Siempre estamos de fiesta
La inesperada prohibición a las fiestas electrónicas en Mar del Plata se ha fundado en que se quiere evitar el narcotráfico y proteger la salud de los probables consumidores que concurrirían a ellas. Una vez re-autorizadas se ha llevado a cabo un plan de prevención y atención sanitaria.
Todas las idas y vueltas para hacer lugar, por fin, a la autorización dada anteriormente a empresarios que organizaron, contrataron e invirtieron sumas enormes, han dejado en claro algo: la modificación arbitraria, sorpresiva y de último momento de las reglas de juego por parte del municipalidad.
Este proceder que ha sido tan difícil de justificar hasta para los mismos desorientados funcionarios, se ha convertido en la peor carta de presentación para incentivar una apuesta empresarial o comercial para Mar del Plata, paradójicamente con la más alta desocupación del país.
Industria, comercio, actividades culturales, pueden ser víctimas de una sorpresiva e inentendible resolución que de por tierra con lo pactado.
Los hechos dejan en claro que la única actividad que no corre riesgos de recibir una intervención oficial es la que se lleva a cabo en la Zona Roja de Mar del Plata, enorme área a la que las cámaras de seguridad municipal brillan por su ausencia, invadida por la venta de drogas, por explotación de personas, por quienes incumplen con sus deberes de funcionarios públicos o por quienes violan la ley de profilaxis.
Sin contar con la alarmante transmisión de enfermedades venéreas, HIV, tuberculosis y otras, ante la absoluta falta de prevención y atención sanitaria, por precisamente no estar autorizada “legalmente” esa actividad.
Conviven así un incomprensible intervencionismo irrespetuoso y autoritario, para evitar un probable daño a consumidores, con la más absoluta y llamativa ceguera oficial que implica facilitar la comisión de miles de delitos, que ponen en riesgo a toda la comunidad.
Por eso siempre estamos de fiesta.
Temas
Lo más
leído