Paz a medias en Colombia

El No se impuso, por poco margen pero se impuso. Un inesperado resultado en un contexto esperable de polarización. Para arrancar a analizar es necesario remarcar que el resultado final no es vinculante y que al haber superado el umbral del 13 por ciento de aprobación, el proceso de paz no se echa para atrás. Claro, no es lo mismo avanzar  con un respaldo popular que hacerlo con la mitad de la población en contra.

Las encuestas fallaron y algunos hablan de un exceso de confianza y falta de movilización para discutir la importancia del proceso de paz. Tal vez, el  fuerte apoyo de toda la comunidad internacional expresada en la firma del acuerdo en Cartagena, hizo que se especulara con una victoria segura del Sí. Los sectores opositores al acuerdo militaron incansablemente el rechazo, especialmente en los principales centros urbanos que votaron mayoritariamente  por el NO. El mapa colombiano muestra eso, centros urbanos en contra del acuerdo-con la excepción de Bogotá- y la totalidad de los sectores rurales, muchos de ellos territorios afectados por la guerrilla como el Departamento de Choco que votó casi en un 80 por ciento por el sí. La división del país es clara.

Juan Manuel Santos había logrado un fuerte apoyo de un amplio abanico de sectores políticos y sociales que no logró expresarse en los resultados finales del plebiscito. No obstante, el presidentede Colombia puso todo su capital político en este acuerdo de paz y bajarse de esta estrategia es servirle la mesa al sector representado por Alvaro Uribe.  ¿Cómo sigue Colombia entonces?

Los resultados no cambian el acuerdo. Lo que cambia es la espalda con la que Santos  transite este proceso partiendo de la base que no puede dilapidar el capital político acumulado en el último tiempo.

 

¿Cuáles son los argumentos del NO?

El sector representado por Alvaro Uribe planteó sus argumentos por el No en tres planos. En primer lugar que se respete la Constitución  que prohíbe que quien haya cometido crímenes de lesa humanidad tenga posibilidad de ser electo para cargos públicos. Luego que se corrija el artículo 60 del acuerdo de paz en el que se especifica que no habrá penas de cárcel para quienes hayan cometido crímenes de lesa humanidad sólo cuando se comprometan a aportar perdón, toda la verdad y reparación al proceso. Por último que el narcotráfico, la extorsión y el secuestro no sean considerados delitos conexos al delito político y que se exija a las Farc que comprometa sus bienes para la reparación de las víctimas.

Con una apelación a la desinformación el uribismo no dice que el acuerdo incluye condenas para los que cometieron crímenes de lesa humanidad. Tal vez, lo que buscan es evitar que las FARC cambien balas por votos como se propone en el acuerdo.

Ahora, la pelota quedó del lado de Juan Manuel Santos que propuso una mesa de negociación con todos los que se pronunciaron en el referéndum, especialmente a los que se opusieron. Santos dejó en claro que el acuerdo sigue vigente y que entiende que “todos quieren la paz” en alusión a los que se oponen para “mejorar” el acuerdo firmado en Cartagena.

La paz sigue siendo una paz a medias, la polarización con una campaña de desinformación encabezada por los partidarios del No, sumado a la baja participación generada por un posible exceso de confianza en los partidarios del SI y las inclemencias del tiempo producto del huracán Mathew terminaron configurando el resultado final.

Santos leyó el resultado y tendió un puente a los que no quieren el fin de 52 años de guerra sin bajarse del liderazgo del proceso.

A pesar de este golpe, el proceso de paz  no tiene posibilidad de retroceso, así lo entiende Santos, las FARC, la comunidad internacional, la gran mayoría de los partidos políticos colombianos  y la mitad de la población. Es necesario para ratificar al continente latinoamericano como zona de paz y urge reparar a los 8 millones de colombianos que fueron víctimas de la guerra, entre ellas 260.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 6,9 millones de desplazados.

La paz es necesaria  por todo esto y por la urgencia que implica empezar a discutir una nueva agenda social en Colombia que ponga a la política a discutir la necesidad de reducir el 20 por ciento de pobreza, el 9 por ciento de desocupación, el 32 por ciento de informalidad laboral, el 5.8 por ciento de analfabetismo, el 4.4 por ciento de niños mal alimentados, la reforma del sistema de jubilaciones y pensiones y el acceso a servicios básicos de las zonas rurales que han sido territorio de guerrilla, entre otras cifras ubicadas detrás del enfrentamiento de los últimos 52 años. La única manera de frenar al sector de la ultraderecha colombiana envalentonada por esta victoria es darle un marco institucional que pueda incluir ambas agendas. La mejor herramienta es a través de una Asamblea Nacional Constituyente, herramienta fundamental para institucionalizar avances y que está cerca en el horizonte de Colombia.

La paz es clave para dar vuelta la página de la historia y para discutir una Colombia sin violencia pero con justicia social.