Segundo semestre: la pesca se hunde por falta de competitividad

El costo industrial argentino es el triple que el brasileño y más del doble que el mexicano. Ingreso de pescado de cultivo más barato saca de mercado productos de las empresas marplatenses.

21 de Julio de 2016 07:04

Brasil compra apenas un tercio de los productos pesqueros de origen marino que compraba hace 6 años y se baja del podio de nuestros principales clientes. Ha cambiado la merluza hubbsi que aportaba la industria pesquera marplatense por el pangasius o la tilapia, una especie criada con dumping social y pocos controles sanitarios en países asiáticos, que llega a las góndolas de las grandes urbes brasileñas a un dólar más barato por kilo que la hubbsi.

La combinación explosiva de inflación interna y depresión de los precios internacionales de los principales productos activó una tormenta perfecta en la pesca local, que ya no se alcanza a disimular con la abundancia de langostino, que ayuda a capear el temporal, ni con la opaca temporada de calamar, que permitió sobrevivir a la flota potera con mejores precios.

“Los productos naturales como los de nuestro caladero pierden terreno por las especies de cultivo. En todos los mercados pasa lo mismo porque son mucho más baratos”, dice Fernando Rivera, presidente Caipa, la cámara que agrupa a los industriales integrados con buques y frigoríficos.

Si pudieran, manejar una granja acuícola sería el sueño de cualquier industrial pesquero marplatense, cansados de renegar con marineros y fileteros y preocupados al ver cómo se reduce la demanda de clientes tradicionales. “Ser competitivos es ganar plata. Nadie tiene barcos y frigoríficos para tenerlos parados”, argumentan los patrones.

Se evaporaron un 30% de volumen y divisas generado por las exportaciones a Brasil en el comparativo del primer semestre en relación al 2015. Año que ya había sido malo en comparación con el 2014. La caída no tiene freno. Siempre se puede estar peor.

“Creo que se dan varios factores”, reconoce Diego Mattera. Su frigorífico se ha caracterizado por tener fuertes vínculos con clientes brasileños. “La crisis económica genera cambios en el consumo. Muchos dejan de consumir y los que mantienen el hábito, cambian el tipo de producto por uno más barato”.

En el primer semestre Mattera envió solo 5 camiones con merluza, cuando en otras épocas esa cantidad la mandaban por semana. “Hoy en Brasil se come más por precio que por calidad de los alimentos”, subraya el empresario.

Dónde va la merluza que procesa la industria local y se cae de las góndolas brasileñas. Países europeos del este, como Bulgaria, Rumania y Croacia, ofrecen nichos pero a mucho menor escala. Solo sirven para mantener lo poco que funciona de la mínima estructura puesta a producir.

“El costo salarial industrial por hora de Argentina es altísimo y nos saca del mercado; no somos competitivos”, afirma Rivera. “Mientras nosotros tenemos un costo de U$S 13,32 dólares por hora, Brasil tiene U$S 6,63 y México, U$S 5,19; lo paradójico es que a nuestros trabajadores no les alcanza la plata para llegar a fin de mes”, completa el dirigente, que hace catarsis los fines de semana y activa el twiter de la cámara haciendo preguntas que por ahora nadie responde. El cuadro estadístico que ilustra la columna fue divulgado en un informe de Mariano Kostelboim y publicado en Infobae. Los datos son de enero pasado; ayuno de tarifazos y cierre de paritarias superiores al 30%.

“Bajar el costo argentino es un problema estructural y complejo. Porque no es una demanda solo de la pesca sino que atraviesa a todos los sectores productivos”, revela Rivera. En este contexto nadie piensa en crear nuevos proyectos de desarrollo y es difícil que lluevan inversores extranjeros. Los únicos que cambiaron algunas fichas en el puerto fueron empresas chinas, subsidiadas con apoyo estatal.

Cuando la carga Made in Argentina no es cara en dólares para consumidores atravesados por la devaluación de su moneda, como el caso brasileño, se topa con coletazos de otras crisis que hicieron tambalear el tablero mundial.

La de la caída del precio del petróleo arrastra colateralmente a la corvina que se está pescando ahora en la Bahía de Samborombón. El principal recurso del variado costero a esta altura del año es el foco de atención de flota de menor eslora. En estos días hay 50 embarcaciones participando de una prospección que se parece bastante al inicio mismo de la apertura de la temporada.

La corvina redujo sus desembarques un 25% el año pasado en comparación con el 2014. Pero el problema ahora no es de disponibilidad del recurso: los barcos en la prospección completan bodega con ejemplares de buen tamaño.

El inconveniente es que no hay a quien venderle. Países africanos como Nigeria, Angola y Camerún representaban el 80% del destino para la corvina. Pero ahora no disponen de mucha liquidez, fruto de la merma de ingresos por las exportaciones de petróleo. “Antes nos demandaban corvina grande pero ahora la reemplazaron por pescado de cultivo y nos piden tamaños más chicos”, dice Ciro D´Antonio, de Frigorífico Del Sud Este.

Sin el principal comprador, en los mercados que quedan, la corvina que pescan los uruguayos arranca con ventaja. “Pueden vender más barato porque tienen 300 dólares por tonelada menos de costos de producción que la nuestra”, explica Luis ignoto, presidente de la Sociedad de Patrones Pescadores. Una docena de lanchas pesca de corvina. Históricamente le venden a la cooperativa marplatense de pesca (Coomarpes).

Pero este año desde la cooperativa les avisaron que no tienen clientes. Solo la congelarán en sus cámaras frigoríficas, como hicieron con el cornalito que apareció semanas atrás. Las lanchas siempre han pescado a la espera, aguardando que los recursos se acerquen a su zona de influencia. Ahora deben esperar también por los compradores.

Si la industria pesquera arrastra la actividad portuaria a una tormenta casi perfecta, desde el Consejo Federal Pesquero contribuyen a mantener los negros nubarrones. Mediante la Resolución 17/6, actualizaron el arancel por los derechos de extracción de las distintas especies.

“Es un tarifazo brutal”, reconoció Mariano Retrivi, de la Asociación de Pesca Costera. Los consejeros activaron el “modo Aranguren”. Actualizaron la tarifa de la tonelada de abadejo, que saltó de los $70 a los $730, a partir del 1 de julio pasado. Y no se trató de una medida para desalentar la pesca de algunos recursos. La anchoíta es una especie excedentaria pero pasó de $ 11,10 a $ 61 la tonelada.

El segundo semestre llegó hace rato. Queda por ver cuándo desembarcarán las condiciones como para que la industria genere valor y vuelva a crecer. Hoy sobrevive y ya tachó del menú las expectativas que generaba el cambio de pantalla gubernamental.