Fugados que dejan el tendal

Empresarios que desaparecen provocan el fenómeno. Cerca de 400 obreros perdieron su fuente de empleo en la industria pesquera marplatense. Datos propios del Soip, desde el cambio de autoridades y reglas en el control de desembarques. ¿Quién los rescata?

5 de Mayo de 2016 08:27

Juan Boccuti, Roberto Funes y Bastiano Di Scala son empresarios procesadores de pescado fresco que empleaban en sus distintos establecimientos a más de 250 trabajadores. Pocos efectivos bajo convenio siendo la gran mayoría precarizados en pseudo cooperativas.

El trío comparte una condición adicional a la de vincularse al negocio de venta de pescado al mercado interno y la exportación. Los tres se han fugado del negocio; bajaron la persiana de la planta o el frigorífico y desaparecieron de los lugares que solían frecuentar, dejando un tendal de gente en la calle por la que solo el Soip, el gremio del pescado, está dispuesto a lograr una reinvindicación.

El gremio maneja cerca de 400 puestos de trabajo perdidos por maniobras como la del trío de fugados desde que asumieron las nuevas autoridades políticas pesqueras y el fin de la joda. El ajuste en los controles de la descarga en los muelles del puerto que suturó el ingreso de pescado sin declarar. Materia prima que alimentaba las plantas procesadoras como las de Boccuti, Funes y Bastiano. 

Cristina Ledesma incluye en el listado otros despidos de personal efectivo bajo en que las empresas abonaron la indemnización correspondiente pero sobre todo el goteo de despidos continuos que se registran en el circuito marginal por el mismo motivo. Sobra gente para el poco pescado fresco que ahora llega a la mesa de corte.

La Secretaria General del sindicato le envió la semana pasada una carta a la gobernadora María Eugenia Vidal en la que le solicita un encuentro para analizar la grave situación que enfrentan los trabajadores en el puerto marplatense. Hasta ahora no ha recibido respuesta alguna.

Juan Ignacio Boccuti estaba al frente de le cooperativa 7 Mares, ubicada en Guanahani 3282, donde trabajan 25 personas, entre los cuales había algún pariente del empresario. “Ahora vengo y les traigo la plata”, les dijo a un grupo de obreros que le pedían dinero para pasar las fiestas, el 22 de diciembre del año pasado. Nunca más lo vieron.

Hace más de 45 días que Roberto Funes no convoca a sus 138 trabajadores a mover los brazos llevando cajones, cortando merluza o envasando filet en cunitas de plástico. El empresario tiene 51 obreros registrado bajo convenio en Fisherman, en José Hernández 69.

Funes, con su hijo y su yerno, que también pasaron a la clandestinidad, además le daban vida con pescado del Grupo Baldino a otras plantas fasoneras como “Oceanic”, donde se quedaron sin trabajo 52 obreros y “Planta Acha” o “Juan Fish” como también se la conoce, en Marcelo T de Alvear y Hernandarias.

Ahí Funes ocupaban a 35. Ambos grupos mantienen ocupada “El Tubo”, una fábrica en San Salvador y Figueroa Alcorta que en la puerta dice “El Pehuen”, que también cortaba pescado

de Funes. Es más, la planta es de su propiedad. “El Tubo”, porque ese ese es el sobrenombre del capanga de la cooperativa, se relocalizó con su gente en otro predio y quedó ajeno al conflicto.

Baldino se hizo cargo de una parte de los arreglos por la gente que dejó colgada Funes. El armador era el principal dador de pescado barato y a pagar con facilidades.

Otro capítulo de esta novela de escapes repentinos lo escribió Juan Sebastian “Bastiano” Di Scala. Hace más de un mes el empresario quedó con sus 38 obreros reunidos bajo el nombre de fantasía “cooperativa Bristol”, que al día siguiente les entregaba el garantizado semanal de $1500.

Lo esperaron en la puerta de la planta ubicada en San Salvador y Juramento. A las 48 horas hasta la madre de Bastiano preguntaba a los vecinos si tenían noticias de su hijo. Los 38 obreros ya estaban en la puerta del sindicato buscando auxilio.

En este caso, iniciaron una recorrida por todos los armadores e industriales que frecuentemente le daban pescado para procesar a Bastiano. La lista incluye ocho nombres, entre armadores, frigoríficos y cuentapropistas aventureros, quienes se comprometieron a aportar 250 mil pesos cada uno, sí leyó bien, un cuarto de millón, para alimentar un fondo indemnizatorio. Ninguno todavía aportó ni el 10%.

Cuando el pescado sobra, como sobraba hasta no hace mucho, por la vista gorda de los inspectores de tierra, que permitía a los armadores estirar a límites insospechados el cupo de merluza, la merluza llegaba en abundancia a manos de empresarios como Boccuti, Funes y Di Scala.

“Ninguna autoridad se ha acercado para mediar en estos conflictos, con plantas que aún permanecen tomadas por los trabajadores a la espera de una solución o aparición de estos empresarios”, le informa Cristina Ledesma en la nota presentada a María Eugenia Vidal.

Cuando la joda se terminó, cuando no hay manera de mentir en los partes de pesca ni las actas de descarga, el flujo de pescado disminuye de manera abrupta y genera estas consecuencias que por ahora ninguna autoridad parece preocupada ya no en revertir, sino en mitigar.

Y las cosas solo empeoran en el puerto. A la amenaza de varios industriales de no tener posibilidades de afrontar el pago de la boleta de luz (Frigorífico Bermejo pasó de 96 mil pesos en marzo a 187 mil en abril, cuyo aviso de corte vence este jueves) en las últimas horas bajó la persiana la planta de Miguel Durotovich.

Los 32 obreros de Durotovich procesaban pescado para Gaveteco, empresa que exporta condrictios (rayas y tiburones) y subproductos; recursos que estaban suscriptos a la joda y en estos tiempos no abundan. Ahora los procesa en la cooperativa “San Antonio”, en Gianelli y Elpidio González, que maneja Carolina, hija de Saúl Gavensky, el presidente de la empresa. Todo en familia.

Hay más. Martin Di Candilo, primo de la exfuncionaria de Pulti, no se fugó. Es la cara visible de “Gran Cardumen”, una empresa que hacía mercado interno. Tercerizaba la mano de obra en la cooperativa Losal, en una planta ubicada en Irala al 3900. Ayer le explicó a cada uno de los 31 obreros por qué tenía que cerrar mientras negociaba un arreglo. La gente ocupa la planta de manera pacífica hasta que reconozcan sus años de precarización laboral.

Los despedidos en menor escala, por goteo, desfilan en continuado por la sala de espera del sindicato. El grupo mayoritario reúne a 19. Son los de “Planta Rubén”, que hace unos días dejó de convocar peones y fileteros a trabajar. Una moda que parece haber llegado para quedarse en las calles del puerto.

José María Poletti, de Frigorífico Bermejo no sabe cómo continuar. Bajo convenio tiene 80 trabajadores y en la cooperativa “El Tigre”, que procesa frente al Centro de Salud 2, otros 50. Miguel Santos, de “Katrun” parece decidido a desvincularse del personal efectivo, unas 30 personas entre los turnos mañana y tarde, que cortan para Loba Pesquera.

Este panorama apocalíptico en días que los inspectores de pesca desarrollaban una medida de fuerza y trabajaban a reglamento como empleados administrativos, de 8 a 16, por no tener noticias del aumento salarial del 100% prometido por la Subsecretaría de Pesca.

Fue una ventana en que los armadores pudieron volver a gozar de la anarquía en los controles y trajeron mucho pescado que no declararon. Ahora les prometieron que el aumento se acreditará en dos semanas y volvieron a controlar las descargas.

Así y todo, la estructura del trabajo informal se descalabra mientras se adapta a una menor cantidad disponible de pescado para procesar, ante la indiferencia de las autoridades para salir a rescatar a los excluidos, en días de alta inflación y tarifazos.