La austeridad, en el centro de la escena

3 de Agosto de 2016 20:27

La palabra austeridad se repite una y otra vez dentro del gabinete municipal, especialmente en las últimas horas cuando el (no) pago de los salarios de los trabajadores municipales vuelve a estar en el centro de la escena y el STM amenaza con nuevas medidas de fuerza. En ese contexto, el intendente Carlos Arroyo anunció el fin de las horas extra y otras medidas para reducir el gasto público. La decisión llega en medio de la polémica por el sueldo de los funcionarios y el planteo del secretario de Salud Gustavo Blanco de que solo se perciban los viáticos.

La situación abre un debate de antaño, que genera discusiones, enojos, peleas y polémicas que nunca conducen a nada. Y esta vez no será la excepción.

Desde que asumió, el jefe comunal se propuso como una de sus metas llevar adelante una gestión austera. Así, antes de que termine 2015 anunció que los funcionarios se pagarían sus propios teléfonos y ya no habría teléfonos celulares “oficiales”. Se trató de un gesto, no de una medida que tenga una implicancia real en la economía de un municipio como el de General Pueyrredon.

Esa medida, apenas comenzó la gestión arroyista, chocó con los nombramientos de cargos políticos que empezaron a multiplicarse. Hoy, el jefe comunal ya nombró más de 110 funcionarios políticos, una cifra muy por encima de los 30 con los que prometió gobernar Mar del Plata durante la campaña. Varios de ellos con ligazón familiar o afectiva con el intendente, lo cual agravó la situación.

No obstante, el debate acerca del número de funcionarios bien puede compararse con la discusión sobre los sueldos. El número se vuelve excesivo si ingresan cargos que no tienen razón de ser. Si los funcionarios políticos cumplen un rol y se justifica su ingreso al Estado el número será el correcto. Lo mismo con los sueldos: ser funcionario público demanda una dedicación que debe ser recompensada económicamente. Pero esa dedicación debe ser honrada por quien ocupa el cargo. Primero, debe ser idóneo para el puesto. Segundo, debe dedicarse constantemente.

La promesa de Arroyo de gestionar Mar del Plata con un puñado de funcionarios durante la campaña puede adjudicarse a demagogia o desconocimiento de la dimensión del Ejecutivo de esta ciudad. Es probable que los 113 funcionarios  que nombró Arroyo se acerquen más a la necesidad de este municipio.

La discusión, entonces, debe ser cualitativa. En las primeras líneas, siempre es más fácil impulsar este debate. De hecho está latente y el jefe comunal –por distintas razones- tamizó su gabinete y produjo significativas modificaciones con respecto al que comenzó el 10 de diciembre. Y todavía quedan algunos cuestionados por su capacidad de gestión.

Pero el volumen de nombramientos se da en segundas y terceras líneas de las cuales la población prácticamente no tiene registro. Es difícil determinar si funcionarios, de los cuales no se conoce el nombre ni la tarea específica que deben cumplir, son necesarios o no. Y así se opta por realizar un diagnóstico generalizado. En ese contexto, Arroyo sale desfavorecido: incorporó muchos funcionarios con el cargo de director coordinador, una figura admitida legalmente, pero que parece estar hecha a la medida de “pagar” favores políticos.

En materia de sueldos, desde el Ejecutivo defienden los montos con un argumento irrebatible: cobran lo que dispone la ley, ni más ni menos. Sin embargo, en un contexto de crisis como el actual, surge la idea de que los primeros que deben “sacrificarse” son los funcionarios y reducirse el sueldo es el reclamo más habitual.

“Esa idea va en contra de lo que el propio Macri piensa. En campaña dijo a una mesa chica que los funcionarios deben cobrar el doble de lo que cobran para que no exista ningún tipo de tentación a corromperse”, confió una fuente cercana al armado de Cambiemos. En un mundo ideal, un funcionario público debería asumir su rol por vocación y la idea de aceptar sobornos o corromperse, ni siquiera debiera ser tenida en cuenta. Pero en el mundo real la corrupción atraviesa a todos los partidos y deben tomarse los recaudos posibles.

Es entendible que estas discusiones salgan a la luz en tiempos de crisis. Y no debe abandonarse la lucha sobre la utilidad o no de los funcionarios políticos. Pero se trata de un árbol que no debe tapar el bosque: lo que Mar del Plata necesita es que comiencen a llegar obras e inversiones que generen empleo genuino y modifiquen la calidad de vida.