Le quebraron la cadera en un robo y necesita una prótesis para volver a caminar

Marta Sobrecuevas, tiene 45 años. El 2 de abril sufrió un robo y estuvo 15 días internada en el Hospital Interzonal, pero jamás la operaron. Hoy está postrada en su cama y pide ayuda.

30 de Abril de 2017 17:37

Por Redacción 0223

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Ante un asalto, cada persona reacciona diferente, como puede. Marta Sobrecuevas volvía de buscar a una de sus hijas del jardín, cerca de su casa, cuando unas personas en una moto intentaron robarle. Ella se resistió, sin pensar que salvar sus pertenencias la llevaría donde está hoy: postrada en su cama, sin poder moverse.

Entre gritos y maniobras, idas y vueltas, el pasado 2 de abril, Marta quedó enganchada en la moto de dos delincuentes que quisieron quitarle su cartera y fue arrastrada por la calle, casi media cuadra. Los golpes fueron tan grandes que su cadera se quebró y hace semanas que no puede mover la pierna izquierda. Sabe que si lo hace la cosa puede empeorar, porque la fisura puede abrirse, aún más.

Si en el Regional me hubieran puesto unos clavos, yo ahora no estaba así”, llora desde su cama. Esa tarde después del robo, hace ya casi un mes, una ambulancia la llevó al Hospital Interzonal de Agudos para ser atendida, pero después de estar más de 15 días sin ninguna solución, junto a su familia decidió que era mejor estar en su casa. Marta vive en el barrio Bosque Grande junto a su marido, Fabián, y tres de sus hijas. Micaela, la de 9, es la que se convirtió por estos días en su enfermera. “Me ayuda a lavarme el pelo y la cara”, cuenta su mamá. También su cuñada Yamila, cuando puede, se acerca a dar una mano.

Marta no puede salir de la cama. “Si hacés un esfuerzo te podés llegar a morir”, le dijo un médico el jueves en la Clínica de Fracturas y Ortopedia, cuando un traslado que le costó más de $1000 la llevó hasta el edificio de Independencia al 1400.

Necesita la prótesis con urgencia  y por haber perdido su trabajo hace uno años, Sobrecuevas no cuenta con una obra social que pueda cubrirle la operación. Por eso fue derivada al Higa, donde ningún médico, ni siquiera el traumatólogo que la atendía, le dio una solución. “Entraba a la habitación y me preguntaba si me habían hecho la resonancia, lo único que me hicieron fue una placa”, explica la mujer entre llantos y muestra una radiografía. “Él es el médico, yo una paciente, él tiene que saber más que yo”, se enoja.

Una cirugía de esas características cuesta mucho dinero, un gasto imposible de afrontar para Marta y su familia. “Nosotros somos todos humildes y plata de hoy para mañana no tenemos, estamos preocupados”, acota Yamila, desde el otro lado de la cama.

¿Qué tengo que hacer? ¿Vender mi casa? ¿Quedarme en la calle?”, se pregunta Marta. Las respuestas sólo las tienen el Estado, el único responsable de la salud de los ciudadanos, el único que debe garantizarla.

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