El zoológico de Sierra de los Padres ofrece regalar todos sus animales

Luego de que vecinos de Acantilados denunciaran que dos caballos habían sido cruelmente sacrificados en plena calle, el director del Zoo de Sierra de los Padres no sólo defendió la actuación del personal, sino que además advirtió que llevan adelante su labor sin ningún tipo de ayuda del Estado.

6 de Julio de 2016 20:02

Por Redacción 0223

PARA 0223

Por Oscar Gastiarena, director del mini Zoo El ParaÍso

 

Ante la repercusión alcanzada por el accidente vial (un automóvil atropelló caballos en la ruta 11) me veo en la necesidad de explicar el protagonismo que tuvo personal de Zoológico “El Paraíso” de Sierra de los Padres.

Como viene sucediendo desde hace 22 años, la Dirección de Guarda parques de la Municipalidad de General Pueyrredon solicitó la colaboración de este establecimiento para “retirar los cuerpos sin vida de dos equinos”. El personal concurrió en la creencia de que estaban muertos pero, al llegar al lugar, comprobó que  agonizaban, pese a haber recibido minutos después de las 8  “cuatro inyecciones” para acelerar la defunción (eutanasia).

El Zoo llegó minutos después de las 12 y una de las personas que hizo la denuncia públicamente les agradeció haber concurrido “porque hasta aquí no llega nadie…”

Muchos  veterinarios afirman que cuando un caballo se fractura es muy difícil, casi imposible, salvarlo: algunos dicen que ello sucede por carencia de líquido sinovial que lubrica los huesos. Otros creen que, enyesándolos y colgándolos durante 6 ó 7 meses podrían llegar a subsistir. Sin embargo, hemos visto y leído, muchas veces que, los “pura sangre” cotizados en millones de dólares, se quiebran corriendo en el hipódromo y de inmediato son sacrificados en la misma pista con una sola y poderosa inyección.

El personal del Zoo llegó al lugar pasado el mediodía y los animales estaban sufriendo, una agonía larga y cruel. ¿Qué hacer? Sentarse a esperar que las inyecciones hicieran efecto? ¿Verlos desangrarse?

¿O tomar la decisión -siendo inexorable el deceso- de matarlos con un golpe?

Los empleados, acostumbrados a convivir con animales, sintieron lástima, piedad porque uno  de los caballos que estaba en pésimas condiciones porque las inyecciones después de 4  ó 5 horas no le hacían efecto, acudieron al rústico método que se emplea en los mataderos y en  los campos: pegarle un tiro (que debió haberlo hecho la policía) o aplicarle un mazazo, que también a ellos los dolía.

No es sensiblería y lo comprenderán aquellos que -alguna vez- debieron quitarle la vida a las propias mascotas para que dejaran de sufrir…

Después cargaron los dos cadáveres y al potrillito, que también tenía heridas, aunque no tan graves de las que afortunadamente se repone: ya recibió tratamiento veterinario, antibióticos, antiparasitarios, etcétera. Ahora, se  recupera  y estamos esperando que la autoridad correspondiente (policía, Fauna, Defensa civil, Zoonosis, etcétera) nos diga a dónde derivarlo.

El Zoo tiene que reconocer un error gravísimo: durante más de 20 años, recorrió Mar del Plata y la zona, capturando o ayudando a capturar animales autóctonos, exóticos y distinto tipo de reptiles; todos ellos derivados por alguna de las dependencias oficiales que señalamos. En ese lapso –dos décadas largas—jamás recibimos subsidio, subvención,  grano de maíz o un gramo de carne para alimentar esos ejemplares.

Ese fue el gran error: no pregonar esa realidad, no decir que el 85% de los animales que conviven en Sierra de los Padres son producto de incautaciones o donaciones de personas que compraron mascotas y al comprobar “que crecen en tamaño” y que necesitan espacios más amplios y cuidados especiales fueron cedidos. “Mucho te quiero perrito—decía mi abuela--, pero carne o alimento balanceado, poquito…”

 

Final con bomba incluida

Hay una campaña nacional contra los zoológicos y nosotros no vamos a defender a todos los establecimientos de este tipo, salvo algunos que debieran ser orgullo de los argentinos: Temaikén y el Zoo América, dos ejemplos a seguir.

Muchos venden animales, libremente; otros negocian con cotos de caza. Nosotros  podemos gritar como desafío: jamás vendimos un solo ejemplar. Nunca el Estado nos ayudó, al contrario.

Es difícil caminar por derecha y escuchar quejas y reproches. Por esa razón, cansados del clima anti zoológico, la dirección de “El Paraíso” con la ayuda de los periodistas que se hicieron eco de estos lamentables episodios y de quienes aman a los animales, así como  de las autoridades políticas nacionales, provinciales y municipales, desea formular una propuesta: si alguien cede gratuitamente 25 ó 30 hectáreas para recrear “una reserva faunística, o “un Eco Parque” (como se dice ahora), nosotros, previa autorización de Fauna, estamos dispuestos a donar todos los animales que conviven en “El Paraíso” de Sierra de los Padres…

Pero, queremos ser sinceros. Tampoco esa sería la solución porque desde todo el país se alzarían miles de voces cuestionando que haya tierras para los animales mientras miles y miles de compatriotas carecen del terrenito para levantar la casa propia.

La cosa tampoco acabaría ahí y muchos de la clase media pondrían el grito en el cielo: “A nosotros que hicimos tantos sacrificios económicos, jamás nos dieron nada…”

Esto nos recuerda una famosa fábula de Esopo: caminaba un campesino con su mujer y  el pequeño hijo iba  montado en un burro. Al llegar al pueblo, las murmuraciones dijeron: qué tonto y desalmado, la mujer debiera montar al animal y el niño caminar. Así lo hizo: la subió a ella al lomo pero al llegar a otro pueblo, lo criticaron a él: zopenco, en lugar de cabalgar, camina y se cansa.

Por ello, con todo  descaro me animo a parafrasear al genial escritor: si esto ocurriera en nuestros días, la gente afirmaría como si fuera “excátedra”: ¡Qué desalmados! Hacen caminar al burro, cuando los tres deberían alzar a la pobre bestia y llevarla a upa.

En síntesis, el Estado hace agua por los cuatro costados y no levanta bandera de remate porque todavía hay algunos que apuestan a la argentinidad.

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