Alfar: 9 meses en el paraíso, 3 meses en el infierno

En el sur de Mar del Plata, sobre la ruta de las playas más exclusivas de la ciudad, hay un barrio que en invierno convive con 4 mil familias y que en verano con fiestas y ruidos triplica su población. Hace apenas semanas consiguieron las obras de agua potable, pero las cloacas aún son deuda. 

El arroyo Corrientes atraviesa el barrio y lo divide en tres partes.
En días de temporal, el arroyo Corrientes se desborda. Los vecinos piden que sea dragado.
En la zona se encuentran los balnearios más exclusivos de Mar del Plata.
El hotel casino Alfar fue inaugurado en 1950, pero no tuvo el éxito esperado.
En 1951, la torre fue divida en propiedad horizontal y se vendieron las unidades.
Aún se conservan los muebles originales de la época en que fue inaugurado.
La iglesia ortoxa rusa, una excentricidad del Alfar.
Muchos eligieron el barrio para construir la casa propia.
Desde diciembre y hasta fines de febrero, la población del sector se triplica.
Liliana Ballanti, presidenta de la sociedad de fomento.
20 de Febrero de 2016 17:37

A la vera de la ruta provincial 11, en el sur de Mar del Plata se encuentra la Reserva Forestal Alfar, un barrio que se pobló al ritmo de quienes escapaban en busca de un poco de paz, lejos de la escandalosa Buenos Aires y, sobre todo, de los que lograron materializar el sueño de la casa propia.

Ese tramo de la ruta, entre el faro y Miramar, tiene una particularidad: en la década del ‘50, para evitar que los movimientos de arena afectaran al tránsito fue reforestado con aromos, pinos, álamos, eucaliptus, cipreses, tamarindos y lambertianas. Así surgió el denominado Paseo Costanero Sur, escenario de las playas más exclusivas de la ciudad, en donde alquilar un espacio de sombra implica invertir entre 20 y 40 mil pesos.

En Alfar hoy viven de forma permanente unas cuatro mil familias que durante dos meses y medio pagan un costo altísimo por vivir frente a los balnearios más selectos: cada verano, la población se triplica y el sector se convierte en epicentro de fiestas electrónicas y recitales al aire libre; el gran atractivo de vendedores ambulantes y cuidacoches que buscan hacerse un mango para pasar el invierno.

Entre mediados de diciembre y fines de febrero, dormir una noche completa en Alfar es casi imposible: la música que surge de los balnearios Mute, Destino Arena, Baquero y La Caseta y el viento del sur son la combinación perfecta para interrumpir el descanso de cualquier mortal. “Hemos visto chicos desnudos corriendo entre las casas, a los gritos”, dice Liliana Ballanti, presidenta de la sociedad de fomento. Pero puede ser peor: a veces, el viento de nuevo juega una mala pasada y alguna brasa que se cae de alguna parrilla de hamburguesas y choripanes amenaza con reducir a cenizas la reserva protegida por ordenanza municipal desde el año 1957.

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Cuando Liliana Ballanti conoció este lugar, en el ‘98, no se quiso ir más.

—Me enamoré— dice.

Entonces, dejó su vida en Buenos Aires y, con su marido y los hijos chicos, se vino a vivir a una casita ubicada frente al arroyo Corrientes, un torrente de agua que divide al barrio en tres partes y que deja de ser apacible en días de temporal, cuando  se desborda y deja en evidencia que lleva tiempo sin ser dragado.

Según dice, con el crecimiento exponencial y repentino del barrio quedó al descubierto la falta de infraestructura: sin redes de agua potable, el líquido que sacaban de las napas, cada vez más profundas, comenzó a salir amarillento y con olor nauseabundo, imposible de consumir.

Estudios privados arrojaron en 2011 que el agua contenía escherichia coli, hierro y manganeso, entre otros minerales nocivos. Esos estudios, que jamás fueron reconocidos por las autoridades de Obras Sanitarias, fueron el puntapié inicial de una lucha que unió no sólo a los vecinos de Alfar, sino también de los barrios San Jacinto, Playa Serena, San Patricio y Acantilados bajo un mismo reclamo: el agua es un derecho humano. Ese año, durante cada fin de semana largo, la gente cortó la ruta 11, en el acceso a Alfar, para dar visibilidad a la problemática.

Hace apenas unas semanas, por fin, empezó la primera etapa de la obra de agua potable que en un principio acercará el servicio a unas 300 familias. Osse, por su parte, sigue sin dar crédito a los análisis sobre la calidad del agua pero instaló en distintos puntos del barrio diez tanques con capacidad para contener 2500 litros de agua, que rellenan religiosamente tres veces a la semana.

Las cloacas son otra deuda pendiente en el sector: si bien se avanzó en una primera etapa que alcanzó a 32 manzanas, hay más de 100 que continúan a la espera. Mientras tanto, los vecinos arrojan los desechos en pozos ciegos y, algunos pocos, directamente al arroyo Corrientes.

Es sencillo tomar dimensión sobre la cantidad de habitantes que se radicaron en Alfar en los últimos cinco años: el único jardín de infantes del barrio duplicó la matrícula en pocos meses. “Hay muchas parejas jóvenes o con hijos chiquitos que empezaron a construir sus casas con el Procrear”, dice Liliana. Pero, aclara, hay otra cantidad de gente que llegó y se instaló en terrenos ajenos, cuyos dueños fallecieron o ya no viven en Mar del Plata. También hay quienes aseguran haber sido estafados o admiten haber comprado un lote flojo de papeles. “Lo raro es que no se hayan dado cuenta de que 30 mil pesos es poca plata para comprar un terreno acá”, se sorprende. Hoy, una porción de tierra en Alfar se cotiza a partir de los 40 mil dólares.

Así, la usurpación de lotes se convirtió en una nueva pelea de los vecinos aunque esta vez, no fue tan efectiva como con el tema del agua: si bien se dispuso que la Fiscalía 12 tomara denuncias sobre ese tipo de casos, la gente se encontró con que la presentación la puede hacer únicamente el propietario del terreno. “Hay muchos que fallecieron y localizar a sus familiares se hace difícil”, explica.

¿Entonces?

Y, mucho no se puede hacer.

 

 

El hotel casino que no fue: la historia del edificio Alfar

A mediados del siglo pasado, en pleno auge del turismo social, la Compañía Hotelera del Sur Argentino SRL encargó al arquitecto Carlos Navratil la construcción de un Hotel Casino, iniciativa que estaba en línea con lo que se comenzaba a ver en otros puntos turísticos.

Las obras comenzaron en el ‘47, terminaron un año más tarde y el 29 de diciembre del 1950 quedó inaugurado en calle 16, entre 1 y 3, el flamante hotel Alfar, considerado por los especialistas un ícono de la arquitectura. Su aparición generó semejante impacto en aquel momento que la zona, conocida como barrio Faro Punta Mogotes, fue rebautizada con su nombre.

Sin embargo, la sala de juegos que se habilitó no tuvo el éxito esperado y en 1951, cuando ya fue imposible revertir el fracaso del proyecto, se dividió en propiedad horizontal y se vendieron los departamentos.

El consorcio Alfar está compuesto por seis pisos y un total de 96 habitaciones de 19 metros cuadrados, con baño incluido. Las instalaciones conservan los muebles originales la época. En el primer piso, en el restaurante, aún está el mural en forma de L, de cincuenta metros cuadrados que pintó Juan Carlos Castagnino.

Aunque aún mantienen el esplendor de aquellos años, los departamentos se alquilan en temporada por 450 pesos diarios y es habitual que no haya disponibilidad. “Hay mucha gente que viene a hospedarse por la historia del edificio”, dice Juan Matto, el administrador del consorcio.

Sólo dos personas viven allí durante todo el año: Juan y una abuela. Es que, dicen, el viento del sur se filtra por los ventanales antiguos y el invierno es duro frente al mar.