El arte de la guerra

Con Carlos Arroyo más controlado, dos funcionarios salieron en los últimos días a enfrentarse con los medios y la oposición. La verborragia sigue trayéndole problemas al oficialismo. 

Blanco y Vicente protagonizaron cruces picantes en los medios de comunicación en la última semana. Foto: 0223. 

29 de Junio de 2016 19:40

Triunfan aquellos que saben cuando luchar y cuando no.

Sun Tzu

 

Amante de las metáforas bélicas, Carlos Fernando Arroyo llegó a comparar los avatares de su gestión con sucesos de la Segunda Guerra Mundial. Sostuvo que las escandalosas salidas de algunos de sus funcionarios del gabinete eran “batallas perdidas”, pero que al final de la guerra ganaría él. Costó. Costó mucho lograr que el intendente regulara sus apariciones mediáticas rimbombantes que les generaban dolores de cabeza a todos sus hombres de confianza. Pero en las últimas semanas Arroyo bajó su perfil y la situación mejoró.

Cuando todavía no terminaban de festejar la mejora en materia de comunicación, los asesores del intendente comenzaron a padecer el “destape” de los dos funcionarios responsables de la política del municipio: el secretario de Gobierno Alejandro Vicente y el coordinador de Gabinete Gustavo Blanco.

El secretario de Gobierno, hombre del radicalismo y con paso anterior por la gestión pública (es cierto que en un cargo mucho más técnico que el que tiene actualmente), siempre se mostró como un funcionario conciliador y medido. Sin embargo, la semana pasada explotó, luego de la audiencia conciliatoria realizada ante la jueza Patricia Gunsberg, en el marco del amparo presentado por el Consejo de la Niñez y la Defensoría del Pueblo por la restitución de planes sociales y culturales.

“Creo que los medios equivocan el camino. Le prestan atención a estas cuestiones domésticas y no a cosas realmente importantes”, disparó. “Las cosas importantes” era una: la presentación del exintendente Gustavo Pulti a prestar declaración indagatoria dos días antes en la Fiscalía de Delitos Económicos.

El exjefe comunal trató de evitar las fotos de su paso por Tribunales y fue a dejar el escrito casi dos horas antes de la hora prevista. Solo un medio pudo retratar su breve paso por allí, el resto nos comimos el amague y tuvimos que reconstruir lo ocurrido.

La audiencia conciliatoria por la restitución de los programas destinados a los chicos de Mar del Plata concitó la atención de la mayoría de los medios de comunicación. Pero lo llamativo del caso fue que el funcionario lanzó los cuestionamientos por la mayor atención que recibió ese episodio con respecto al de Pulti desde una conferencia que el propio municipio había convocado.

Vicente se equivocó y lo sabe. Le guste más, menos o nada, cada medio tiene la libertad de definir qué cubrir y cómo cubrirlo. Y si de importancia o peso se trata, tampoco debería desmerecer la lucha por restituir talleres para los chicos de los barrios más vulnerables de Mar del Plata.

Luego llegó el turno de Blanco: el secretario de Salud volvió recargado de sus vacaciones en Estados Unidos. Durante los últimos días recrudecieron las críticas por parte de la oposición por el intento de que su viaje familiar pase por un viaje de gestión. El funcionario, hombre del Pro puro, volvió y dijo que se fue de vacaciones, a participar de un Congreso y aprovechó para hacer algunas visitas útiles para su gestión en la cartera sanitaria marplatense.

Sin embargó, no se detuvo allí y redobló la apuesta contra sus críticos. Y también apeló a argumentos, cuanto menos, discutibles: como Lucas Fiorini no es médico no está capacitado para cuestionar la política sanitaria que él lleva adelante en General Pueyrredon. A Alejandro Ferro lo inhabilitó por las irregularidades que investiga la Justicia de la gestión anterior y, por las dudas, aseveró que rifó todo su prestigio como médico. Y el más irracional fue el dardo a Marcos Gutiérrez: como es del mismo partido que José López no puede criticar la política sanitaria de Mar del Plata.

Más allá de lo reprochable de las declaraciones hay algo que en el seno del gobierno municipal debe preocupar todavía más: ¿para qué? Es cierto que aquellos que hacen la política son seres humanos que reaccionan cuando se sienten atacados. Eso le pasó a Vicente y a Blanco. Pero ya acumularon cierta experiencia como para saber que esas descargas les suelen costar caro. Corren el eje de los hechos y medios, opositores y oficialistas terminan abocándose a estos culebrones y no a temas de gestión.

Se suponía que la llegada de Agustín Cinto de la mano de Horacio Rodríguez Larreta tenía como fin –entre otros- mejorar la comunicación del gobierno municipal. En las últimas semanas, incluso, se pensó en reforzar todavía más el área: se anunció el desembarco de Eugenio Dimier, pero el jefe comunal le bajó el pulgar a último momento. Hasta el momento, más allá de algunas mejoras en términos generales, siempre surge alguna individualidad que rompe la armonía.

Los funcionarios municipales deberán seguir acumulando golpes y cachetazos, críticas bienitencionadas y golpes bajos y siempre tener presente algo: el que se enoja pierde.