Respuestas rápidas ineficaces, soluciones de fondo inexistentes

En 5 días hubo 5 homicidios en General Pueyrredon. La idea de poner cada vez más policías en la calle no resuelve la crisis de seguridad. Y las medidas a largo plazo se postergan. 

25 de Marzo de 2015 17:54

Cinco homicidios en cinco días. Una policía que mató a un hombre por error, un anciano que fue apuñalado en su comercio, una mujer que le pegó un tiro en el pecho a otra por una vieja disputa, una mujer que fue asesinada y quemada en su vivienda y el ayudante fiscal que fue ultimado de un balazo en el pecho.

En lo que va de 2015 se produjeron 28 homicidios, mientras que en el mismo período de 2014 fueron 17. Desde la Jefatura Departamental aclararon que este año fueron 5 en ocasión de robo (aún se investiga el móvil del crimen del ayudante fiscal), en tanto que el año anterior fueron 6. La aclaración no es azarosa. Se sabe que un crimen en un intento de robo provoca indignación en buena parte de la sociedad, mientras que un asesinato en un ajuste de cuentas se celebra en ciertos sectores –cada vez más amplios- al grito de Uno menos.

Todos los hechos tienen características distintas, todos generan reacciones distintas. Sin embargo, hay un hilo conductor que los atraviesa: la violencia extrema que se utiliza para resolver desde un robo a una pelea por drogas hasta una disputa vecinal.

Si ése fuese el diagnóstico de un mal que afecta a Mar del Plata, el remedio, hasta ahora, ha sido apenas calmar el dolor, pero nunca atacar los motivos de fondo que provocan el cuadro. La decisión de crear escuelas de policía, acelerar los procesos de formación y multiplicar la presencia de uniformados en la calle, al final del camino choca con una misma realidad. “Si dos mujeres se conocen en la cárcel, tiempo después se enfrentan por un hombre y una de ellas mata a la otra, ¿qué puede hacer la policía para evitar ese homicidio?”. La reflexión no es de un referente del Partido Obrero, ni de la izquierda revolucionaria. Es del propio jefe de la Departamental, Adrián Castelli.

Así haya tantos efectivos policiales como ciudadanos de a pie no se evitarán los homicidios que se producen. Tal vez alguno, aunque lo más probable es que solo se aplace el desenlace fatal. ¿Hay que abolir la policía? Para nada, pero sí apostar a la calidad y no a la cantidad de efectivos.

La seguidilla de homicidios de este fin de semana comenzó con el que cometió la policía Graciela Guanca, que le disparó cinco veces a Miguel Efisio, al confundirlo con un delincuente en un departamento en Magallanes 3447. “Fue una fatalidad”, dijo una alta fuente policial a este medio. ¿Es posible? Es posible. Pero seguro no es un hecho aislado. Días atrás 0223 confirmó que un policía fue desafectado por dispararle tres postas de goma a un joven que ya estaba reducido en el piso. En el inicio del Operativo Sol, otro policía mató a un compañero mientras limpiaba su arma. La falta de formación y experiencia son un cóctel explosivo. A veces mortal.

Si a esa situación se le suma la presencia de miembros corruptos el combo se agrava. En cualquier organización hay elementos buenos y malos, pero en una superestructura como la Bonaerense el control de los eslabones podridos se hace más difícil. Hoy en Mar del Plata el exjefe Departamental Darío Ibáñez está imputado por encubrimiento agravado por intentar proteger a policías que hacían mal su trabajo. Dos efectivos del CPC fueron separados de su cargo por una denuncia de abuso sexual. Aunque no se compruebe el delito, sí está probado que los policías subieron a dos jóvenes para, al menos, llevarlas a su casa, cuando debían estar patrullando.

La semana anterior, tres jefes de la Comisaría Cuarta fueron condenados a prisión por armar causas. Ese sí es un hecho aislado. Así, lo que se supone es una respuesta inmediata para combatir la inseguridad no arroja resultados favorables y, por el contrario, en muchos casos profundiza la problemática.

Mientras tanto, las medidas de fondo que deberían haberse tomado hace años para evitar que la gente resuelva sus conflictos a los tiros brillan por su ausencia. En declaraciones a este medio, el fiscal general de Mar del Plata, Fabián Fernández Garello, dijo que la violencia en la ciudad se “conurbanizó”, remarcó que la “droga borró todos los códigos” y le apuntó al Ejecutivo por estas situaciones (no especificó a cuál).

La respuesta del Ejecutivo no llegó para Claudio, ni para Braian. El primero tiene 18 años y lleva 10 consumiendo cocaína. Durante el día trabaja en el predio de disposición final de residuos con sus padres y sus 8 hermanos. Durante la noche se refugia en el centro, donde se junta con “amigos” a drogarse. Una de esas noches, fue detenido por forzar la reja de un local céntrico del que robó 500 pesos.

Braian trabaja en una fábrica de pescado para ayudar a sus 9 hermanos. No todos los días, solo cuando lo llaman. Lo que sí hace todos los días es fumar cocaína en pipa. Varias veces quiso abandonar su adicción, pero el Estado le dio la espalda. Ese mismo Estado se hizo presente para meterlo preso cuando forzó la reja de un comercio del puerto.

Escarbar detrás de cada una de las historias de los jóvenes que son detenidos tiene este riesgo: que la realidad nos dé una cachetada. Significa saber que cualquiera de estos dos jóvenes que mañana puede cometer un homicidio pidió ayuda y nadie le prestó atención.

Desde el Municipio recogieron el guante lanzado por Fernández Garello. Y enumeraron las medidas adoptadas “para revertir las causas sociales que provocan el delito”, según dijo el concejal Héctor Rosso. En materia de integración habló del desarrollo de la orquesta infantojuvenil. Lo que omitió fue que los chicos de la orquesta tuvieron que protagonizar una protesta a fines de 2013 en las escalinatas del Municipio para recordarles a las autoridades que existían.

Rosso también destacó la idea de fortalecer la periferia con la llegada del Parque Informático (zona sur), la construcción del nuevo centro cívico (oeste) y la concreción de 10 polideportivos barriales. Estas medidas a largo plazo tan reclamadas por distintos sectores llegaron varios en los últimos tres años. Gustavo Pulti se sentó en el sillón principal del Municipio en 2007. Se celebra la decisión de apostar a la inclusión social y no a la represión policial, pero es necesario remarcar que si las determinaciones se toman tarde los resultados no serán rápidos.

La situación que atraviesa Mar del Plata es grave. Eso es innegable. La gente trabajadora de los barrios periféricos –la mayoría- reclama a gritos soluciones. Pero los últimos días son una muestra de que la solución no llega solo con inundar de policías las calles. Eso es, apenas, un paliativo que sirve para calmar el dolor, una curita para cubrir una herida que por dentro sigue acumulando sangre, sangre que en algún momento saldrá a la luz.