Crónica del bochorno de Estudiantes y Gimnasia
El fútbol de verano culminó con una histórica batalla campal entre los jugadores de Gimnasia y Estudiantes. Relato de lo sucedido, con la ayuda de las fotos exclusivas de 0223.
El asombro todavía nos invade. Fuimos a cubrir un partido de fútbol, y terminamos relatando una batalla campal. Observamos rápidamente las imágenes en Youtube, y notamos claramente que la transmisión de Fox Sports -para toda América-, captaron realmente una porción muy breve de la ya tristemente histórica pelea entre los jugadores ¿profesionales? de Estudiantes y Gimnasia, los equipos que anoche disputaron el clásico de La Plata.
La noche había comenzado recordando un hecho trágico que vivió este mismo clásico un año atrás. Minuto de silencio por la memoria de los periodistas "Yiyo" Cantoni y Julián Morales, fallecidos en un accidente al volver de Mar del Plata tras cubrir el partido del año pasado. Esta vez y no por la muerte, por suerte, será recordado este encuentro.
El partido venía "picado". Exacerbados por la pasión de las tribunas, la presión periodística de la semana, o quizás alguna rencilla de algún partido pasado, todo comenzó con aquella plancha brutal del uruguayo Álvaro Pereira sobre el rostro del marplatense Facundo Oreja, que debió ser atendido rápidamente por la ambulancia por haber perdido el conocimiento. Roja al lateral, y por suerte solo un susto para el exAldosivi.
Pero el principio real del fin fue la expulsión injusta del arquero Enrique Bologna de Gimnasia, quien salió fuera del área pero con el pecho salvó la pelota. El mal árbitro Silvio Trucco lo expulsó al considerar mano, y sin ayuda del línea ni del nuevo juez que está detrás del arco (fracaso de verano esta prueba que deberá ser aceitada para implementarla). Tiro libre, el marplatense Ezequiel Bonifacio deja la defensa para ir al arco ya que el "Lobo" no tenía más cambios, contragolpe tras la barrera, patada brutal del pibe Ascacíbar sobre Antonio Medina, roja para el volante, y empujones que derivaron en la hecatombe. Todo parecía calmarse, tras unos encontronazos que ya quedaban para la historia, hasta que el rubio Israel Damonte respondió a un supuesto golpe y volvió a armarse la gresca.
Jugadores de primera línea, con pasado reciente en Europa y la Selección argentina como el arquero Mariano Andújar, tirando golpes de puño como un boxeador, al igual que el delantero Nicolás Mazzola en Gimnasia. Jugadores en el piso, indefensos, molidos a patadas por sus colegas, entre dos o tres. Piñas de atrás, traicioneras. Lo vivido anoche en el José María Minella fue una riña callejera de borrachos a la salida de un boliche. De esas que se ven ahora por las cámaras de seguridad, pero con futbolistas profesionales, ante las cámaras del mundo.
Y luego encima tener que escuchar al capitán de Gimnasia Lucas Licht echarle la culpa al árbitro Trucco porque "él comenzó todo expulsando mal a Bologna". O a un buen tipo, curtido y de mil batallas como Pedro Troglio, decir "son cosas del fútbol". Y ver a los jugadores de Estudiantes diciéndoles con la mano a sus rivales "salgamos todos juntos, vámonos a vestuarios", para que segundos después vuelvan al campo de juego para ¡festejar! con los hinchas sobre la popular del tablero. Y los del "Lobo", al observar esa falta de respeto y de vergüenza, volver a la cancha enojados con sus colegas.
También se lo vio, en medio de la gresca, al jugador de la Selección en el Mundial de Brasil, Marcos Rojo (exEstudiantes) bajar de la platea a la cancha sonriéndo, sacándose fotos con las promotoras, quizás intentando distender un momento desagradable. Vaya uno a saber.
La noche había tenido también que soportar a la barra de Gimnasia dos veces demorar el partido por sacar las banderas "trofeo" de Estudiantes. Antes del inicio del segundo tiempo, que comenzó cinco minutos después, y luego parar el juego otros siete minutos más. También una desmesurada catarata de fuegos artificiales en los comienzos de cada etapa.
Y para culminar todo, la gente aplaudiéndo a sus jugadores, jugadores que no los respetaron ni consideraron que la mayoría viajó 370 kilómetros y pagaron entradas de considerable valor.
Así está el fútbol argentino, o la sociedad. Un verano que dio muestras graves de lo que este maravilloso deporte puede aportar cuando la locura le gana a la razón. E increíblemente, esta vez los más jodidos fueron los de adentro.
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