Los factores de la destitución de Dilma

Dilma ya no es presidenta. El desenlace era sabido aunque la noticia no deja de impactar. Brasil no es cualquier país. Es una potencia emergente, protagonista de lo que se denomina el nuevo orden mundial que discute consolidar la multipolaridad en pos de una sociedad menos injusta y sin una hegemonía total. En este debate, América Latina cumplió un rol central: Brasil y Argentina en el G20, el Mercosur como quinto PBI más grande del mundo y con la potencia regional como principal articulador de los BRICS y el eje sur-sur que proponía la cooperación de nuestra región con África y parte de Asia. Por eso, un cambio de dirección en la política de Brasil no es un dato menor. El fin de la película no surge de la nada. Tiene que ver un contexto internacional determinado, una correlación de fuerzas interna, errores propios y 13 años con muchos aciertos. Proponemos el análisis de lo sucedido dividido en tres factores.

Factor externo

Hay algunos elementos externos que han afectado a los gobiernos progresistas de la región. La baja de los precios del petróleo generada por un freno en la demanda (Estados Unidos es el principal comprador) sumada a otras caídas en la economía doméstica hicieron que la política económica brasilera tuviera en su última etapa un giro más técnico y ortodoxo orientado a la reducción del déficit fiscal y la baja de la inflación.

Brasil nunca tuvo una política de tipo anti-estadounidense, más bien ha logrado insertarse en el escenario mundial a partir de un manejo “maduro” y diplomático de las relaciones internacionales. No obstante, durante la presidencia de Ignacio Lula Da Silva se consolidó el Mercosur (con el recordado rechazo al Alca en 2005), se forjó la Unasur y logró consolidar su rol en el armado de una infraestructura política y económica del nuevo orden mundial, tanto en el debate del G20, como en el emblemático Brics con China y Rusia y el Banco de Desarrollo como alternativa al FMI. Todo este esquema de poder alternativo internacional ingresa en una etapa de estancamiento luego que Estados Unidos dejara de comprar petróleo a los países exportadores de hidrocarburos para trasladar la crisis que había nacido en su propio seno a las economías emergentes.  En este contexto, China se ocupó en de trabajar su propio freno en el crecimiento y Rusia se concentró en recuperar su economía y afrontar las sanciones de la Unión Europea. Con los emergentes recalculando, la crisis internacional empezó a darle a estos países algo más que coletazos. La caída de Dilma deja rengo al Brics, que no tiene más remedio que reconfigurarse.

En términos regionales, la destitución de Dilma le viene como anillo al dedo a aquellos que buscar orientar al Mercosur hacia una lógica más aperturista. Brasil era el principal sostén de Venezuela en plena ofensiva de Argentina y Paraguay. Ya con Temer como presidente provisional, Brasil se sumó a la troika del conservadurismo regional que tiene como único objetivo inmediato sacarse del medio al país bolivariano.

Factor interno

Los gobiernos de Lula Da Silva y Dilma Rousseff tuvieron importantes avances en materia social como el Plan Bolsa Familia y su objetivo de garantizar la escolaridad de los niños, el Programa Garantía Renta Familiar Mínima, el Crédito Consignado destinado el incentivo del consumo popular, el Plan Mi Casa Mi Vida (similar al Procrear argentino) con casi dos millones de viviendas entregadas, el Pro Joven que capacita a jóvenes para ingresar al mercado laboral, el Plan Brasil Sonriente que asistió a cerca de 30 millones de desdentados y otras políticas sociales que garantizaron el acceso a los hospitales públicos y otros servicios. Estas políticas lograron, según datos de la Cepal, que la pobreza bajara de 36,4 % en 2005 a 18.6 % en 2013, mientras que la pobreza extrema bajó del 10.7 al 5,4 por ciento. En síntesis, durante las tres primeras gestiones del PT más de 35 millones de personas salieron de la pobreza en un ciclo con crecimiento económico sostenido. El índice Gini pasó de 0,58 en 2003 a 0,54 en 2010, bajando a 0,52 en 2014 y subiendo a 0,54 en 2016. La desocupación también estuvo en agenda con una reducción de 12.4 % en 2003 a 6,7 % en 2010 creando una nueva y pujante clase media. No obstante, la crisis económica llevó a Brasil de ese índice de desempleo del 6,7 por ciento en 2010 a 11.2 por ciento en 2016. Todos estos avances alcanzados entre 2003 y 2010 ingresaron en un espiral de estancamiento que perjudicó a la base social del PT. En este análisis respecto del factor interno, el punto de inflexión se da luego de la victoria de Dilma en la segunda vuelta con Aeccio Neves. Luego de fuertes presiones de los grandes medios de comunicación y la Federación de Industrias del Estado de San Pablo, Dilma comete el primer error que en un futuro terminaría con su mandato democrático: entregarle el Ministerio de Hacienda y Finanzas a Joaquim Levy, un neoliberal cuya gestión estaba destinada a incorporar la agenda de la oposición y reducir el déficit. Recortes de derechos laborales y ajustes solo sirvieron para engrosar las filas de desocupados y envalentonar a aquellos que buscaban destituir a Dilma. Y eso pasó. Dilma debilitada decidió, a juicio de quien escribe de manera tardía, poner a Lula en el centro de la escena política para, entre otras cosas, recomponer las heridas con el PMDB y darle otra dinámica al gobierno. El tema es que la fuerza aliada del PT ya tenía decidido su divorcio político y habilitar la apertura del juicio político en su contra.

Lula creyó poder manejar desde la negociación y el acuerdo táctico la relación con el PMDB  y se equivocó. Con la justicia investigando cada uno de sus bienes, el PMDB convertido en opositor y los medios poniendo a Lula y Dilma como los responsables de unos de los máximos del caso de corrupción más importante de la historia reciente, la vida del PT entro en su fase final.

Factor corrupción

47 de los 61 senadores que votaron la destitución de Dilma Rousseff tienen causas y procesamientos por delitos de enriquecimiento ilícito, cuentas en el exterior, recepción de coimas, entre otros delitos. La inmoralidad de todo este proceso hizo que todos estos personajes protegidos por parte del poder judicial y los medios de comunicación derrocaran a una presidenta elegida por 54 millones de brasileros por un supuesto delito de responsabilidad que nunca pudo ser comprobado. Es la primera vez que el Tirbunal de Cuentas considera irregular el dictado de decretos para reasignar recursos presupuestarios. Llamativamente, el Congreso sancionó la ley 13.332/16 que en forma expresa legitima la práctica por la que fue sancionada la expresidenta. Esto significa que el presunto delito de Dilma ya no es tal.

Entonces, ¿inventaron un proceso con el único objetivo de derrocar Dilma?

Conclusiones

¿Cómo es posible que una fuerza política que ganó cuatro elecciones seguidas y mejoró de manera tangible la vida de sus habitantes termine destituida por un puñado de senadores a menos de dos años de haber obtenido 54 millones de votos?  Hay varias respuestas posibles, pero nos centraremos en una sola que es la falta de cambios estructurales.  Lula mantuvo durante sus dos presidencias una relación de conveniencia con la elite política y los grandes poderes económicos. De esa manera gobernó con la anuencia de la poderosa burguesía paulista y del Partido del Movimiento Democrático Brasilero (PMDB). Esto fluyó en los períodos de mayor crecimiento económico de la mano de un apoyo popular contundente. Cabe destacar que Lula terminó su mandato con casi 80 por ciento de imagen positiva. Frente a esta conveniencia táctica, el Partido de los Trabajadores postergó, entre otras cosas, una reforma política que pudiera ser refrendada vía plebiscito y que marque algunas pautas para que Brasil no sea ingobernable.

En la sesión de diputados que votó el inicio del proceso de impeachmeant había 35 partidos políticos diferentes. En esta lógica, el que más poder económico tenga más territorialidad ostenta. La trama de corrupción que involucra a todo el sistema político con Petrobras y empresas constructoras como Oderbretch, es una muestra clara de ese panorama. A su vez, esa reforma pendiente debería haber apuntado a cambiar la representatividad en un Congreso absolutamente elitista. Brasil tiene en su población un 60 por ciento de negros y pardos, solo 3 por ciento tiene representación en el Congreso. Por otro lado, el 51 por ciento de la población total de Brasil son mujeres que cuentan solo con un 9 por ciento de representación en el parlamento. Por otro lado, el 1 por ciento de la población proviene del empresariado rural pero cuentan con el 30 por ciento de los representantes del parlamento. Por último, el 3 por ciento de la población son empresarios y hay un 50 por ciento de parlamentarios que vienen del sector empresarial.  Estos son algunos cambios estructurales que el PT no afrontó. La carta (insuficiente) de esperanza para el PT es la posibilidad de una candidatura de Lula en 2018, siempre y cuando no sea inhabilitado por la justicia. La movilización tendrá que ser un factor clave en este nuevo panorama regional. El PT tendrá que hacerse cargo de la desmovilización de los últimos años para construir una resistencia a un gobierno que parece estar dispuesto a hacer todo lo que le pide el mercado.

Son muchos los interrogantes futuros dentro de un contexto desfavorable para el progresismo latinoamericano. Tal vez el consumo popular como motor del crecimiento no alcance para darle sustentabilidad a procesos que buscan construir sociedades más justas. dado que termine condicionado por los vaivenes de la economía global y el compromiso de las burguesías locales. Será cuestión de considerar un profundo cambio en la estructura legal expresada en vetustas constituciones y dotar de herramientas a la población para que la voluntad popular esté por encima de cualquier interés sectorial. De todos modos, será cuestión de barajar y dar de nuevo.