Una postal que se congela

Lanchas amarillas que pasan a desguace. Acuerdos tripartitos que dilatan respuestas concretas mientras la autoridad pesquera promueve la supremacía de los barcos congeladores, responsables de la falta del pescado fresco que genera trabajo en tierra.

Foto: José Fernández Balado.

25 de Mayo de 2017 08:05

Que la actividad pesquera a nivel nacional representa un 2,7% del total de los ingresos que tiene el país en materia de exportaciones, siendo la 8va en importancia.

Que Mar del Plata se erige como el principal puerto de descarga a nivel nacional ya que exporta el 57% del total de capturas del país y representa el 98% de las capturas a nivel provincial.

Que se exportan 200 mil toneladas más de pescados y mariscos que de carnes frescas bobinas en tanto la actividad pesquera que se desarrolla en el puerto y ciudad de Mar del Plata ocupa a unos 17 mil puestos de trabajo y en toda la cadena productiva intervienen 170 empresas (140 PyMES), 97 cooperativas registradas y 634 embarcaciones.

“Todo esto da la pauta de la imperiosa necesidad de dinamizar este sector clave de la economía nacional”, resume el contexto que le dio forma al Acuerdo Programático Tripartito de la actividad pesquera que se firmó en Mar del Plata el 1 de diciembre del año pasado.

Seis meses pasaron de la rúbrica de un acuerdo que tuvo como maestra de ceremonias a María Eugenia Vidal, quien había llegado para desactivar el “pescadazo” que unos días antes habían anunciado desde la Asociación de Embarcaciones de Pesca Costera para exponer en los medios nacionales la crisis de otra economía regional.

Desde la banquina chica del puerto, la Gobernadora les pedía a los pescadores que “tengan fe, que esto va a cambiar”. Algunas de las lanchas que estaban amarradas como telón de fondo de la puesta en escena, acaban de pasar a desguace.

En el acta 13 del Consejo Federal Pesquero (CFP) queda plasmado la transferencia del permiso de la lancha “Isla de Capri”, de 13 metros de eslora, al barco fresquero “Marta S”, que ahora cuenta con una autorización para pescar 2 mil toneladas de variado costero y 500 toneladas de “especies no cuotificadas”, el eufemismo que usa la autoridad de aplicación para designar al langostino.

No fue la única. El permiso irrestricto de la lancha “Doña Manuela”, de 14 metros de eslora, pasa a engrosar la capacidad de captura del “Sagrario”, un barco fresquero que podrá pescar 700 toneladas de “langostino no cuotificado”.

Los viejos pescadores artesanales ya no piensan en poder reconvertir sus embarcaciones como para poder ir a buscar un recurso que cada vez está más lejos. Venden el permiso y desguazan la embarcación; se rinden ante el desinterés más absoluto que mostraron y muestran las autoridades pesqueras.

Para los armadores los únicos costos que se bajaron fueron los de la ART y la tarjeta Pactar Pesca tiene beneficios a los que solo pudieron suscribirse 3 empresas. Nadie piensa en generar nuevos puestos de trabajo, se desconoce el “estudio pormenorizado” del mundo cooperativo y brilla por su ausencia la “campaña para el aumento del consumo de pescado”.

Si la rúbrica del APT fue leído como un disparador para que el fondo fidusiario de 200 millones de pesos rompa el letargo de la flota fresquera, a seis meses de su puesta en vigencia la realidad marca su fracaso. Con una masiva migración de barcos a la pesca de langostino en busca de una rentabilidad que no ofrece la actividad extractiva fresquera en Mar del Plata.

Pero decir que la pesca marplatense está en crisis es impreciso. Lo que está en crisis son todos los eslabones atados a la captura y procesamiento del pescado fresco. Por eso esta semana salió a la luz la queja de los armadores costeros, los mismos que hace un semestre atrás pensaban en regalar pescado en la banquina, y la amenaza de los frigoríficos exportadores de hacer visible la crisis. “No toman dimensión del impacto que tiene”, dijeron.

Son dos extremos de la cadena, los que deben convivir con un gas oil casi a precio de surtidor, una presión impositiva en aumento, suba de costos de producción (la estiba se incrementó un 30% y el Soip firmó con Caipa una suma fija de 9 mil pesos desdoblado en tres cuotas que en el sector cooperativo manejaron como pudieron) con precios planchados o a la baja del pescado entero como la corvina, pescadilla y la propia merluza.

“Ya lo dijimos, nos vamos a fundir trabajando” resaltó ayer Sebastián Agliano, representante de los armadores costeros. El grupo se levantó y se fue de la reunión encabezada por los Ministros bonaerenses cuando les dijeron que se volverían a encontrar el 9 de junio. Quizás los sobrepasaron las expectativas. Pero no hay soluciones colectivas para la pesca.

En las últimas horas desde el Soip, que firmó el APT conforme porque los empresarios harían el “máximo esfuerzo” para mantener las fuentes de trabajo, y hubo 600 despidos en los últimos 18 meses, Cristina Ledesma dijo que sus afiliados se bancan trabajar una o dos veces por semana y que no reclaman porque es la excusa que tienen los empresarios para provocar despidos. Menos mal…

No está en crisis la pesca con barcos arrastreros congeladores. Como van a estarlo si en el 2010 declaraban desembarques de merluza del efectivo sur, el más importante de la pesquería, por 85.267 toneladas. En el 2014 fueron 94.538 toneladas y el año pasado, 122.185 toneladas. A todas las cifras hay que tomarlas con pinza: sin controles rigurosos pueden pescar mucho más de lo permitido y traer filet de merluza camuflado en productos supuestamente elaborados con descartes.

Los desembarques de los fresqueros también hay que tomarlos con pinzas porque hasta diciembre del 2015 reinó la fiesta de la subdeclaración (traer más merluza que la que se declara). De todas maneras la estadística marca el proceso inverso. En el 2010 desembarcaron 133.264 toneladas; 116.398 en el 2014 y el año pasado, 108.186. El recurso está, lo pesca otra flota.

Claro que el equipo que conduce Tomás Gerpe contribuye a que se acentúe el cambio de modelo. Permite que se transfieran cupos de merluza de fresqueros a congeladores, y también la reconversión, el “cambio de operatoria” de fresquero a congelador, para habilitarlos a pescar langostino, la única pesquería que emite burbujas de oxígeno, como para que los armadores fresqueros puedan seguir respirando, y que la merluza que resignan vaya a una bolsa donde… sí… solo metan la mano los barcos congeladores.

Ese cambio de modelo es el que comienza a mostrarse tangible y sus consecuencias dibujan las primeras grietas en las calles del puerto marplatense. Y las autoridades, más allá de poner la cara, y escuchar por enésima vez las posibles soluciones, deberán hacerse cargo de las consecuencias, de las víctimas que provoca en el puerto y la ciudad.

El mismo Estado que escucha el lamento de los fresqueros no detiene el crecimiento de los congeladores. Mientras escucha, pero no resuelve, la postal de la inactividad no cambia de colores. Se congela.