que yo estaba seguro que nunca le había escuchado mencionar, pero sin embargo las podía decir. Y además, los errores se daban por ejemplo en verbos irregulares. Pero nunca se equivocaba por ejemplo en decir: “voy a lo mi abuela de”. Jamás. Esa construcción sintáctica, para Chomsky es innata. Por eso nunca se equivocan. Sí se pueden equivocar en cuestiones ligadas al léxico. Pero, si nos fijamos atentamente, los errores sintácticos en los chicos que están aprendiendo, son muy poco frecuentes.

-¿Los colegios bilingües son entonces realmente provechosos?

El bilingüismo en sí mismo es provechoso. Por ejemplo, en Paraguay, hay una cuestión ideológica ligada a que algunas lenguas no son prestigiosas. Muchas veces se le echó la culpa a cierta falta de desarrollo social en ese país por cuestiones sujetas a la lengua guaraní. Lo que dice la ciencia más avanzada es que una persona bilingüe tiene mayores posibilidades de progreso. Entonces, cuanto más podamos promover una educación bilingüe, va a ser mejor. Y convencer a los chicos de estudiar necesita de una mejor educación, que es la educación que motiva.

-En un capítulo de “Usar el cerebro” realizan una suerte de defensa de que no está nada mal usar Google. Incluso afirman que buscar instintivamente en esa web es sano. ¿Por qué?

Ese capítulo del libro surgió a partir de una nota que escribe Vargas Llosa en donde su postura es que una computadora cuanto más inteligente es, más tonto es el que la utiliza. Si vos tenés una computadora que te permite generar mejores búsquedas, en menor tiempo, con mayor espacio de memoria, tiene un procesador más rápido, vos vas a depender más de esa computadora por lo cual te vas a esforzar menos para recordar algo o hacer una cuenta. Eso está tomado de un libro, llamado “Superficiales”, que entre otras cosas cuenta un experimento que se hizo, en el que ponían a personas frente a una computadora y otras personas sin posibilidad de acceso a internet y a las dos le preguntaban lo mismo. Las personas que no tenían chances de buscar en la computadora, tenían mayor eficacia en el recuerdo. Lo que nosotros decimos es: primero ¿qué es la inteligencia?. ¿Es recordar cuál es al capital de Italia?, ¿o quizá es saber dónde encontrar el dato de cuál es la capital de Italia?. Y dos, la historia de las situaciones revolucionarias culturales en la humanidad: la invención de la escritura fue una, y ahora llegó la invención de la digitalidad. Hay una cita de Platón, que plantea lo de la escritura y dice que la gente se iba a volver desmemoriada, que comenzaría a aprender sin maestros. La gente por más que comenzó a escribir en los último milenios, no dejó de hablar ni de recordar. Hay una visión romántica de la cultura: esa de chicos lean, no usen las computadoras que van a ser más inteligentes. Si nosotros quitamos la referencia de la escritura y ponemos internet, vamos a dar cuenta de lo mismo.