No alcanza con anuncios para que vengan los cruceros

El gobernador Scioli dijo en diciembre que entrarían en febrero. Pero la Provincia no tiene fondos para profundizar el frente de amarre de la Terminal.  Detalles de una promesa todavía pendiente.

26 de Marzo de 2015 09:26

Daniel Scioli festejó de manera anticipada el Día de los Inocentes. El domingo 27 de diciembre pasado contempló al pasar el resto náufrago que acababa de poner en seco la grúa. El artefacto naval había llegado especialmente a Mar del Plata para retirar un obstáculo que, según los buzos que se habían sumergido, pesaba alrededor de 40 toneladas

Pese al óxido acumulado en sus perfiles de hierro, tras más de 50 años de estar enterrada a 9 metros de profundidad, en el canal principal del puerto, no fue difícil distinguir su peso exacto: el ancla pesaba 10 toneladas.  El operativo había costado 350 mil dólares que a esa altura nadie sabía quién iba a pagar. Pero había cosas más importantes que decir.

Los medios convocados para anunciar el final de la obra de dragado aguardaban  a pocos metros en la Escollera Norte. Jorge Hidalgo, presidente del Consorcio, junto al diputado Rodolfo Iriart y el subsecretario de Puertos, Horacio Tettamanti, quienes lo acompañaban en la recorrida, le resumieron al Gobernador los detalles más importantes de la obra.

“Esto tiene un gran impacto en la logística, en la competitividad, para atraer inversiones, para mejorar operativamente este puerto, ponerlo acorde a lo que son las exigencias de los puertos más competitivos”, señaló Scioli, acompañado también por el intendente Gustavo Pulti, con la postal portuaria de fondo.

El mandatario no hablaba de relocalizar el asentamiento que obtura el tránsito ferroviario que corre paralelo a la calle Vértiz y llega al puerto, ni de ampliar la infraestructura portuaria con nuevos muelles. La exigencia mínima de todo puerto debería ser mantenerlo operativo. Acá llevábamos dos años y medio sin que se pueda exportar un solo contenedor porque ni siquiera había calado suficiente. Celebraban como si lo normal fuese una excepción.

“Te juro que (Scioli) se mandó solo”, rememora un hombre que estuvo en la segunda línea de aquel anuncio trascendente. Lejos de las fotos y los micrófonos. “Le dijeron que con el dragado podían volver los buques de contenedores”, recuerda el funcionario.

La comitiva de bienvenida sabía que no había chances que las naves de lujo pudieran amarrar en el muelle y darle sentido al edificio de la Terminal de Cruceros porque si bien los barcos podían ingresar por el canal de acceso, no tenían profundidad suficiente en el frente de atraque. Los equipos chinos no habían trabajado en esa zona.

La obra del dragado que anunciaban como terminada, había tenido que resignar objetivos ante el aumento de costos para cumplir lo esencial: recuperar calado en los canales de acceso. En un principio eran 90 millones y la obra no tuvo interesados. Recién cuando la subieron a 108 millones, apareció el Grupo Román (Servidraga y Servimagnun) y sus socios chinos con las dragas.

En el efímero curso de capacitación que recibió el Gobernador sobre la realidad de la terminal portuaria, nadie dijo una palabra de los cruceros.

La crónica de aquella jornada dominical refleja que Daniel Scioli celebró “poder cumplir el sueño de agregar a esta ciudad al gran mercado de turismo de cruceros”. El Gobernador estimó que “para mediados de febrero podrían comenzar a llegar los barcos turísticos y cuando bajan los pasajeros consumen en la ciudad y generan un gran impacto social y económico”.

Febrero pasó, se fue el verano, llegó le otoño, se está por ir marzo, se irá abril, llegará el invierno, la primavera y el almanaque del 2015 se terminará de deshilachar. Y los cruceros no vinieron ni vendrán en el corto y mediano plazo porque nada ha cambiado desde aquella recorrida de la caravana del optimismo, la fe, la esperanza y los anuncios que parecen brotar de un manantial inagotable de irrealidad.

Scioli no fue el único que lanzó promesas al viento. El intendente Pulti, en julio pasado, a un medio de noticias de Cruceros, le había anticipado que faltaban 100 días para la inauguración de la Terminal.

La obra de dragado terminó varias semanas después de aquella foto oficial. Cuando las autoridades del Consorcio Portuario y la UTE  se terminaron de poner de acuerdo en los números finales. La adjudicataria resignó algo menos del 5% del presupuesto para no volver con la Jan Hung 4011, la draga de succión por arrastre que había llevado a reparar a Montevideo antes de las fiestas.

La UTE había cotizado en casi 40 millones de pesos la obra para profundizar el muelle de amarre frente a la Terminal de Cruceros. El plan contemplaba 40 días efectivos de dragado para remover 300 mil m3 de sedimentos.

En el Consorcio estimaron, con razón, que la cifra era desproporcionada y pensaron otras opciones. Pero en todas les falta el mismo elemento para poder cristalizarla: fondos frescos. La Provincia todavía no terminó de cancelar el pago por el 50% que le corresponde del dragado ya terminado.

Los chinos se fueron y acá no hay concordancia en la cantidad de metros cúbicos que quedaron sin remover del pliego de licitación. “Es una cosa muy dinámica, cuesta determinarlo, pero hicieron un muy buen trabajo; mejor de lo que muchos pensábamos”, cuenta un técnico del Consorcio.

“Por la batimetría posterior a la salida de la draga Jan Hung 4011, restaron sacar más de 100 mil metros cúbicos”, explicó Jorge Rando, exinspector de dragado y obras portuarias en la Administración Nacional de Puertos.

Las últimas noticias son conocidas: lo que quedaba de la draga Mendoza salvó las papas para que pueda, al menos, ser real el anuncio del regreso de los porta contenedores. La naviera MSC entra al puerto cada 10 días y levanta mucho menos carga de la que podría.

Pero nadie ha movido una palada de arena para hacer coincidir el discurso del Gobernador con la realidad. El “Anamora” sigue siendo la opción más cercana, barata y parecida, si desean inaugurar la Terminal mañana. La Mar del Plata capital nacional del turismo internacional con los cruceros como estandartes, solo forma parte de la vorágine discursiva del mandatario provincial.

Bajo la ola naranja y las gaviotas, el edificio de la Terminal que costó más de 30 millones de pesos y hace casi 40 meses que aguarda por un crucero que le dé sentido, acumula méritos para ser declarado monumento del sinsentido marplatense.