El Repunte no será el último

El naufragio del pesquero marplatense dejó al descubierto la multiplicidad de factores que contribuyeron a la tragedia. A 9 meses del hundimiento del San Antonino, nada cambió para que la historia no se repita.

22 de Junio de 2017 08:19

José Ricardo Homs, Jorge Luis Gaddi, Silvano Cóppola, Gustavo Sánchez, José Omar Arias, Horacio Airala, Nestor Paganini, Claudio Islas, Fabián Samite, Sebastian Cabanchik. Son las víctimas del naufragio del Repunte, el buque fresquero de Ostramar, del armador Luis Caputo. Muertes absurdas.

Los cuerpos de los tres primeros fueron rescatados por la Prefectura. Los otros siete siguen desaparecidos y sus familiares, en carne viva, ruegan que los sigan buscando, de día y de noche, por tierra y en el mar, a la misma fuerza a la que responsabilizan por haber permitido que el barco salga a pescar sin estar en condiciones. La desesperación no reconoce de paradojas.

Julio Guaymas, rescatado por un helicóptero de la Prefectura y Lucas Trillo, que se aferró por casi 4 horas a un resto náufrago hasta que lo rescató el pesquero María Liliana, son las dos víctimas sobrevivientes.

Ojalá sea la última lista, el último naufragio, el último sábado de luto, el punto final a las búsquedas desesperadas, a las confirmaciones dolorosas. Cuando se hundió el San Antonino, 9 meses atrás, apenas 9 meses, dijimos lo mismo.

Último párrafo de aquella columna. “El dolor, la angustia y la amargura que atravesó a todo el puerto y a la ciudad conocer el triste final del San Antonino, apenas se apaciguarán. Si las cosas no cambian, la historia está condenada a repetirse”. Cualquiera hubiese adivinado.

El Repunte se fue a pique dejando expuesto con claridad la estructura corroída en la que se sostiene la industria pesquera, donde la inversión para el mantenimiento de la flota escasea en tiempos de poca rentabilidad, los controles de Prefectura son laxos, por ser buenos y porque no hay pruebas, más allá de las duras acusaciones de tripulantes y familiares, que calificaron a los miembros de Prefectura como un rejunte de “corruptos y coimeros”.

Las necesidades de la tripulación de salir a pescar para hacer una diferencia muchas veces no contemplan los riesgos que conlleva hacerlo en embarcaciones que no están en condiciones. Y toda la flota de Caputo está bajo un cono de sombras. “Invierten, pero lo hacen mal. Pijotean en los talleres navales y las cosas no quedan bien”, confió un tripulante.

El Mellino II perdió su permiso de pesca por no poder justificar la inactividad durante más de 180 días. Cosa que sí pudo lograr el Repunte, pese a que estuvo inactivo más de 3 años, como también lo logró el Wiron IV y el San Antonino, que como el Don Luciano, están siendo reparados en el muelle, después de otra promesa del armador a Tomás Gerpe.

Vale la pena que un empresario pueda retener el permiso de pesca si no pudo sacar los barcos a pescar durante más de tres años. El Simape que ahora acompaña a las víctimas y decreta tres días de duelo en su memoria, es el mismo que hizo gestiones ante la autoridad de aplicación para que Caputo no pierda los permisos. Por la gente, claro.

El interrogante siquiera puede responderlo la Gobernadora, que de visita en la ciudad para lanzar el innecesario Metrobus, siquiera hizo referencia al naufragio ni se solidarizó con la comunidad portuaria, de luto por la docena de víctimas.

Todo en el puerto tiene cara de necesidad. No se hace la denuncia ante Prefectura frente a una falla grave porque necesitan volver al agua. El gremio avala todas las dilaciones del armador porque es necesario conservar las fuentes de trabajo. Ya sabemos que la necesidad tiene cara de hereje. Acaba de mostrarla.

Caputo rechazó las acusaciones sobre el estado del barco. En declaraciones al portal “Pescare”, el armador aseguró que el barco “estaba en perfectas condiciones”. Un allegado contó que las últimas reparaciones incluyeron el cambio de los tanques de combustible, el guinche de pesca, se restauró la bodega, los generadores, los tableros auxiliares y las bombas de trasvase de combustible. Hay muchos testimonios que rechazan esa versión. Pero el barco está en el fondo del mar.

El Repunte era un merlucero de 32 metros de eslora y capacidad para almacenar 2200 cajones. Fue uno de los más de 40 barcos que migraron a la Patagonia para participar de la zafra del langostino. Para esto fue necesario que le colocasen tangones, dos brazos de acero de 10 toneladas sobre la cubierta, indispensable para extender la red que captura el marisco.

Durante la marcha del martes a la mañana uno de los familiares de las víctimas contó que al barco hacia 5 años no le hacían una prueba de estabilidad. Un análisis indispensable para determinar que las modificaciones hechas en el barco no alteraran su equilibrio. Los tangones eran motivo suficiente para someterlo a la prueba.

Prefectura se cubre con que toda la documentación del Repunte estaba en regla. Incluso la prueba de estabilidad. El punto es que en alta mar pocas cosas coinciden con los papeles. Y esa discrepancia sigue costando vidas.

Campanini, el jefe de la Prefectura Mar del Plata hasta salió a decir que el barco había hecho 7 mareas en el año hasta que se fue al sur y que había bajado del dique de SPI en diciembre pasado.

Demasiadas inexactitudes para un barco que acaba de naufragar. El Prefecto sabe que salir del puerto a probar equipos no es completar una marea. El barco no tuvo 7 sino 10 salidas del puerto hasta que se fue a Puerto Madryn. La última vez que el Repunte subió al sincro de Tettamanti fue en 2014.

El temporal con ráfagas de hasta 55 nudos –anticipado por los pronósticos cuatro días antes-, que crisparon las olas hasta una altura de 8 metros, desnudó todas las falencias que el Repunte maquillaba con manos de pintura.

Como el chapón superpuesto en un sector del casco, como dice la hermana del capitán Gustavo Sánchez. Como los caños del sistema hidráulico para operar el roller, que para no perder tiempo, los colocaron sobre la cubierta, obturando los trancaniles.

“Tiene ocho trancaniles por banda. Esos caños impedían que las compuertas pudieran abrirse para sacar el agua que ingresaba por popa”, aseguró un ex compañero de la tripulación del Repunte. La misma versión la daban los familiares en la marcha del martes.

La negligencia humana también es un elemento que de manera inevitable se suma a los factores que desencadenaron la tragedia. Mientras todos los barcos de similares características del fresquero se guarecían del temporal dentro del Golfo San Jorge, el Repunte navegaba a puerto a más de 7 nudos, cargado y con viento de popa.

Si además de llorar a los muertos y rezar para que el mar devuelva a los desaparecidos cada uno de los que intervienen en esta larga cadena de responsables: armador, trabajadores, sindicatos, talleres, autoridades, organismos de control, escuelas de formación, no priorizan la vida sobre otros intereses, el Repunte no será el último.

Hay muchos barcos como el Repunte flotando en el puerto. Casi como necesidades insatisfechas de trabajadores y controles que se ajustan a la necesidades del armador. Basta con que transcurra el tiempo. Alguien se encargará de confeccionar otra lista ante la tragedia repetida.

El dolor se multiplicará. Se exigirá mayor seguridad y controles. El intendente recibirá a los familiares. Se levantarán carteles con fotografías de las víctimas. Se confeccionarán carteles pidiendo por ningún hundimiento más. Se habrá perdido la oportunidad. Otra más.