La autovía 2, el inevitable camino para gestionar Mar del Plata

A pesar de haber renegado de los viajes a La Plata y Capital Federal, Arroyo aceptó que debe poner la cara para gestionar fondos para obras e inversiones. 

4 de Mayo de 2016 21:19

“Yo no voy a ser como esos intendentes que viajan todo el tiempo a La Plata y Buenos Aires. Voy a estar acá. Mar del Plata tiene demasiados problemas como para estar yéndose”, la frase de Carlos Arroyo pronunciada durante la campaña es una de las tantas ideas que el intendente tenía antes de asumir y que no pudo cumplir. Este miércoles, desde Vicente López, junto a un nutrido grupo de jefes comunales y la gobernadora María Eugenia Vidal, Arroyo selló el envío de casi 160 millones de pesos destinados a obras de infraestructura para General Pueyrredon.

Arroyo está lejos de disfrutar estas giras. Debe subirse al auto temprano a la mañana, viajar cuatro o cinco horas por la autovía 2, reunirse al mediodía en La Plata con Vidal o alguno de sus ministros, seguir viaje a Capital Federal para golpear las puertas de la Casa Rosada y a la noche encontrarse con Horacio Rodríguez Larreta, el jefe de Gobierno porteño. Y volver. No le gusta para nada. Pero, desde hace algunas semanas, dejó de pensar que no sirve. A regañadientes, asumió que para gobernar Mar del Plata es indispensable hacer esos 404 kilómetros de manera periódica.

El trabajo fue progresivo. No solo hubo que convencer a Arroyo de que debe ir a hacer las gestiones correspondientes en la capital provincial y en la Ciudad de Buenos Aires. También hubo un pedido de que abandone esa práctica de decir lo que piensa, especialmente cuando ello implique criticar al presidente y la gobernadora.

“Arroyo los acusa de burros a Vidal y Macri y después nosotros somos los que tenemos que poner la cara para gestionar fondos”, se quejó hace un tiempo un funcionario municipal de primera línea que sufrió en carne propia los retos por la incontrolable verba del jefe comunal.

Con una gestión calma y en marcha, un intendente puede tomarse estas licencias. Pero General Pueyrredon no cumple con esos requisitos y por eso Arroyo no tuvo más remedio que comenzar a acatar las “sugerencias” del Pro, que buscaba dos objetivos: ordenar a Arroyo y deactivar a los radicales y sus internas.

Lo primero fue aceptar el famoso tablero de control, una herramienta que se utiliza en grandes empresas para coordinar y controlar la marcha de proyectos y que el Pro lo trasladó a la gestión pública. Casi al mismo tiempo, surgió la versión del “coordinador” para enlazar la gestión municipal, provincial y nacional. El planteo fue tomado como una “intervención”, especialmente porque los primeros nombres que sonaron provenían del riñón del Pro en Capital.

Finalmente, el hombre elegido fue Gustavo Blanco, del riñón del Pro, pero al menos una cara conocida para el intendente. A él se sumó Agustín Cinto, un joven macrista, que llegó para ocupar el cargo de secretario de Modernización y ayudar a Blanco en la coordinación. Ellos dos junto al concejal Juan Aicega son los encargados de tender los puentes con los ministros y autoridades nacionales. La Provincia es otro asunto.

“Somos macristas”, repiten desde la Casa Rosada. No lo dicen en voz alta, pero la interna entre los que responden incondicionalmente al presidente y los que comienzan a ver a Vidal como la figura renovada del espacio ya se desató.

“Parece que están tomando las riendas”, dicen quienes analizan la realidad política de Mar del Plata desde afuera. Y esas riendas incluyeron un bozal para Arroyo. Desde hace varias semanas, el jefe comunal no se expone ante la prensa. Sus colaboradores decidieron que las reuniones sean a puertas cerradas y lo que se resuelva se informe a través de comunicados oficiales, que en general dicen poco y nada.

Blanco, como coordinador de Gabinete, asumió la voz en el gobierno municipal. Es el encargado de comunicar cada paso que da el gobierno, pero también absorbió otro rol: lleva adelante las reuniones con los posibles nuevos funcionarios (no son pocos). Si bien se supone que el secretario de Salud hace una preselección, por ahora, sus candidatos son los que han prevalecido.

Habrá que esperar a ver qué pasa con el reemplazante de José Cano, quien luego de tantos amagues, oficializó su renuncia. Blanco y el propio Cano se reunieron con Gustavo Schroeder, exsecretario de Hacienda de Daniel Katz. Arroyo, en tanto, charló personalmente con Abel Valderrey, extitular de finanzas de la gestión de Elio Aprile. Al jefe comunal y su tan mentado “entorno” lo convence más Valderrey y los hombres del Pro optan con Schroeder.

Lo cierto es que a partir de la corrección del rumbo comenzaron a bajar los fondos para Mar del Plata. “Si no es imposible. Hay que ir, poner la cara y negociar. Lo hizo Katz en su momento, lo hizo Pulti y lo va a tener que hacer Arroyo”, señaló un conocedor de las gestiones municipales.

Son muchos los que temen que Mar del Plata desaproveche la oportunidad de gestionar ayuda, cuando tiene alineados el gobierno nacional y provincial. Tanto Katz como Pulti terminaron su gestión alineados con Nación y Provincia. Pero ambos, también, iniciaron en sectores políticos distintos y, en base a viajes, reuniones y llamados, terminaron como aliados.

En el caso de Arroyo parece justamente lo contrario. Pese a no ser un dirigente propio del Pro se sumó a Cambiemos de entrada y a cinco meses de gestión más de uno ya le susurró al presidente y a la gobernadora que lo mejor es “soltarle la mano” y distanciarse. Sin embargo, los más experimentados advirtieron que es imposible salir ileso de un escándalo político en una ciudad vidriera como Mar del Plata.

La decisión de sostener a  Arroyo en el gobierno, incluye, ahora, la necesidad de que el jefe comunal comience a recorrer las oficinas de la Gobernación y la Casa Rosada más asiduamente. Que ocupe el lugar que le corresponde en las fotos de los mandatarios con jefes comunales. Y aunque le guste poco y nada Arroyo se sube al auto, toma la Autovía 2, y deja Mar del Plata para trabajar por Mar del Plata.