¡Un año!

Hace un año, me tocaba vivir uno de los peores días de mi vida. Un día normal se transformó de un momento a otro en el día más triste y humillante que lamentablemente me ha tocado vivir.

Aquella madrugada quedó marcada a fuego en mí para siempre. Pero lo que más duele es saber que también quedará grabada en quienes descansaban entonces conmigo, en la intimidad de mi hogar, mis hijos y mi esposa Silvana. Aquella madrugada impregnó para siempre la memoria emocional de mi esposa y de mis hijos como un tatuaje que nunca eligieron hacerse

El sonido de un teléfono o de un timbre en horas de la madrugada nunca trae buenas noticias. Pero si a eso le sumamos la entrada intempestiva y casi violenta de oficiales a mi casa, podrán darse la idea de que hace exactamente un año nos sacaron de la cama y nos hicieron vivir la peor humillación que puede vivir una familia: ver arrebatada su intimidad y su paz. 

Me sacaron de mi casa de madrugada, adelante de mi familia, sin explicaciones ni motivo alguno. Cosa que habitualmente no se hace ni con los narcotraficantes o violadores. 

El único argumento era que un fiscal de La Plata me tomaría declaración. Nunca antes había recibido una sola citación para que me presentara ante una fiscalía o juzgado. Jamás había recibido un requerimiento ni en mi domicilio personal ni en la empresa familiar

No obstante, cuando vi que el procedimiento policial se llevaba a cabo como si estuvieran deteniendo a un violador o asesino serial, entonces comprendí que la consigna era la humillación, primero frente a mi familia y en mi ciudad, y luego frente a los medios.

Lo único que les importaba era el circo mediático y el escarnio público de mi persona. Vale la pena recordar que ya era funcionario público por el Pro de mi ciudad.

En el viaje hacia La Plata, y a pesar de mi estado gripal y fiebre, trate de ir comprendiendo lo que estaba viviendo pero todo resultaba incomprensible y sobre todo absurdo. Como corolario del número circense en el que me metieron como protagonista forzado, y antes de bajar del camión policial...si camión policial, alguien dio la orden de que me esposaran. El mismo policía que me custodió con respetuoso silencio durante el viaje me hizo saber, tal vez como entendiendo lo que pasaba por mi interior, que tenía derecho a cubrirme el rostro a lo cual me negué.

Decidí bajar del camión con la cara descubierta y la frente en alto. Pensé que me esperaba un fiscal, en la sede del Ministerio Público. Lo que no sabía era que se había montado un operativo periodístico hollywoodense, pocas veces visto por una imputación, a todas luces falsa, hacia un funcionario de rango municipal. 

A las pocas horas, después de haber declarado ante el fiscal, comprendí que antes de acceder a la oficina del Ministerio Público, ya habían logrado lo que querían: mi foto bajando de un camión policial esposado, en el marco de una operación judicial donde un fiscal me imputaba por creer que era parte de una asociación ilícita en el caso del Astillero Rio Santiago, una de las causas más grandes de corrupción que involucra a gran parte del gabinete del exgobernador Daniel Scioli. Un astillero que no pisé ni visité en mi vida, con autoridades que jamás conocí ni tuve vinculación alguna

Durante meses mi buen nombre y honor fue mancillado en todos los medios públicos hasta que seis meses después mi inocencia fue confirmada en mi absolución definitiva. Cuando digo que mi inocencia fue confirmada es porque nunca hubo un solo motivo para sospechar acerca de mi participación en el hecho que se me pretendía imputar y por ende nunca pudieron romper el principio de inocencia. 

Lo paradójico es que el mismo fiscal que ordenó mi detención en horas de la madrugada y en mi hogar familiar fue el que un tiempo después acompañó el pedido de absolución hecho por mi defensa.

Se llevaron puesta la dignidad de una persona y el honor de una familia solo por una foto. He dicho hasta el cansancio que la política es una de mis pasiones. No obstante, nunca he pretendido que mi pasión sea mi medio de vida. La actividad política es una circunstancia en mi vida. 

Desde hace muchos años trabajo en la actividad privada, por cuenta propia y en una empresa que tiene su sede principal en Mar del Plata, donde trabajan marplatenses y que se fue labrando con el esfuerzo de mis viejos. 

En el año 2012 tomé la decisión de dejar de quejarme frente a la política e involucrarme en ella. Deje de ser un mero habitante para ser un ciudadano en pleno ejercicio de sus derechos políticos.

Puse toda mi fuerza de trabajo para promover una alternativa de gobierno en mi querida ciudad, donde no tengo dudas que hay muchísimo por hacer. Y estoy convencido que no se tratan de cuestiones inalcanzables, no hablo de utopías. 

La ciudad que nos merecemos los marplatenses es posible. Pero hay muchos personajes y personeros a los que no les interesa el bienestar general sino el negocio particular. Y aquella decisión de participar activamente en política me trajo las desagradables consecuencias ya mencionadas. 

Pero mi granito de arena, junto al de muchos que quisimos y creímos en el cambio, también contribuyó para que lográramos tener una Gobernadora como lo es María Eugenia Vidal y eso me llena de orgullo y me da fuerzas.

Un granito de arena para que podamos cambiar e ir construyendo un presente mejor y un futuro confiable para nuestros hijos. Para que no sean los mismos de siempre quienes nos gobiernen. Para que no existan más mafias que decidan por nosotros directamente o indirectamente.

Hoy hace un año de ese día. Muy triste para mí y para mi familia. ¿Cómo olvidarlo? Nunca podremos.

Pero mi memoria no guarda rencores con nadie. Ni siquiera con mis adversarios políticos que han osado disfrutar de la tristeza de mi familia por lo que me ha sucedido, incluso algunos que tenían la certeza de mi absoluta inocencia. Tampoco le deseo el mal a los medios que utilizaron durante días aquella foto, pero que ni siquiera ocuparon un párrafo para hablar de mi inocencia decretada por la justicia a los pocos meses.

Los medios son empresas que buscan su propio beneficio. Las empresas son manejas por personas con determinada ética, y algunos han decidido poner esa ética al servicio de sus intereses. Allá ellos..

Les mentiría si les digo que ha sido fácil este año. Les mentiría si les dijera que no lloré. Pero de corazón les digo que peor hubiera sido no haberme animado. Mucho peor hubiera sido no haberla peleado para que podamos cambiar. Hay cosas peores que ese día y esa foto. Mucho peor hubiera sido no poder mirar a los ojos a mis hijos por no haberme animado a involucrarme para que puedan tener un futuro mejor. Y yo lo hice, poco o mucho, pero lo hice. Y hoy estoy orgulloso de tener una gobernadora y un presidente como los que tenemos. Agradezco a Dios haberme animado.

A un año de ese día, de aquella foto, de esa nefasta maniobra judicial y mediática, que no dudo podrían haber hecho con cualquier otro miembro de Cambiemos, quiero agradecer principalmente a mi familia. A mis papás, mi mujer, mis hijos y mis hermanos. También a los amigos, esos que están siempre en las buenas y en las malas. A los políticos honestos que aún desde las diferencias se solidarizaron. A los periodistas que entendieron y advirtieron de la maniobra. Al Papa Francisco porque su mensaje de misericordia me ayuda a superar los sentimientos de rencor y revancha. Y fundamentalmente a Dios por darme fuerzas para seguir.