La competitividad atada a la suerte

Si un barco fresquero descarga en soledad puede vender la merluza hasta un 40% más cara que una noche con sobre oferta, donde no alcanzará a cubrir los costos. La inflación devoró los beneficios de la devaluación.

Muchos armadores fresqueros envidian la suerte del camionero.

30 de Junio de 2016 08:15

Una de las primeras columnas de Puerto de Palos del 2016 advertía que los problemas de la industria pesquera no terminaban con la devaluación del peso, la salida del cepo y la baja a cero de las retenciones que se habían aplicado a la exportación de productos pesqueros.

A cinco meses de aquel diagnóstico, la situación de incertidumbre que sobrevuela entre las calles del puerto poco han cambiado para estimular a los barcos fresqueros a salir a buscar los recursos que permitan alimentar las plantas procesadoras de tierra y dinamizar el resto de la cadena.

La inflación que aumentó los costos de producción, la evolución del tipo de cambio que no acompañó la de los precios internos y la caída de los precios internacionales de los principales recursos forman un combo que sirve para explicar casi todos los motivos por los cuales la pesca fresquera se arrastra cuasi un lobo marino en la playa aledaña a la posta de inflamables en la Escollera Sur.

La sutura de la canilla negra, que dejaba entrar miles de cajones de pescado de merluza en los muelles del puerto marplatense provocó rápidos simbronazos: cerca de 400 trabajadores ligados a ese pescado que no aparecía en la estadística oficial, pero llegaba a plantas procesadoras no siempre habilitadas y los mantenía ocupados, quedaron en la calle.

Algunos todavía esperan que aparezcan los empresarios fugados para reconocer los años de servicio. Las horas diarias en la mesa de corte es posible que no se recuperen nunca más. Como los turnos de los estibadores para descargar pescado fresco o las mareas de los marineros, que alargan las horas en la sala de espera del Simape, a la espera de un relevo.

Marineros del Simape hoy aseguran que más de la mitad de los buques fresqueros está amarrado a muelle por no tener más cupo de merluza para pescar o por problemas mecánicos por los que nadie se apura en resolver porque los riesgos de salir “hechos” después de una marea son cada vez más altos.

“Las causas de la pérdida de competitividad en el sector pesquero superan el tema cambiario”, reconoce Diego García Luchetti. “Los números de los barcos no cierran de ninguna manera”, remarca el Presidente de la Cámara de Armadores de Buques Fresqueros de Altura.

Los armadores independientes no encuentran estímulos para salir a pescar: con menor oferta el precio de la merluza se estabilizó, aunque advierten que se ha reducido la plaza y se satura rápido. Deben calcular con la precisión de un cirujano cuándo meter el barco cargado porque si lo hacen en simultáneo con un par de barcos de 7 mil cajones, no tienen quien compre el pescado.

Un barco de 2 mil cajones que entra en uno de esos días, con suerte venderá la merluza entera a 9 pesos más IVA. Por 70 mil kilos de pescado, el armador se lleva $612 mil pesos al bolsillo.

Pero es un espejismo. La travesía tiene sus costos: 15 mil litros de combustible –si es un viaje corto- representan $180 mil pesos. Si es uno más largo, más de 20 mil litros. Aceites, lubricantes y gastos de banquina suman otros $10 mil. Para los víveres de la tripulación, $20 mil más. El hielo para que el pescado no se pudra, $20 mil adicionales. Para descargar los cajones, los estibadores representan un costo de $40 mil más.

Los salarios de los tripulantes representan una porción importante. Entre marineros, el patrón, los dos maquinistas y el capitán, suman 200 mil pesos de masa salarial. Más cargas sociales, que aunque no sea todo en blanco, representan cerca de $100 mil pesos.

“Sumaste todo”, pregunta el armador consultado. “Casi 30 mil pesos por marea, pero que no son tal… perdés plata…, porque no anotaste la ART, el prorrateo de la reparación anual del barco ni el seguro, los gastos administrativos, la movilidad, y eso sin romper nada”, aclara. “Rompí una red la otra vez; sin contar los materiales; 3 días de mano de obra para repararla: 20 mil pesos. Y así todo”, dice resignado.

La columna del debe puede tener variantes: si aparecen 200 cajones de rayas en la bodega en vez de merluza, crece un poco la facturación pero no cambia la estructura. O crecía, porque ahora también se desplomó el precio dela raya redonda y también la hocicuda porque Corea encontró productos más baratos.

Semejante inversión y riesgo para sacar un buque a pescar debería tener otra recompensa. Encima los riesgos no solo asoman en alta mar. En tierra firme el aumento de cheques rechazados atormentan la plaza y si ya era difícil vender, para algunos se complica cobrar. Especialmente los que tratan con Inser SA.

La rentabilidad en la pesca marplatense parece estar atada a la suerte de que no haya averías en la sala de máquinas, no se rompan equipos de pesca y una descarga casi en soledad en el muelle. En ese caso el precio del pescado puede subir hasta los $15 o $16 por kilo más IVA.

Pero con más de una centena de buques fresqueros operando, vaciar el barco sin competencia es casi un milagro. “Con 12 mil cajones la plaza se completa y no solo baja el precio, sino que no tenés a quién venderle. Hubo barcos que tuvieron que descargar la mitad de bodega un día y la otra mitad, luego del feriado largo. No había quien compre ni procese”, asegura un empresario.

Pequeños armadores envidian la capacidad de estiramiento del cupo que exhiben algunos de los barcos de Baldino, como el “Marcala”, “San Andrés Apostol” o el “Kantxope”, con 7200 cajones de pescado fresco cada uno. Todos vigilan sus movimientos porque si lo meten cuando entra uno de esos, perdieron el viaje.

Si Brasil ya no compra merluza a más de U$S 2800 dólares por tonelada de filet interfoliada –sigue siendo el principal comprador del pescado marplatense- el mercado interno, que en un momento fue un salvoconducto para seguir el envión de la inflación, se desmoronó.

De acuerdo a la consultora de Investigaciones Económicas Sectoriales (IES), el consumo interno de pescado en el primer cuatrimestre del año cayó un 35,4% en comparación al mismo período del año pasado.

“Somos caros en dólares y no podemos competir”, resume Fernando Rivera. El Presidente de CaIPA marca la evolución de los costos laborales y los compara con el dólar exportador. “Estamos atrasados en más de un 25%”, define.

Igual son pocos los que apuestan a una mega devaluación como salida de la crisis. A las autoridades bonaerenses les pidieron que se revisen los sobrecostos laborales –industria del juicio, ausentismo, accidentes-, bajar la carga impositiva del combustible, reducir los costos financieros, y las tasas para crédito para producir.

Marcelo Villegas y Leonardo Sarquis les pidieron 90 días para encontrar soluciones mientras esperan que la otra semana las cámaras aporten el listado de los problemas más urgentes. La patronal celebra la disposición oficial para encontrar soluciones. Todavía esperan el diagnóstico encargado en tiempos de Kiciloff.

Los ministros bonaerenses en tanto les pidieron a los gremios ”cero hostilidad” en estos 3 meses de plazo para “volver a poner a la pesca donde debe estar”, según dijo Sarquis tras la reunión, sin aclarar, obvio, cual era ese lugar ni cómo harán para conseguirlo.

Será por eso que ni Pablo Trueba, Cristina Ledesma y Carlos Mezzamico, bajaron el perfil y ya no advierten la parálisis que cruza al sector. “En cualquier momento nos pasamos al macrismo”, ironizó un marinero que colecciona horas en la sala de espera del gremio; sin esperanzas de encontrar un viaje.

Si en este plazo la actividad de la flota fresquera deja de depender del azar y cobra signos de previsibilidad, muchos armadores también harán fila para inflar globos amarillos.