Secretos de un guitarrero bravo

Claudio El Tano Marciello habla sobre cómo hacer un solo, su lenguaje musical, las bases de su sonido y el proceso para componer las canciones de Almafuerte. Diálogo con un maestro.

Tiempos de rock. La adolescencia del Tano Marciello fue determinante en la búsqueda de su propio sonido.

30 de Abril de 2016 09:40

Era octubre de 1974. Al Tano Marciello le decían Claudito, vivía en San Justo, cerca del camino de cintura. Su hermano Pablo era mayor y tocaba la guitarra, de hecho fue él quién lo acercó a la música: le hizo escuchar Hendrix, Pappo, Manal, Black Sabath, Deep Purple y demás figuras del santoral del rock. Claudito tenía 11 años y no podía entrar a escuchar recitales ni ver películas; de Woodstock sabía lo que le habían contado y apenas había hojeado alguna revista con fotos y una crónica del festival. Los días que había fecha en el Club Huracán se paraba en la entrada para escuchar desde la calle, y cuando terminaba el último tema salía corriendo a la puerta de atrás para ver cómo salían los músicos. Así se iba formando, escuchaba todo lo que podía para aprender. Ese octubre anunciaron a Invisible en el cine Gran Sele, era el debut de la formación Spinetta - Pomo - Machi. Pablo iba a ir, de eso no había duda. Y Claudito tenía ganas. Dio la casualidad que uno de los integrantes de la comisión directiva del cine, el señor Carmelo, era paisano del pueblo de su mamá.

- Lo tengo a Claudito que quiere ver a Invisible, Carmelo-, le dijo Pablo la noche del concierto.

- Es un problema, vos sabés que es un problema.

- Pero por favor, se porta bien.

- Vení acá Claudito, ni bien termina te vas rápido, que no te vea nadie.

Lo hicieron parar atrás de un telón de pana rojo, al lado de las puertas vaivén de la entrada. Esa noche, asomando la cabeza pudo escuchar en vivo, por primera vez, Suspensión, Jugo de lúcuma, Elementales leches, Azafata del tren fantasma, entre otras. “Ese concierto me dio vuelta la cabeza”, recuerda el Tano. Mientras cuenta la anécdota incorpora detalles sobre los músicos que escuchaba, sobre lo que significaba el rock en esos años de poca información y mucha curiosidad.

El tema Rock directo, que le da título a su último disco solista, es un homenaje a esa época. Marciello canta sobre cómo caminaba los barrios con una criolla para juntarse a zapar, sobre cómo Pescado Rabioso, Vox dei y La pesada fueron su partitura en las noches de vinilo y sacar solos. “Es de donde vengo y con lo que crecí”, dice. Cuando no estaban trabajando o en la escuela, se juntaba con amigos a tocar en alguna casa, corrían los muebles del comedor o se encerraban en un lavadero de dos por dos. De tanto en tanto aparecía alguno que tenía un galponcito en el fondo y lo prestaba. “En mi barrio tocaban agrupaciones que sonaban bien. Nosotros andábamos en la calle y si escuchábamos música nos quedábamos cerca de la ventana para escuchar. Así llegué a escuchar a El reloj, por ejemplo. Nos juntábamos a escuchar los ensayos desde afuera, sentados en la vereda”, recuerda.

- ¿Dónde quedó la mística del guitarrista que buscaba, que estudiaba con lo que podía?

- No quiero decir que se perdió. Veo que la data que hay ahora es inmensa. La tenés en el celular, vas en el bondi escuchando y viendo una clase de Steve Morse. Eso yo no lo tuve. Y veo, en los grupos soporte que tocan con Almafuerte, que hay pibes que la están rompiendo. Que haya más data está muy bien. Quizás lo que arrastramos los tipos de mi generación se nota en la imagen. Lo que tenemos nosotros es una forma de tocar que de alguna manera de traslada a cómo suena una guitarra hoy.

- Las bandas nuevas de rock parecen haber dejado de lado el solo de guitarra. ¿Cómo ves esta nueva tendencia?

- Eso es verdad. Yo noto lo mismo. No hay solos de guitarra, se preocupan más por las bases y las texturas. Usan sonidos gordos y frecuencias bajas. No sé qué me causa esto. Es un concepto de composición. Yo hago solos porque la canción me lo pide. Hay otras agrupaciones que no, reiteran estribillos y machacan la viola. Yo hago solos porque me formé en la escuela del rock que hacía solos de guitarra. Los guitarristas que escucho hacen solos. Es mi lenguaje.

El Tano hace una descripción amplia de artistas. Dice que escucha a Jeff Beck, a Gary Moore, a Frank Zappa y sus solos torcidos, a Brian May, a Eddie Van Halen. “Yo me nutro de esa armonía y la utilizo. Aprendí a hacer música por escuchar música, nunca estudié académicamente. Así se me dio, no quiero decir que haya algo que esté bien y algo que esté mal. Algunos la agarran por el lado del estudio, lo cual está fenómeno, y otros son autodidactas e increíblemente versátiles”, explica.

Su búsqueda sonora como guitarrista de Almafuerte es la banda en sí misma. Por supuesto que está Ricardo Iorio en letra y voz, y eso es mucho decir: los versos fuertes de Iorio y su presencia en el escenario hacen temblar a la patria metalera. Pero el poder de ese imperio está en la música de Marciello. Si uno presta atención, no hay dos conciertos iguales. La columna donde se apoyan las canciones son un entramado de notas que construyen el sonido de la banda, pequeños fraseos que fluctúan entrelazados, acordes barrocos puestos en el lugar exacto. El tano Marciello toca solo y suena como si fueran dos. O tres.

- En tu estilo de tocar hay elementos del tango, del folclore, del flamenco. ¿Cómo hacés para conjugar todos esos recursos de forma equilibrada y seguir sonando dentro de la escuela del metal? ¿Cómo lograste ese ensamble?

- Se da naturalmente, no sé cómo explicarlo. Me parece que está relacionado con no meterse de lleno en las cosas. Yo nunca me dije que iba a ser un blues man o un metalero cerrado. Mi leña es el rock, dentro de ahí me explayo por distintas corrientes, incluso piso un poco el jazz, pero no tanto. Cuando escucho a un guitarrista de jazz me vuelvo loco, el jazz tiene una riqueza de la puta madre. Yo soy el típico que dice “Voy a ir a ver a alguien para aprender a tocar jazz”. Pero me quedo tocando rock en el sillón de mi casa. Lo mismo con el flamenco y con el tango, son lenguajes que me apasionan. Lo que yo pude rescatar de eso es inconsciente, no sé cómo lo incorporé. Escuchó a Paco de Lucía, a Al Di Meola y me vuelvo loco. Tenés que ser un poco pícaro para usar la data que uno tiene.

Uno de los trucos principales en el sonido de Marciello es la técnica de la mano derecha. Con el dedo pulgar e índice sostiene la púa para machacar la quinta y la sexta cuerda. Con los otros tres dedos va pulsando acordes breves que duplican el plano sonoro. Así trabaja, en las canciones acústicas y con la distorsión a tope. Para tango, para metal, para folclore y para lo que haga falta.   

- ¿Cómo incorporaste esa técnica?

- A los dieciséis años fui al cine a ver La canción es la misma, de Led Zeppelin. Era funciones largas. Después de eso dieron un concierto de Yes en vivo. Yo los había escuchado y me fascinaba la guitarra de Steve Howe, pero nunca lo había visto. Me sorprendió muchísimo que el tipo tocaba algo con el pulgar y con los dedos arpegiaba otra cosa al mismo tiempo. Yo sé que es un estudio académico, que tiene relación con la música country y demás. Pero todo eso yo no lo tengo. Yo empecé a trabajar lo que vi con púa. Y es un recurso que todavía uso y que en parte define mi sonido. Ese terminó siendo mi estilo de tocar.

-¿Qué tiene que tener un buen solo de guitarra?

- Gusto. El solo tiene que cantar. Hay veces que ponés un solo para una canción y hay veces que usás las canción para meter un solo. Vos tenés que interpretar, enfocarte en el contexto general de la canción. Eso hay que hacer. Hay veces que los solos no dicen nada, fueron un montón de notas donde no pasó nada. La velocidad y todo eso, que son recursos que utilizo, tienen que ser funcionales a la canción y a la melodía del solo. Eso lo tengo muy en cuenta. Tengo solos que son rápidos, pero todos tienen melodía. No lo digo por vanidoso. A veces me escucho y encuentro que usé recursos interesantes.

Los solos del Tano surgen de la improvisación. Pero no del impulso matemático de seguir una escala enlazada a una sucesión de acordes. En este sentido es bien claro: Soy un tipo que me fijo qué está sonando. Tengo un patrón que me orienta. Cuando entro a grabar voy a un punto diferente de lo metódico de una canción. Pongo todos mis sentidos en función de lo que estoy escuchando e improviso en el estudio”. Lo increíble es que después se lleva el solo grabado a la casa para sacarlo, porque no sabe bien qué tocó. “Vos fijate que en el vivo hay solos que los piso porque es lo que me sale en el momento. Eso es muy interesante y conjuga con dos cosas interesantes. Por un lado, me queda plasmado el sonido del solo en estudio y después lo reinterpreto en el escenario”, dice.

Almafuerte está en stand by por un tiempo, calculan que hasta agosto. Iorio pidió un descanso. El Tano está aprovechando el tiempo para hacer gira con sus discos solista, se operó la ingle y está a semanas de ser abuelo. “La verdad que nos viene bien frenar. Encima hay otro disco en puerta, pero veremos cuándo sale. Ricardo anda viajando por cosas suyas también, así que estamos bien”, dice.

- ¿Cómo es la relación con Iorio para componer? Él hace las letras. Vos hacés la música. ¿Cómo es ese trabajo? ¿Cómo es el diálogo?

-  Hace un tiempo ya, desde que se mudó tierra adentro, lo que hago es grabar canciones, producirlas y mandarle todo a la distancia en un cedé. Le mando un disco con la música sola y otro con algunas melodías para orientarlo. Y algunos solos también. De esa manera él va escuchando y escribiendo.

- En síntesis. La música de Almafuerte es toda tuya.

- Podría decirse que sí, desde hace un par de discos. Desde Ultimando en adelante empezamos con este sistema. Y Trillando la fina ya fue hecho completamente de esta manera. Yo empecé a componer y Ricardo delegó eso. Él escribe, canta y define las melodías.

- ¿Cómo explicás el fenómeno Almafuerte? Ustedes tocan mucho y meten mucha gente cada vez que tocan. Puede que sean una de las bandas que más gente mueve en la Argentina.

- Sí. Es un poco así. Creo que es el resultado de la continuidad. Y el hecho de estar siempre tratando de generar algo nuevo. No somos una banda internacional con compromisos de hacer un disco al año, e igual estamos siempre haciendo y tocando. Todo es por haber forjado un camino y tener los contactos para que la banda siga avanzando. Nos movemos muy bien. Eso genera mucho interés. Somos una agrupación que lleva veintiún años de carrera.

- ¿Es verdad que ni siquiera ensayan de lo que se conocen arriba del escenario?

- Es verdad, ensayamos poco. Sólo ensayamos si vamos a variar mucho la lista. Hay temas que son inamovibles. Si agregamos alguno que no suele estar, lo probamos en el colectivo de gira o en la prueba de sonido y listo. Tal vez nos juntamos en una sala, pero poco. Ya estamos ajustados.

El tano ya tiene un nuevo disco solista terminado. Sólo le queda ensayarlo con la banda y concretar la edición. “Eso es lo más complicado –dice–. La industria discográfica está desapareciendo. Pero igual hay que tener el disco en físico, porque la gente tiene que saber que tenés un nuevo material. El disco está y es muy lindo, me gusta muchísimo”.

- ¿Cómo definiste el sonido de este nuevo disco?

- Es una continuidad del anterior, Rock directo, donde el sonido está más pesado. Es difícil a veces definir un disco.  El sonido en particular no tiene complicación, son sonidos directos de equipo. Yo no uso delays exagerados, ni reverbs gigantes, ni pulg ins. La batería es acústica y microfoneada. La guitarra se escucha de equipo, un sonido valvular con cabezal y un parlante, tal vez algún pedal de overdrive para los solos y nada más. Y en el ambiente un poco de reverb. Los solos son simples, no uso pedaleras ni nada. Yo le doy ambiente para que la gente se la crea, pero arriba del escenario ni yo lo escucho de lo bajito que lo tengo.

- ¿Cómo te sentís, además, en el rol de cantante?

- A partir de Rock directo encontré una manera de trabajar mejor la voz. En los discos anteriores estaba en la búsqueda. Yo soy guitarrista, no tanto vocalista. Con las armonías que uso puedo poner mejor la voz, sin forzarla. Si tuviese que romper la voz no estaría cómodo, porque son parámetros que yo no tengo ni uso. Pude encontrar otra faceta para colocar la voz y me abrió la posibilidad de componer mejor las canciones también.

Aquellos años de patear el barrio en busca de canciones fueron determinantes en la trayectoria del Tano Marciello. Todo lo que escuchaba era un dato a incorporar, lo poco que había se exprimía hasta lo último. Eran años filosóficos para la música, de pensar mucho tiempo en lo mismo. La cantidad de bandas que salieron a la luz en los últimos quince años llevó a dividir ese tiempo, fragmentarlo hasta casi la nada. Pero es así. Son las eras con sus embates. Se podría decir que es el mejor guitarrista el rock argentino. Hay argumentos de sobra para defender esa postura, pero ni vale la pena entrar en la discusión. Ya no se puede hablar de mejores y peores. Se puede hablar de talento y de ideas.

El Tano Marciello es un maestro que talló su nombre en el bronce de la historia.

Con eso, más que suficiente.

Foto: Derrocando a Roca