“Siempre nos dijo que como él nos había hecho nacer, él nos iba a desarmar”

Elsa es hija de Edgardo Oviedo, el hombre que encerró por años a su mamá y hermano en una jaula. Ella y otro hijo del matrimonio lo denunciaron. Una historia signada por la violencia.

Una policía de la Comisaría de la Mujer contiene a Elsa en momentos que trasladan a su hermano al Higa (Foto: 0223)

5 de Septiembre de 2015 19:57

Por Redacción 0223

PARA 0223

“Mamá, mamá, del diario… Dicen que quieren hablar con vos”

Del otro lado de la línea, un nene pega alaridos para que Elsa se acerque al teléfono.

“Sí, sí, quiero contar. No hay otro modo de romper la cobardía y sumisión que nos inculcó desde que éramos así de chiquititos”    

Elsa Oviedo habla de ella, pero también de sus hermanos. Según cuenta, “nadie zafó” de los maltratos “físicos y psicológicos” de Edgardo, su padre, el hombre que hoy está detenido y procesado por encerrar a su esposa y al más pequeño de sus cuatro hijos: el de 32, el que padece autismo.

Elsa vive a metros de la casa donde Edgardo construyó –sobre final del terreno- una jaula para depositar al chico y su madre, que padece trastornos psiquiátricos. A través de una pequeña ventana, este exdelegado sindical de la Uocra les pasaba matecocido y algún que otro pedazo de pan. El calvario, que duró unos cuantos años, terminó este viernes: personal policial allanó la vivienda del barrio Las Dalias y detuvo a Edgardo Oviedo.

Elsa sabía lo que pasaba. Otro de sus hermanos también. Juntos radicaron la denuncia en la Comisaría de la Mujer. Ahora, un día después de ver esposado a su padre, Elsa necesita hablar y aclarar.

“Nosotros denunciamos esta situación en 2008 y 2010 y nadie hizo nada. Nos dejaron, como se dice, en banda. Estuvimos en Tribunales y en la Comisaría. La reacción de todos fue la misma: escuchaban y nos decían que estábamos contando una de terror, que no podía ser para tanto. Hace cinco años mandaron a unas asistentes sociales. Pero todo quedó ahí. Ahora juntamos fuerza y volvimos a denunciar. Nos costó mucho. Él nos enseñó a tenerle miedo, a ser cobardes y a estar sometidos. Siempre nos dijo que como él nos había hecho nacer, él nos iba a desarmar. Por eso teníamos miedo, pero por suerte esta vez nos dieron bolilla”, cuenta Elsa.

Según dice, en los último meses “todo empeoró” en lo Naranjos al 4000. “No nos dejaba entrar en la casa, quería rompernos las puertas con macetas. Encima se juntó con una mujer que creíamos, y ahora confirmamos, medicaba a mi familia. A nuestros hijos les hablaba diez minutos de fútbol y después les decía que nos iba a matar con un tiro en la cabeza; hablaba de fútbol y luego trataba de golpearnos. Así, todo el tiempo. Está enfermo, es psicópata y te envuelve. A los hermanos nos hizo pelear entre sí. Todo esto nos unió. Nosotros siempre le tuvimos terror… Vos no sabes las que nos tuvimos que bancar, las que pasamos”, desliza Elsa, que más que hablar parece pensar en voz alta.

“Nosotros tratamos de ayudar de mil maneras antes de verlo detenido. Es que mal o bien es nuestro padre. Por eso no queremos que se pudra ni nada de eso. Queremos que lo traten por sus padecimientos. Él está enfermo, aunque para muchos siempre haya sido el pobre tipo que tenía un hijo autista y una mujer psiquiátrica”, comenta Elsa antes de colgar y volver al patio, con sus hijos, “sin miedo a que caiga Edgardo y trate de violentarla con una maceta”.