Rozanski: Piombo y Sal Llargués "fueron desplazados por la sociedad”

El juez federal de La Plata abordó la problemática del abuso sexual infantil, delito al que catalogó como "el más impune de la Tierra". Sostuvo que la ley tiene las respuestas para combatir el flagelo.

5 de Julio de 2015 09:40

Abuso sexual infantil. Hacia una Justicia que no lastime. Carlos Rozanski llegó a Mar del Plata para hablar de esa problemática. Lo ocurrido con los jueces Horacio Piombo y Benjamín Sal Llargues parece ser justamente el ejemplo de una justicia que lastima en casos de abuso infantil. Por eso no sorprende que el presidente del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de La Plata esté de acuerdo con la salida de los dos magistrados de la Cámara de Casación Penal. Sin embargo, Rozanski aporta algo más para el debate. “Una de las cosas importantes para nuestra cultura es que ellos han sido desplazados por la sociedad, no por un poder del Estado o por un consejo académico”, afirma en una entrevista con 0223, horas antes de su charla en el espacio Unzué.

Rozanski señala que en los últimos 20 años se avanzó muchísimo en el combate del abuso infantil. Primero, por la sociedad y el surgimiento de organizaciones civiles. Segundo, porque la legislación vigente se adecuó a las necesidades. Y por último porque los jueces, lentamente, van cambiando. Es en este último punto donde Rozanski se detiene y afirma que no siempre se aplica la ley, aunque ésta sea clarísima. “No siempre se aplica por la misma razón de siempre: ideológica”, concluye.

Más allá de los pasos hacia delante, el juez no duda en calificar este delito como “el más impune de la Tierra”.

-¿Por qué eligió un tema tan delicado como el abuso infantil?

-Hace mucho tiempo que investigo el tema, que me preocupa. Durante muchos años lo juzgué. Después pasé al fuero federal, donde no hay ese tipo de casos. Pero todos esos años de experiencia me dieron un panorama más completo, una visión un poco más abarcativa que lo que es solamente el derecho, la sociología y la psicología.

-Como ocurre con otros delitos, a veces tenemos la sensación de que en la actualidad hay más abusos infantiles. ¿Es así o es que hoy se conocen más?

-No creo que haya más, en absoluto. En todo caso lo que se hace es verlo más. Se visibiliza más. La razón es porque se evolucionó en los últimos 20 años en las características del fenómeno, en sus consecuencias. Esos avances generaron que se vayan creando espacios para que las víctimas y quienes las intentan proteger puedan ser escuchadas. Ahí se comienzan a conocer infinidad de casos que en otro contexto no se hubieran conocido. Eso hace que uno se sorprenda, pero abuso hubo siempre en la historia de la humanidad; la diferencia es que en los últimos 20 años se comenzó a profundizar la investigación, a mejorar la investigación y a sancionar mejor.

Es un proceso de mucho cambio, donde el Estado necesita hacer un esfuerzo cada vez mayor para dar respuesta a una demanda que antes no existía prácticamente porque los niños no eran escuchados y las mujeres víctimas de violencia de género tampoco. Desde cierto punto de vista era mucho más sencillo: el fenómeno no existía. Hoy sabemos que existe, como existió toda la vida, y se pueden dar respuestas.

De cada 1000 abusos se esclarece 1 y 999 quedan impunes. Esta cifra brutal es la que caracteriza el fenómeno: la impunidad. Es el delito más impune de la Tierra.

 

-¿Cuánto de lo que conocemos es la cifra real de este tipo de delitos?

-Es imposible saber cuántos hechos se producen. Lo que más asombra es que –de cualquier hecho delcitivo, no solo de abuso- de lo que se denuncia no se esclarece más del 2 o 3%. Si tenemos en cuenta que en fenómenos como el abuso infantil o la violencia de género solo se denuncia un 5, un 6 o un 10% de lo que sucede, la proporción es clara: de cada 1000 abusos se esclarece 1 y 999 quedan impunes. Esta cifra brutal es la que caracteriza el fenómeno: la impunidad. Es el delito más impune de la Tierra. Y obedece a razones muy profundas que son las que tratamos cada día de ir investigando.

-Habló del surgimiento de organizaciones de la sociedad civil en este tema que ayudaron a visibilzarlo. ¿La Justicia acompañó la evolución?

-No en la misma medida. La Justicia evolucionó, sin duda. La Legislación más, fue por delante de la Justicia. Argentina, en el año 94 cuando reforma la Constitución, incorpora las convenciones sobre Derechos Humanos, con la máxima jerarquía legal. Esas convenciones incluyen por ejemplo, la convención de los derechos del niño, la discriminación contra la mujer, el Pacto de San José de Costa Rica, entre otras. Esas convenciones están por encima de cualquier ley inferior y son obligatorias para cada uno de los jueces. Además, contienen inequívocamente todas las respuestas a la problemática.  

-Y no siempre se aplican…

-No hay excusa para no aplicarla y no siempre se aplican. La razón por la cual no siempre se aplica es la misma razón de siempre: ideológica. Son obstáculos ideológicos generados en un imaginario tradicional, histórico, de las sociedades que es masculino, androcéntrico, varonil. Es tal vez la razón más fuerte por la cual se haya tardado siglos en intervenir y recién en los últimos 20 años hayamos podido levantar la cabeza. A partir de ahí pudimos decir que los chicos no mienten, que los varones son los que hacen las leyes, pero también son los que las interpretan y quien mayoritariamente las han violado.

Como en cualquier corporación hay jueces buenos, regulares y malos. El juez malo daña mucho. La sociedad necesita que todos los jueces sean buenas personas.

-Qué rol tiene el periodismo en el tema de abusos

El rol es importante porque tienen una fuerza enorme al comunicar. El problema es cómo se comunica. Cuanto mejor se comunique mejor se va a combatir un delito de esta naturaleza. La forma de comunicar mejor es capacitarse. Del punto de vista técnico, para saber de qué se está hablando cuando hay un tema tan delicado. Y capacitarse desde el ámbito de la mirada de género y edad y del resto de los grupos vulnerables de la sociedad.

-¿Lo ve posible?

-Estamos en una etapa de enorme avance de capacitación de los comunicadores porque se ve en el ámbito universitario. No es lo mismo la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata de lo que era 25 años atrás. Es otra cosa, uno entra y lo respira. Uno respira un clima no solo de capacitación de los estudiantes, sino de capacitación de los capacitadores. No es lo mismo decir que hubo un femicidio que decir que hubo un crimen pasional. Es un abismo y está en la mente porque es el imaginario de muchos años. También está en la mente del juez que juzga. Es toda la sociedad la que está atravesada por esos modelos, que se están modificando a mi entender a pasos acelerados. Cuando la plaza de los Congresos se llena hace muy poco de decenas de miles de personas… yo estuve ahí parado, lo vi, lo viví. Ahí uno se da cuenta que el avance es gigantesco.

La ley contiene todas las respuestas a la problemática. Pero no siempre se aplica. La razón es la misma de siempre: ideológica.

-Esa convocatoria era impensada hace 5 años no 20.

-Hace 5 años hicimos una marcha de esa naturaleza en el círculo que está en el Obelisco, con unas perchas. Yo llegué a contar no más de 60 o 70 personas, logré llevar a un juez que fue Daniel Rafecas, que vino con dos secretarias, y en total había 6 o 7 hombres. Punto. Ver lo que vimos el otro día, además de ser emocionante, es una prueba científica, es clarísimo. El que ve esto y ve lo de hace 5 años se da cuenta de que cuando la sociedad toma consciencia de algo sale, reclama y logra. Lo hicieron las Madres de Plaza de Mayo y cambiaron la Argentina. Dan un ejemplo en el mundo de como desde el reclamo constante, terco, empecinado y justo se logran cambios sociales que sino no se hubieran producido.

-El tema tuvo fuerte repercusión en los últimos dos meses por el caso Piombo. ¿Qué cree que generó ese caso?

-En otro momento histórico y en otro contexto, estos fallos no hubieran generado lo que generaron. Estos jueces hace muchos años que vienen dictando este tipo de sentencias. Y a lo sumo han merecido algún repudio, algún artículo. Yo he escrito artículos sobre esto en su momento, respecto de fallos anteriores. Nada de todo eso generó una reacción social de la magnitud de la que generó ahora. Este es el cambio, la vuelta de tuerca, es el hito que dice que hasta aquel momento en que se produce el escándalo el desubicado era el que decía Abusaron de mí. La desubicada era la víctima, la mamá, la docente que quería ayudar, el buen policía, el buen juez que quería ayudar.

-¿Está de acuerdo con que los hayan removido de su cargo?

-No me cabe ninguna duda. No solo que estoy de acuerdo, creo que en la salida de ellos una de las cosas importantes para nuestra cultura es que ellos han sido desplazados por la sociedad, no por un poder del Estado o por un consejo académico. Por supuesto, que tuvo mucha importancia la actuación de la universidad, los estudiantes lo han repudiado.

-¿Y no advierte ningún peligro en el hecho de que la sociedad asuma tanto poder?

-No, no, en ningún caso. La sociedad es el poder fundacional, es la que le da poder a los legisladores, a los miembros del Poder Ejecutivo y a los jueces. Por lo tanto, ese poder originario es imposible de desvalorizar. En ningún modo es riesgoso y muchísimo menos en sociedades como la nuestra que ha padecido décadas de violencia, un terrorismo de Estado cívico militar genocida. Después de tanto horror, haber logrado en tres o cuatro décadas la evolución que se logró, con 25 años de impunidad en el medio, son episodios que demuestran que esa gente que integra la sociedad argentina está en perfectas condiciones de hacer saber a sus representantes que es lo que está bien y que es lo que está mal. Y esos representantes terminan siendo el producto de esa propia sociedad. Entonces, cuando esos representantes terminan expulsando jueces de sus sistema es porque están expresando la voluntad de ese pueblo que los nombró. Entonces, la democracia funciona.

La sociedad argentina está en condiciones de hacer saber a sus representantes lo que está bien y lo que está mal. Y esos representantes terminan siendo el producto de la sociedad.

-¿La democratización de la Justicia sigue siendo la cuenta pendiente?

-No tengo ninguna duda de que es una cuenta pendiente. Tal vez sea la deuda más grande de la democracia. Finalizado el terrorismo de Estado, la deuda más grande es democratizar la Justicia. Sin una democratización real y profunda en la Justicia es imposible avanzar en serio en democratizar el resto de la sociedad. La Justicia es el ámbito en el cual se toman las decisiones, es un ámbito de jurisdicción pura.

-¿De qué manera se puede hacer?

-Hay muchas formas. En primer lugar hace falta decisión política. En segundo lugar, esa decisión política tiene que incluir una mejora acentuada del sistema de selección de jueces; y a su vez una mejora acentuada del control de jueces; y a su vez una mejora acentuada de la expulsión de aquellos jueces que no condicen su accionar con el modelo de derechos humanos vigente en la república Argentina, que es el que todos queremos, el que dice la Constitución Nacional y es el que el mundo respeta.

-¿Se atrevería a dar un porcentaje de jueces que están dentro de ese marco?

-Es materialmente imposible. Habría que hacer algún tipo de estudio que no sea encuesta. En una encuesta son todos buenos. Si les preguntamos a todos, el 100% va a decir que es buen juez y buena persona. De modo que no me manejaría con algún tipo de encuesta de esa naturaleza. Sí creo que como en cualquier corporación hay de todo: hay buenos, regulares y malos. El problema es que cuando se es malo en una profesión como pintor, el resultado es un cuadro feo o una pared mal pintada, depende qué tipo de pintor sea. Cuando es un mal juez va a dañar mucho. Ahí es donde hay que poner más el acento porque necesitamos que todos los jueces sean buenas personas. No sé qué porcentaje hay hoy. Hay buenas personas y buenos jueces, me consta. Pero también hay malas personas y malos jueces. La sociedad necesita que la totalidad de los jueces sean buenas personas. Y se puede.