Trump y una nueva fase la crisis internacional

Donald Trump asumirá como presidente de Estados Unidos el próximo 20 de enero, y con el, una serie de interrogantes en torno a lo que serán sus cuatro años de gobierno. Es que Trump es un ser impredecible y contradictorio, fascista, misógino, nativista, xenófobo, outsider, anti-establishment y proteccionista, todo eso junto en una mezcla de la cual resulta difícil saber como puede terminar. No obstante, hay algunas certezas que nos pueden orientar sobre cómo serán estos cuatro años para Estados Unidos y el mundo bajo la certeza que estamos frente a una nueva etapa de la crisis internacional.

 

Interna en el bloque dominante

Estados Unidos dirimió parcialmente la interna en su bloque dominante entre globalistas y americanistas. Los globalistas comenzaron a diseñar la estrategia geopolítica de los demócratas en el último tramo de la gestión de Bil Clinton y asumieron el poder en 2008 de la mano de Barack Obama en plena crisis financiera. Allí frente a un indefectible orden mundial multilateral y la aparición de economías emergentes en el mundo por fuera del esquema del G7, se decidió avanzar estratégicamente en la “incorporación” de eso nuevos mercados para constituir un  “club de emergentes” con epicentro en el G20 para condicionar aquellas estructuras capaces de disputar  hegemonía. Asimismo, se proyecta que para el 2020 el G7 representara el 29 por ciento del PBI cuando en 1990 era del 50 por ciento. Esta notable reducción en la zona de influencia del esquema de poder hegemónico post caída de la Unión Soviética extendió su crisis hacia Europa en 2011 y a las economías emergentes en el ciclo 2013-2016 logrando un repliegue de Rusia y China y un debilitamiento del bloque Mercosur-Alba que culminó con el viraje conservador en los gobiernos de Argentina y Brasil y una crisis profunda en Venezuela a partir de la caída de los precios del petróleo. Exportando la crisis hacia la periferia, el bloque anglosajón+Japón debilitó a un BRICS en crecimiento y puso a Rusia y China a atender asuntos en su zona de influencia. Rusia a partir de las sanciones impuestas por el bloque europeo luego de la crisis con Ucrania y el gigante asiático por los conflictos en el Mar Meridional.

Con Europa como aliado subordinado y China y Rusia replegados, Estados Unidos afrontó el período 2013-2016 con la mirada puesta en el funcionamiento de su proyecto estratégico, aquel que le devolvería la hegemonía política y comercial: el TTP y el TTIP. Dos mega acuerdos comerciales cuyo objetivo era, en el caso del TTP, construir una zona de libre comercio en las costas del océano pacífico y canalizar las demandas comerciales de América Latina y el sudeste asiático y condicionar a China y, el TTIP, un acuerdo de libre comercio con Europa que reafirmaría esta condición de aliado subordinado de EEUU. Estaba todo dado para avanzar pero lo se había logrado recomponer por arriba no pudo recomponerse por abajo. ¿Qué quiere decir esto? Que las superesturcturas políticas tuvieron que frenar esta política económica porque las poblaciones decidieron hacer crujir el sistema político tradicional. ¿De qué manera? En Europa por una crisis migratoria que no tiene fin, índices sociales que empeoran, las ultra-derechas que se fortalecen y el más emblemático de los acontecimientos que conmociona toda Europa: el Brexit. Esto puso el freno para el TTIP que los globalistas pretendían para Europa. ¿Y el TTP? Cuando parecía estar abrochado apareció un tal Donald Trump y ganó las elecciones. ¿Y ahora?

 

¿Por qué ganó Trump?

Son muchas las variables para analizar, elijamos dos. La crisis económica y social generó una profunda crisis de representatividad que le permitió canalizar el descontento generalizado con buena parte de la población que va desde el nativo blanco, rico y xenófobo al asalariado desfavorecido por las políticas del libre comercio. Si vemos algunos números de la elección nos encontramos con algunos datos esperables como que el 53 por ciento de los hombres votaron por Trump y que el 54 por ciento de las mujeres lo hicieron por Hillary o que en porcentaje hubo mas votos de latinos y afroamericanos para Hillary que para Trump. Por otro lado, encontramos algunos datos interesantes, por ejemplo que el republicano recibió el 60 por ciento de los votos de la población rural y el 50 por ciento de los que viven en los denominados “suburbios” mientras que a Hillary la eligieron en ciudades con mas de 50.000 habitantes. A su vez, en los viejos cinturones industriales como Ohio o Detroit compuesto por asalariados blancos de bajos ingresos, el voto a Trump fue importante. Un elemento más para tener en cuenta es el masivo apoyo de los sectores religiosos, especialmente de Protestantes, blancos evangélicos y católicos. 

El bloque globalista deslocalizó empresas y puso nuevos centros globales como Singapur o Hong Kong. Este proceso que incluye un importante salto tecnológico, bajos salarios, deslocalización de empresas y libre comercio destruyó 5 millones de puestos de trabajo industriales y llevó a la quiebra a 60.000 empresas. Los damnificados de estas políticas también votaron a Trump, seguramente, sin la certeza que sea el quien solucione esta situación.

Trump hizo valer su condición de outsider, con el discurso de la defensa de la producción y el trabajo para los americanos interpeló a un electorado enojado con “la burocracia de Washington”, los inmigrantes y el sistema político en general. Todo eso junto votó a Donald Trump que a pesar de tener la gran mayoría del status quo en contra terminó dando a luz una sociedad estadounidense partida y atravesada por la incertidumbre.  ¿Cuánto puede profundizarse esta grieta social en el centro del poder del mundo? ¿Puede generarse un movimiento de indignados que milite la desobediencia civil como propone Michael Moore? Son los interrogantes que nacen en un contexto de una elección muy reciente y con un presidente que todavía no asumió. Lo que queda claro es que afroamericanos, latinos, mujeres, colectivos LGTB y otros sectores sociales parecen dispuestos a confrontar si esta administración pretende vulnerar derechos y agudice un conflicto social preexistente en el país del norte. También, el efecto Trump generó que se ponga en la agenda de discusión dos puntos centrales: el bipartidismo y el sistema de voto indirecto. Bienvenido sea el debate en el país que se auto proclamó como la cuna de la democracia (indirecta).

La interna entre globalistas y americanistas se dirimió en las urnas. Ahora la cuestión es cómo los republicanos resuelven sus propias diferencias teniendo en cuenta que el presidente electo no es un republicano tradicional de tipo liberal-conservador y que tiene que recomponer (como lo está empezando a hacer en el armado del gabinete) con parte del capital trasnacional y el Complejo Militar Industrial.

Con seguridad los republicanos (que controlan el Congreso) querrán condicionarlo, pero no será los únicos. Por su parte, los medios que apoyaron en su mayoría a Clinton ya comenzaron con editoriales desde donde buscan condicionar al presidente electo. Por ejemplo, The Washington Post dijo: “Esperamos que nuestro nuevo presidente electo muestre respeto por ese sistema. Los estadounidenses deben estar preparados para respaldarlo si lo hace, y para respaldar al sistema aunque Trump no lo haga.” En esa línea TheNewYork Times planteó: “Un feroz e incluso imprudente deseo de cambio que acaba de poner a los Estados Unidos al borde del precipicio”. The New Yorker no se quedó atrás y publicó “Trump no fue electo con una plataforma de decencia, justicia, moderación, compromiso y estado de derecho; fue electo, principalmente, con una plataforma de resentimiento".

 

La geopolítica que se viene

América Latina

¿Volverán los americanistas a pensar un esquema de conducción unilateral y aislacionista? Esta misma pregunta se la hacen muchos países del mundo. Si Trump obtuvo el triunfo en gran parte por oponerse a la política de libre comercio, ¿Cuál será su política para la región y la relación con el resto de los bloques de poder mundial? Para esto tenemos que entrar en el terreno de las especulaciones y suponer que liquidado el TTP lo que viene para América Latina en términos comerciales serán los Tratados Bilaterales de Inversión, acuerdos de libre comercio entre Estados Unidos con cada país. Un sistema clásico similar a la propuesta del ALCA de George Bush con el centro puesto en Estados Unidos (la sede del ALCA iba a ser Florida) y sin maquillaje como el que hoy muestra la Alianza del Pacífico que funcionaría como satélite del TTP. Este sistema de integración deberá reconfigurarse ya que los cuatro países miembros de la Alianza del Pacífico pregonan un regionalismo abierto que también incluye a China y, en opinión de quien escribe, lo que se viene en la región es una nueva Doctrina de Monroe del siglo XXI en donde la “América para los americanos” buscará aislar a la región de China pero de una manera más directa y unilateral.

Si esta situación se diera, los países de la región están en problemas. “El supermercado del mundo” del que hablaban algunos presidentes sudamericanos parece volverse un poco más acotado. El mundo se cierra, y los que vinieron a proponer la vuelta al mundo se enteraron que cuando llegamos ya no había nadie. Si países como Chile, Colombia, Perú, Argentina y hace unos meses Brasil diseñaron una política económica basada en la lluvia de inversiones, endeudamiento y comercio multilateral, requerirá de una fuerte reconfiguración y análisis. Aquí habrá un dilema si es que la gestión Trump propone una relación unilateral y subordinada. De todas fomras, es un momento regional adecuadi para repensar los mecanismos de integración, revitalizar el Mercosur y Unsaur y construir un piso de coincidencias sustentado en la inteligencia (y supervivencia) sin tirar a nadie por la ventana. ¿Sirve un Mercosur flexible y abierto cuando los centros de poder se cierran? Los países sujetos al intercambio comercial global y a la llegada de inversiones, ¿Abandonarán la relación con China para subordinarse a la estrategia americanista? Para esto es necesario menos ideología y mas inteligencia.

 

Breves interrogantes

– Acuerdos con Cuba e Irán. Respecto a lo primero, los republicanos se opusieron al acuerdo y Trump ganó en Florida, en donde hubo un voto castigo a los demócratas por el deshielo. Esto, sumado al rechazo del Tea Party y los cuadros duros del Partido Republicanos indicarían que el deshielo no avanzaría. No obstante, los productores agropecuarios que votaron a Trump caracterizan la normalización de las relaciones con Cuba como una oportunidad de negocios. Quedará en Trump definir si piensa como republicano o como empresario.

-Irán: El acuerdo con Irán está empantanado desde hace un tiempo y, se puede suponer que Trump intentarán recomponer con un aliado estratégico como Israel luego de una relación tensa con Obama.

-Rusia: ¿Cómo se materializaría la buena sintonía que Trump expresó con Putin en campaña? ¿Aliviará las sanciones impuestas por el bloque europeo? ¿Reconocerá a Crimea como parte de Rusia y le soltará la mano a un aliado como el presidente de Ucrania PetroPoroshenko? ¿Construirán una alianza para combatir al Estado Islámico? ¿Se reactivará el G8 para aislar a China?

-Europa: Hasta ahora el bloque europeo fue un aliado subordinado de la Casa Blanca. Trump fue partidario del Brexit, eso lo distancia de la Unión Europea, especialmente de Alemania y Francia, dos países que tendrán elecciones generales en un contexto de una fuerte crisis de representatividad que fortalece a la ultra derecha de Marine Le Pen y el Alternativa por Alemania (AfD). Un gran interrogante es cuál será el rol del presidente de Estados Unidos en estas dos elecciones vitales para el futuro del bloque europeo. El primer gesto no fue para nada alentador, luego de la reunión de Trumo con NigelFarage, de la ultra-derecha pro Brexit UKIP en uno de los edificios del magnate neoyorkino.

 

Conclusiones finales

La victoria de Donald Trump es una fase más de la crisis financiera internacional que comenzó en 2008. Sin lugar a dudas este acontecimiento histórico cambiará el devenir geopolítico de los próximos años en un Orden Mundial que sigue crujiendo en un contexto internacional que pone crisis los sistemas políticos dominantes de la última década. Es una gran olla a presión, el G7 se achica, la Unión Europea se muestra con fisuras y una crisis humanitaria sin precedentes, las potencias siguen incrementando su inversión militar y las guerras localizadas siguen ganando protagonismo.

Fenómenos como Trump y el Brexit expresan al malestar de sociedades en donde la copa no llegó a derramar. Es un error acudir a la teoría de que los votantes son ignorantes y votan mal sin analizar las condiciones económicas y sociales en la  que se encuentran. La supuesta derechización de la sociedad es un castigo a lo que los partidos tradicionales no logran resolver los probelmas de las mayorías y no parecen poder canalizar ese espíritu de cambio en alternativas progresistas. De alguna manera, se terminó definiendo por abajo aquello que ocultaban los acuerdos por arriba.

Así está el mundo, difícil, confuso, conflictivo y de salida incierta.