Arroyo, en su peor momento

Tras el cierre de listas, la imagen de Arroyo quedó debilitada. Foto: 0223. 

28 de Junio de 2017 19:51

Metido en la cama, producto de una fuerte gripe que lo mantuvo prácticamente encerrado todo el fin de semana, Carlos Arroyo se enteró cuando faltaban pocas horas para el cierre que su yerno Mauricio Loria iba sexto en la lista de concejales de Cambiemos. Su planteo más optimista era quedarse con el segundo y el cuarto concejal. El más pesimista, era poner al cuarto y sexto. En ningún escenario imaginó que la provincia y la nación le permitirían apenas colocar un candidato con pocas chances de ingresar.

“¡Armo una lista por afuera y a la mierda! ¡Todos los funcionarios que estén en la lista que me presenten la renuncia ya!”, bramó Arroyo en una charla telefónica con Guillermo, su hijo, que cerca de las 18 del sábado llegó a la Ciudad de Buenos Aires para participar de una negociación que ya estaba resuelta.

Su amenaza no prosperó y Arroyo tuvo que aceptar a regañadientes la decisión de los gobiernos nacional y provincial. Por estas horas, vaciado de poder, ensaya un contrataque desesperado contra quienes siente que lo traicionaron. Y Vilma Baragiola aparece en su mira.

El conflicto estalló el sábado a la noche, pero la decisión estaba tomada de antes. Y en su entorno la conocían. “Si le digo esto a mi viejo, lo mato”, dijo Guillermo Arroyo, luego de una reunión el viernes por la tarde con el ministro de Gobierno provincial Joaquín De la Torre, y el presidente de la Cámara de Diputados Manuel Mosca, quienes le informaron qué lugar le tocaba a la Agrupación Atlántica en la nómina oficialista. El jefe del bloque de concejales eligió estirar la agonía, con la esperanza (inocente) de que algo cambie. Pero nada cambió.

Como se anticipó desde este espacio, en el ideal de María Eugenia Vidal estaba la posibilidad de que haya tres listas: una radical, otra con sectores del Pro y Crear y una enteramente arroyista. Baragiola podía encabezar la primera o la segunda, eso no tenía mayor importancia. “Esto nos permite obtener un triunfo en Mar del Plata y a la vez es una derrota para Arroyo”, resumían.

Sin embargo, fue el propio Loria quien viajó hasta La Plata para pedirles a los funcionarios de Vidal una lista de unidad, encabezada por la secretaria de Desarrollo Social. En algún sueño casi rayano al divague, el arroyismo imaginó que en ese esquema podría poner el segundo y el cuarto concejal y dejarle el tercero al radicalismo díscolo para desactivar su reclamo de una Paso.

“Eso no es un armado amplio ni generoso. No puede dejar afuera al Pro, Fernando”, le dijeron al jefe comunal en una reunión. No prestó demasiada atención. Intentaron plantearle una contrapropuesta: Baragiola, Guillermo Volponi (representante del Pro de Juan Aicega), Marianela Romero (radical que responde a Maxi Abad), Juan Tonto (el hombre de Arroyo que mayor consenso tenía), Cristina Coria, Loria y una mujer de la Coalición Cívica.

“Esa era una lista lógica. Contenía a la mayoría de los sectores en puestos razonables”, confió un operador a este medio. Sin embargo, para ese entonces, el gobierno provincial ya tenía otro plan en mente. “Accedimos al pedido de Arroyo: lista única y Vilma a la cabeza. Nada más”, dijeron desde el entorno de Vidal.

Atrás quedaron aquellos intentos por mostrar una buena sintonía entre la Nación, la Provincia y el intendente Arroyo. Las altas esferas ya le informaron al jefe comunal que mantendrán la asistencia económica, que seguirán bajando obras, pero incrementarán la intervención en áreas claves.

“Es ilógico que el intendente no pueda poner un candidato a entrar en una lista de concejales”, razonó un dirigente marplatense y rápidamente reflexionó: “Claramente quieren mostrar que el intendente está debilitado”.

 

La vendetta

El lunes a la mañana, el intendente recibió al diputado Maximiliano Abad, hombre de confianza de los ministros más influyentes de María Eugenia Vidal. Arroyo no ocultó su enojo y le apuntó, especialmente, a los que consideraba radicales fieles: Baragiola, Nicolás Maiorano y Cristina Coria.

Así, al mediodía citó a su casa a la secretaria de Desarrollo Social. Discutieron fuerte. Ella asegura que le pidió la renuncia, él jura que no. Solo ellos saben qué se dijo y no se ponen de acuerdo. Lo cierto es que esa discusión abrió una nueva crisis en el gobierno de Arroyo. Pese a algunos intentos por bajarle el tenor, este miércoles Arroyo tiró el primer golpe: echó a Walter Alló, el más estrecho colaborador de Baragiola.

Alló no forma parte de las discusiones por los lugares en la lista, ni mucho menos. Sin embargo, en el arroyismo se enojaron por su decisión de viajar el sábado a acompañar a Baragiola. “Él se convirtió en uno de los funcionarios más cercanos al intendente, pasa muchas horas con él. Hay mucha bronca”, explicaron. Hasta el momento no se sabe si hizo algo que motorizara el enojo o el arroyismo buscó un chivo expiatorio.

Arroyo fue ninguneado por Nación y Provincia, pero no puede “romper” porque sabe que depende de ellos para poder pagar los sueldos mes a mes. De hecho, ya envió su pedido al Ministerio del Interior de la Nación para que le giren los 160 millones de pesos que necesita para pagar los aguinaldos en los próximos días.

Así, solo le queda demostrar algo de autoridad en el plano local. La decisión del jefe comunal es arriesgada: de todas las fuerzas que integran Cambiemos ese sector del radicalismo es el que más dio la cara por la gestión en este año y medio. De hecho, fue su principal –por no decir única- espada en el Concejo Deliberante a la hora de defender proyectos clave.

Se sabe que Arroyo confía en muy pocas personas. Uno es su hijo Guillermo, otro su yerno Mauricio Loria. No mucho más. A partir de estos acontecimientos muchos esperan que se cierre todavía más y la crisis se agrave. Si eso ocurre, nadie se atreve a predecir el desenlace.

Mientras tanto, Baragiola planifica su salida del gabinete para dedicarse a la campaña electoral. Habrá que ver si esto la acelera o si sigue el plan estipulado y se va el 14 de julio cuando formalmente comienza la campaña. Sus allegados no ven con malos ojos esta ruptura: creen que es la mejor manera de despegarse de una gestión que podría perjudicarla en su aspiración electoral. Sin embargo, la todavía funcionaria tampoco goza de la entera confianza de las altas esferas de Cambiemos. Es por eso, que ya dispusieron que el diputado Abad sea su jefe de campaña.

“La idea es que la política la resuelva Maxi. Ya probamos con éxito la fórmula cuando Rodríguez Larreta fue jefe de campaña de Gabriela Michetti y dos años después se convirtió en jefe de Gobierno”, deslizan de provincia y planifican trabajar estos dos años para generar un candidato propio de cara al 2019. Y así dejar de ver a Mar del Plata como un problema constante.