Estos son los tres tipos de violencia obstétrica que más cuesta reconocer

En el marco de la ley de Parto Humanizado (25.929), Violeta Osorio, referente del Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO) y de la ONG Las Casildas, detalla cuáles son las 3 grandes formas de violencia obstétrica que a pesar de ser habituales resulta muy difícil de identificar. 

La violencia obstétrica es otra forma de violencia de género.

11 de Septiembre de 2021 11:44

¿Sabías que la violencia obstétrica es una forma más de violencia de género? Inicia en el momento en el que una mujer embarazada acude a un centro de salud en busca de atención y asesoramiento y es tratada como una paciente enferma, a quien se le tiene que decir qué hacer en cada momento de la gestación y sin demasiadas explicaciones.

 En las últimas investigaciones realizadas por el Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO), queda la vista que la generalidad de la atención sanitaria está guiada por un principio que vulnera de manera silenciosa y paulatina los derechos de esa futura madre y, así también, del bebé por nacer. Sin embargo, se encuentra tan naturalizada por los equipos de salud y por los propios pacientes, en este caso las embarazadas, que la alarma suena tarde sin que nadie advierta que está siendo víctima de este tipo de violencia.

¿De qué forma se vulnera a las embarazadas? La escala es amplia.

- Cuando se medicaliza todo el proceso de gestación y parto y se interviene quirúrgicamente los cuerpos de las mujeres a pesar de no ser estrictamente necesario

- Cuando se programan cesáreas innecesarias o cuando se le quita la posibilidad de parir en compañía del padre de su hijo sin darle importancia a su necesidad y deseo

- Cuando se la ata (aún hoy sucede), o no se las deja mover libremente durante el proceso de parto.

- Cuando se las amenaza si gritan al momento de parir

- Cuando se apura los procesos fisiológicos de trabajo de parto con inducciones médicas, entre las más comunes la rotura de bolsa antes de tiempo o la mutilación conepisiotomías innecesarias sin consultar previamente

Estas son solo algunas de las prácticas más visibles, o al menos, las que en esta última década tuvieron más espacio de difusión y en algunos ámbitos, también de resistencia. Pero hay muchas formas más de violencia obstétrica que resultan más difícil de identificar.

 

 

 

La violencia obstetricia es también un tipo de violencia de género (foto: Colectivo Puja).

 

 

¿Qué pasa con la autonomía de la mujer y su capacidad para gestar y parir si, por ejemplo, desde el inicio que dicen que estamos enfermas? En este marco, 0223 conversó con Violeta Osorio, activista por los derechos del parto respetado y la no violencia, fundadora de Las Casildas y miembro del Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO), acerca de 3 grandes formas de sufrir violencias obstétricas que además de ser muy comunes siguen estando encubiertas.

 

El marco legal

Recordemos que en el año 2004 se sancionó la  Ley 25.929,  conocida como Ley de parto humanizado, que es la que establece en su artículo 2 los derechos de “toda mujer en relación con el embarazo, trabajo de parto, parto y postparto”, y que identifica a la Violencia Obstétrica como “aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, de conformidad con la Ley 25.929”

Desde el 2016, el Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO) demostró a través de distintas encuestas que este tipo de violencia existe en todo el país, y que además se ha multiplicado en los últimos años con especial rapidez en contexto de pandemia.

Es curioso que, a pesar de que la OMS entiende al parto como “un proceso fisiológico normal que se lleva a cabo sin complicaciones en la mayoría de los casos”, el sistema médico siga hablando de los síntomas” del embarazo y del parto, asumiendo que la enfermedad y la intervención médica deben dominar la escena en el desarrollo de ambos procesos.

A continuación, detallamos 3 grandes maneras en que se normaliza la violencia obstétrica y,te invitamos a pensar si conocés a alguien que le haya pasado en tu círculo cercano. Las justificaciones comienzan a desarmarse una vez que se identifica que este tipo de tratos o mejor dicho, des tratos, no son tan aislados como imaginábamos, y que responden a un modo de accionar sistémico que nos condiciona sin que nos demos cuenta.

 

No recibir la información adecuada

La falta de información completa, ética y oportuna es un tipo de violencia encubierta, que además suele estar acompañada de la desvalorización de los deseos y necesidades de la madre. Si bien desde que existe la Ley de parto humanizado hay más información, la misma es sesgada, incompleta. Violeta lo explica de la siguiente manera: “Ahora te informan, que no es lo mismo que dar información. Entonces te dicen te voy a hacer una episiotomía, antes te agarraban una tijera y te cortaban el periné si avisarte. Es decir, la información llega, pero de manera sesgada. Lo mismo ocurre cuando llegamos a una consulta pidiendo que queremos un parto vaginal luego de haber tenido una cesárea. En seguida se nos asusta diciendo que nos puede estallar el útero, cuando en realidad lo que puede suceder es que haya rotura uterina, aunque no es lo más común en términos estadísticos”.

 ¿Y por qué es sesgada la información?  Porque siguiendo este ejemplo, no se informa lo que recomienda, por ejemplo, la OMS en relación al parto y la cesárea. En este punto, la OMS afirma que no puede justificarse que ningún país tenga más de un 10-15% de cesáreas”, y también resalta que “después de una cesárea debe recomendarse un parto vaginal”, afirmando que “un 80% de las mujeres que han pasado por una intervención quirúrgica para dar a luz, pueden tener un siguiente parto natural”.

 

Identificar el embarazo con la enfermedad

Tratar a todas las embarazadas como si estuvieran enfermas cuando el embarazo y el parto refiere a un proceso fisiológico que, en general, no suele tener complicaciones, es otro tipo de violencia. Cuando se habla del embarazo en el ámbito médico, es común que se mencionen los "síntomas" del embarazo o del trabajo de parto, aun cuando se traten de parámetros que están dentro de un proceso normal. Al hablar de síntoma, estamos afirmando que existe una enfermedad. Con el paso de los meses, si esta idea se repite y se reafirma, puede generar un sentimiento de falta de confianza, que es lo que suele suceder, y un verdadero sentimiento de enfermedad que lleve a perder la confianza en nuestros cuerpos y en nuestra capacidad para parir.

 

La imposición del mandato de buena madre (y embarazada)

La construcción de un comportamiento adecuado materno es otro tipo de violencia muy ligado a la idea de la maternidad como un lugar de sacrificio y abnegación. Ubica a las mujeres en el lugar de cumplir una función determinada, condicionando su soberanía y protagonismo para atravesar el embarazo y proceso de parto de acuerdo a sus deseos y necesidades.

Violeta lo explica en detalle: “En los consultorios circula la comparación entre las madres que al parir gritan, que buscan parir de manera natural o al menos intentar no llegar a cesárea programada si no es porque la vida de ella o de su bebé están en riesgo, con aquellas otras que hicieron el curso de preparto y siguen al pie de la letra sin repreguntar ni cuestionar nada, se hacen todos los estudios indicados a pesar de que excedan a los exclusivamente reglamentarios, comen de determinada manera para no ser mala madre y no tienen “caprichitos”, como se le dicen a las “mamis” que quieren tener a su bebé en el pecho ni bien nace o quieren entrar acompañadas en el momento de parir.

Se trata a las embarazadas como personas enfermas, no dejándolas elegir en el proceso de embarazo

Se trata a las embarazadas como personas enfermas y no se les permite elegir durante el proceso de embarazo (foto: Colectivo Puja).

 

Entonces, de acuerdo a lo esperado por el sistema, una “buena madre” sería una mujer disciplinada, sosegada, que no pregunta, que solo acata órdenes y que se deja intervenir sin chistar. Como contrapartida, sabemos que existen leyes y organismos internacionales que protegen la soberanía de la mujer y su bebé. En el país, por su parte, el Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO) funciona como un excelente termómetro para dar visibilidad a un fenómeno que no es aislado y que requiere de intervención profesional para desnaturalizarlo y limitarlo.


Según el Ministerio de Salud de la Nación, en un parto respetado la madre tiene derecho a:

• Ser considerada como persona sana, de modo que se facilite su participación como protagonista de su propio parto.

• A ser informada sobre la evolución de su parto, el estado de su hijo o hija y, en general, a que se le haga partícipe de las diferentes actuaciones de los profesionales.

• A un parto respetuoso de los tiempos biológico y psicológico, evitando prácticas invasivas y suministro de medicación que no estén justificados.

• A elegir quién la acompañe durante el trabajo de parto, parto y postparto.

• A tener a su lado a su hijo o hija durante la permanencia en el establecimiento sanitario, siempre que el recién nacido no requiera de cuidados especiales.

• A ser informada, desde el embarazo, sobre los beneficios de la lactancia materna y recibir apoyo para amamantar.

• A recibir asesoramiento e información sobre los cuidados de sí misma y del niño o niña.