Evita es del Pueblo

Vivimos tiempos difíciles, tiempos de desconfianza y de falta de certezas. Tiempos en los que toda una dirigencia impregnada de soberbia cree que la política se reduce a la danza de los egos y el disfrute de las ventajas. Si algo distinguía a Evita era su pasión por la justicia y su sentido de vivencial de la causa común. Hoy vemos al marketing de la cercanía escenificando algo que gran parte de la dirigencia no cree ni siente. Algo que cumplen por mera técnica electoral.

Sin proyecto ni visión de país, incapaces de ver más allá de los egos y  de lo que digan los asesores de imagen. Mucho palabrerío se gasta en la forma de los escenarios, en el color de los globos, en la seriedad de las encuestas. Reina la insustancialidad, la falta de imaginación política y la falta de un proyecto común para todos los argentinos. El debate político reducido a la vanidad de los candidatos y al despliegue de una retórica sin horizontes de futuro.

Este tiempo gris que hoy vivimos agiganta aun más, por contraste, a la figura de Evita. Ella rompía todas las vallas y todos los formalismos por su sed de justicia. No gozaba con las cortes de aduladores porque sabía que no le alcanzaba el tiempo para remontar tanta injusticia. Se multiplicaba en la acción, construía la esperanza de todos y no se perdía en el chiquitaje de un proyecto personal, como lo demostró en el Renunciamiento posterior al Cabildo Abierto del 22 de agosto de 1951.

A Evita no le alcanzaban las horas del día para trabajar por los más humildes, por sus grasitas, por sus descamisados. No le interesaba ser una heroína romántica adorada por sectas de fanáticos. Porque ella construía una Argentina capaz de albergar a todos. Por eso Evita es del Pueblo. Carecía de mezquindad. Todas sus obras la trascendían, porque, como Perón, no construía para ella. Evita construía para nosotros, construía para todos.

Por eso en su último 17 de Octubre dijo: “Yo no quise ni quiero nada para mí. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”. Por eso el amor de su Pueblo todavía hoy es indestructible.