El 2016 para la pesca marplatense: diálogo y beneficios que no la sacan del letargo

Devaluación, baja de retenciones y suba de reintegros a las exportaciones no alcanzan para frenar los altos costos internos y un tipo de cambio retrasado. Sin perspectivas de cambio para el año próximo.

Mannequin challenge portuario en el Espigón 2. Nadie es optimista para lo que viene. 

22 de Diciembre de 2016 08:13

Con Papá Noel pisándonos los talones la temporada pesquera que llega a su fin será recordada por el año en que se terminó la joda, más allá del grifo que se abrió a última hora con los desembarques de calamar muy por arriba del 20% permitido mientras pescaban merluza del efectivo norte.

El molusco cotizaba a casi $28 el kilo en muelle, casi tres veces lo que valía la merluza, que mantenía el mismo precio que en el 2014 y los fresqueros hicieron su primavera al igual que los inspectores de pesca, que adelantaron el aguinaldo.

Pescando mucho más calamar que hubbsi, igual la flota desembarcó un 30% más de merluza que la captura máxima permisible del stock norte. Difícil que salga de su precariedad biológica con licencias como las que permitió la autoridad de aplicación.

Lo curioso no es que el calamar valiera tanto, fruto de la demanda por el fracaso de la zafra, sino que la merluza costara tan poco. El ejemplo vale para resumir que la industria pesquera tiene una severa crisis de costos que limita cualquier posibilidad de ser competitiva en un mercado internacional donde el valor del pescado se mantiene estable.

Retomando el hilo del balance, el año que nació con la reducción a cero de los derechos de exportación, que representaron en promedio un 7,5% del valor por tonelada, y el sinceramiento del tipo de cambio, que saltó un 40%, y finaliza con una mejora en los reintegros por exportaciones del 4,5% y una devaluación que suma un 20% adicional, no terminó de resolver los problemas que tiene la industria pesquera local.

“Si el tipo de cambio no se modifica, podemos estar un poco menos peor que el año pasado, pero no dejaremos de estar mal”, razona Fernando Rivera, presidente de Caipa, la cámara que agrupa a los procesadores de materias primas de origen marino.  

Por la evolución del salario de los trabajadores, el costo del combustible y los insumos para producir, el tipo de cambio que requiere la industria pesquera debería ubicarse en torno a los $24. “Si el año que viene la inflación es del 20% el valor del dólar debería estar cerca de los $30 pero la realidad marca que rondará los $18”, lamenta el dirigente empresario.

Este también fue el año de la recuperación del diálogo entre las autoridades y el sector pesquero. Salvo Gerpe, que brilló por su ausencia en la mesa de negociaciones, los ministros de Agroindustria nacional y provincial intentaron que el sector recobre competitividad y anunciaron una serie de medidas también para bajar algunos costos, como la alícuota de la ART.

La media sanción en diputados para que los obreros del pescado se jubilen a los 52 años de manera anticipada y la reforma a la ley de accidentes de trabajo, si terminan aprobándose, serán dos herramientas adicionales para la industria. Claro que si las condiciones macro se mantienen, es probable que las empresas sigan achicando personal que expandiéndose.

Para Cristina Ledesma este fue el peor año de los que tenga memoria, con la mayoría de los obreros bajo relación de dependencia cobrando la garantía de 184 horas mensuales y un salario por debajo de los $7500 y la línea de pobreza.

Los despedidos en la industria se cuentan de a cientos fruto del cierre de la canilla de la merluza en negro que alimentaba circuitos informales. Algunos de esos circuitos gozan de buena salud porque ante la imposibilidad de obtener rentabilidad en el exterior –las ventas a Brasil se derrumbaron más de un 30%- muchos industriales encontraron en el mercado interno un nicho de ventas.

Un kilo de filet de merluza a $55 en la puerta de un frigorífico para que el mayorista lo revenda en pescaderías del conurbano deja más margen que colocarlo en el mercado europeo. Sobre todo porque se evaden los impuestos.

La estadística oficial parece contradecir a la secretaria General del Soip. Este año se declararon desembarques de merluza por 172.501 toneladas. Fueron 4 mil toneladas más que el año pasado cuando se desembarcaron 168.460 toneladas en los muelles marplatenses.

El punto sobresaliente es que por primera vez la flota congeladora pescó más merluza que la fresquera en la participación de todos los puertos. Fueron 116 mil toneladas para los buques factoría en el 2016 contra 105 mil de los fresqueros. En el 2015 habían sido 105 mil contra 108 mil respectivamente.

Si este gobierno apunta a generar trabajo para que Mar del Plata deje de ocupar el primer escalón del podio como capital nacional de los brazos en jarra, debería incentivar el procesamiento de materia prima en tierra.

Hasta ahora la intención de mejorar las condiciones de trabajo del personal vinculado al procesamiento, firmado en el acuerdo tripartito no deja de ser una buena intención. Que haya una planta de fileteado en el mismo predio donde funciona una carpintería, en Polonia y Vértiz, marca la ausencia absoluta de controles en los eslabones de una industria que produce alimentos. Y la vigencia de la caja recaudadora, obvio.

Faltó merluza en las plantas de tierra porque las empresas integradas pudieron transferir cuota de fresqueros a congeladores pero también porque hubo armadores fresqueros que no la pescaron, como Mattera y Caputo, con mayoría de barcos parados por diferentes problemas, mecánicos y financieros. O ambos.

También porque los armadores locales que pudieron se fueron a operar sobre el langostino a la Patagonia, la única pesquería que mantiene niveles de rentabilidad como para sostener el resto de las estructuras. “Si se resfría el langostino se muere la pesca en el país”, dijo Domingo Contessi en declaraciones al portal “El Retrato de Hoy” a principios de semana.

Para suerte de varios funcionarios que no han mostrado este año de Cambiemos estar a la altura del cargo que ocupan, parece que el crustáceo goza de buena salud y no hay riesgo de colapso. Este año volvió a romper récords de desembarques: con 160 mil toneladas es cada vez más protagonista en el aumento de las exportaciones.

Si el año pasado uno de cada dos dólares que ingresaron al país por venta de productos pesqueros correspondió al langostino, este 2016 el porcentaje será incluso mayor. La desventaja es que se pesca lejos de Mar del Plata y no genera mucho trabajo en tierra, aunque sirve para maquillar balances en rojo.

Con la asignación de capturas máximas permisibles para merluza iguales a las de este año, en el 2017 ni armadores, industriales y trabajadores son optimistas en que el letargo se revierta.