El caso Gianelli en primera persona: “El fallo le da vía libre a los violadores”

Andrea y Cristian son padres de uno de los chicos por los que Analía Schwartz fue llevada a juicio, acusada de abuso de menores. En una entrevista exclusiva con 0223 cuentan cómo vive la familia desde 2013, cuando su hijo se animó a hablar.

Analía Schwartz, durante el juicio. (Foto: archivo 0223)

28 de Mayo de 2017 19:59

Era domingo a la tarde, 8 de septiembre de 2013. Andrea cambiaba a su hijo después de bañarlo. Hacía una horas atrás una amiga había golpeado las puertas de su casa para contarle que los chicos de la salita de 4 “B“ empezaban a hablar sobre cosas raras que pasaban con la profesora de música. Era posible que en la A, donde iba su hijo, también estuvieran pasando.

- ¿Y a qué juegan en las clases con la seño de música?- le preguntó ella a la salida de la ducha.

- A la pandereta, mamá.

- ¿Cómo es ese juego?

- La seño nos hace cosquillas y nosotros tenemos que reírnos.

- ¿Y por donde les hace cosquillas?

Después de señalarse el cuello, la panza, las costillas, el nene se metió la mano en los pantalones y se tocó el pene.

- ¿Pero por qué nunca nos contaste antes?

- Porque era un secreto mamá, y si te lo contaba, vos y papá se iban a morir.

Esa fue la primera charla entre madre e hijo. Le siguieron muchas más. A través de lo que decía y sobre todo de lo que hacía, Cristian y Andrea están convencidos de que su hijo no miente. Para ellos y para los padres de los 44 menores por los cuales se realizó el juicio, Analía Schwartz es culpable. Para Pablo Viñas, Facundo Gómez Urso y Aldo Carnevale, los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal 1, la maestra es inocente. Y por eso la absolvieron.

Los primeros seis meses, para esta familia de tres, fueron los peores. “Se despertaba a las 3 de la mañana desnudo y con una bombacha de la mamá puesta”, cuenta su papá y explica: “En la clase de música, él era el encargado de cuidar las bombachas de las compañeras”.

“Durante mucho tiempo tuvimos que esconder mi cajón de ropa interior, pero se volvía loco, agresivo, corría por la casa pidiendo que se las devolviéramos. Teníamos que explicarle que eso estaba mal, pero sin que se sintiera culpable”, explica la mamá.

“El fallo es por miedo al poder de la Iglesia”

Bronca. Ese sentimiento resume lo que Andrea y Cristian sienten después de la absolución de Analía Schwartz. “Toda la sentencia es una vergüenza, se burlaron de nosotros, llenamos de pruebas a los jueces y no quisieron escucharnos”, sostiene la mamá del menor que ya tiene 8 años.

“Critican la forma en que le preguntamos a nuestros hijos sobre lo que estaba pasando”, dice y agrega: “Ante la desesperación, hicimos lo que pudimos, como nos salía, no estábamos pensando en un juicio o si la forma en que preguntábamos iba a validarnos después”.

En el fallo, sostienen, también se cuestionaron a algunos padres que “para que sus hijos le contaran cosas, les decían que eran unos genios o que después les iban a dar un regalito”. “Si yo le digo a mi hijo que es un genio y que me cuente algo, me va a decir que es el presidente, un rey o un superhéroe, no me va a decir que a su compañera le sacaban la bombacha y la tocaban o le decían a otro que se ponga adelante y había que chuparlo, ¿de donde va a sacar eso?”, acota el padre. 

Para ejemplificar de lo que está hablando, Andrea lee un párrafo de la sentencia: "No obstante (los padres) siguieron insistiendo hasta obtener la tan ansiada y esperada revelación, hasta lograr la respuesta que tanto esperaban escuchar”. “¿Tanto queríamos escuchar nosotros que nuestros hijos estaban siendo abusados?”, se preguntan ambos.

Otra de las críticas del tribunal, según los padres, es que los chicos les contaron más detalles a sus papás que a los peritos. “Claro que va a ser así, es natural, somos sus padres y no extraños”, aclaran. En las Cámaras Gesell, realizadas en un espacio cerrado en el que una cámara conectada a un circuito cerrado filma a la perito y al menor separados sólo por un escritorio, “la reacción de los chicos no es la misma”.

Parece que las palabras se pelean por salir de la boca del hombre: “Tenían una oportunidad de dar una sentencia ejemplar, ahora le dejan vía libre a los violadores, más en las escuelas religiosas que los amparan. Marino -monseñor, obispo de Mar del Plata- miraba para otro lado cuando se entrevistó con los padres, está claro que la sentencia es un miedo de los tres jueces al poder de la Iglesia, o miedo a que nosotros vayamos tras el colegio, pero lo que nos importa es que Schwartz vaya presa, es peligrosa”.

"Nosotros estamos totalmente de acuerdo con la frase que los maestros plantean: 'Con los niños no, con los docentes tampoco', pero le agregamos algo más: 'Con los abusadores sí'", aclara.

Los cambios de escuela

Dos cambios de colegio en casi cuatro años. En el primero después del Gianelli, las maestras “eran una genias, pero los padres no pudieron entenderlo”. Ahora, en una nueva institución donde se siente resguardado y acompañado por algunos de sus compañeritos de aquella sala de 4 “A”, el hijo de Andrea y Cristian “está mejor”. 

Atrás quedaron los momentos en los que no quería que nadie lo tocara y los gritos por los pasillos o los golpes a sus amigos. 

Con apoyo psicológico y acompañamiento de su familia, el niño pudo salir adelante. Sin embargo, para sus padres, dar vuelta de página definitivamente sólo se logrará cuando “Analía vaya presa”.