El temporal que sacude a Arroyo

14 de Septiembre de 2016 23:37

Las ráfagas de más de 100 kilómetros por hora que volaron techos, estallaron vidrios y tiraron cientos de árboles en Mar del Plata fueron el escenario perfecto de otro temporal que tuvo un solo destinatario: el intendente Carlos Fernando Arroyo. Los municipales llevaron adelante un paro de 8 días por el pago parcial de los sueldos correspondientes a agosto y el intendente tuvo que volver a pedir el auxilio del gobierno provincial para poder pagar los salarios.

Viajes, charlas, promesas, retos y muchas idas y venidas culminaron este miércoles con el envío de un anticipo de coparticipación que será devuelto la semana próxima con el Adelanto del Tesoro Nacional que se trabó a última hora.

Así, el jefe comunal superó su tercer mes consecutivo de conflicto con el Sindicato de Trabajadores Municipales (STM), aunque la situación cada vez se tensa más. Y la pregunta que quedó flotando por estas horas en la ciudad es qué pasará en 20 días cuando el intendente deba pagar los sueldos otra vez. Hoy todo conduce a una respuesta que nadie quiere escuchar: lo mismo que los tres meses anteriores.

El secretario de Hacienda Gustavo Schroeder había recibido el lunes el compromiso del gobierno provincial de un aporte para solucionar el problema. La plata se demoró más de lo previsto, dicen en el municipio y provincia, por cuestiones “operativas”.

Entre la promesa y la concreción hubo un cambio fuerte: Arroyo le pidió la renuncia al presidente del Emtur, Mario Marchioli. En el entorno del jefe comunal habían asegurado semanas atrás que la decisión de correr a Marchioli era un deseo de María Eugenia Vidal. En el entorno de Vidal desmienten ese planteo. “Es una interna de ellos”, dicen. Lo concreto es que el jefe comunal desplazó al funcionario y en menos de un año el ente de turismo de la ciudad más emblemática del país en esa materia cambiará de presidente por tercera vez.

En medio de las negociaciones para conseguir auxilio económico Schroeder también llevó un planteo para terminar con la angustia financiera que el municipio atraviesa todos los meses: que la Provincia autorice al municipio a emitir un bono de deuda. “Con eso dejaríamos de pagar los intereses salvajes del descubierto bancario y podríamos empezar a planificar la gestión de otra manera”, dicen desde el Ejecutivo.

Sin embargo, hasta el momento, el secretario de Hacienda no logró convencer a la Provincia de su plan: “No sabemos por qué no quieren, pero tampoco plantean otra alternativa”.

En ese contexto, la visión de la Provincia comienza a ser cada vez más negativa sobre la gestión de Arroyo. Reconocen que la herencia que recibió no fue sencilla, pero creen que no es distinta a la de muchos distritos bonaerenses que, ni por asomo, tienen los problemas que atraviesa General Pueyrredon. “Evidentemente se cometieron muchos errores”, reflexionan.

Con todo, “al menos por ahora”, hay voluntad de seguir ayudando al intendente y su equipo, aunque eso no significa darle un cheque en blanco o, mejor dicho, darle un cheque todos los meses para que pague los sueldos de los trabajadores. “Mar del Plata es una vidriera, no podemos dejarla estallar. Pero se tiene que dejar ayudar”, repiten los operadores bonaerenses. Lo que nadie especifica es qué implica el “dejarse ayudar”.

La relación entre el municipio y la provincia, según ambas partes, tiene otro problema: los interlocutores. A pesar de dar el mismo diagnóstico cada cual tiene visiones distintas del conflicto. Desde hace tiempo, el intendente decidió correr al joven Agustín Cinto, el enviado del Pro a Mar del Plata para coordinar la gestión.

“Ese es un problema. Arroyo lo corrió y eso lo perjudicó en su relación con la provincia”, señalan en el entorno de Vidal.

“El problema de Agustín es que no tiene idea de lo que es Mar del Plata. Viene con el chip de Capital Federal y le parece que todo lo que se hace acá está mal”, replican de la otra vereda. Arroyo eligió empoderar a su yerno Mauricio Loria para que se convierta en el puente entre el Municipio y la Gobernación. Si bien logró tender algunos, todavía no tiene el consenso suficiente para ordenar la situación. Algunos, además, creen que tampoco tiene la capacidad y la experiencia política para hacerlo.

Así se llega a este círculo vicioso: la persona que la Provincia quiere como interlocutor tiene el rechazo de Arroyo y la persona que Arroyo quiere como interlocutor con Vidal no tiene apoyo de la Provincia. Cada uno quiere imponer su criterio, pero en esa puja hay solo uno que necesita desesperadamente del otro para que la ciudad no estalle.