María Dueñas: “Las corrientes migratorias son imparables, me gusta explorar eso”

La escritora española presentó su tercera novela en Mar del Plata y repasa cómo cambió su vida a partir del éxito que logró. “Gran parte del éxito está en tocar historias humanas muy universales”, explica.

12 de Febrero de 2017 17:18

Por Redacción 0223

PARA 0223

María Dueñas irrumpió en el mundo literario hace menos de una década con un éxito arrollador: El tiempo entre costuras. Hoy disfruta de un camino similar por su tercera novela, La templanza, que presentó en Mar del Plata en el marco del ciclo Verano Planeta.

¿Por qué el éxito? Dueñas asegura que no puede dar una respuesta certera, pero arriesga una: cuenta “historias humanas muy universales”. Eso le permitió, por ejemplo, que su primera novela haya sido traducida a más de 25 idiomas.

En todas sus novelas esta escritora española introduce un elemento fundamental, que está muy presente por estos días: la inmigración. En su última novela, se enfoca en la vida de Mauro, un español que triunfa en México a mediados del Siglo XIX, que tiene un paso por La Habana y luego decide volver a su tierra natal.

Ponerle freno a las corrientes migratorias como están haciendo algunos locos presidentes que tenemos por ahí es difícil porque ha sido algo que a lo largo de la humanidad ha sido imparable. A mí me gusta trabajar en eso, ahondar, explorarlo. Construir historias que cuenten esas vicisitudes y aprender yo misma de ellas”, dice Dueñas en una entrevista con 0223.

-Publicó su primera novela hace no tanto tiempo y desde entonces convive con un éxito impresionante. ¿Cómo se lleva?

-Se lleva con satisfacción. Realmente nunca sabes lo que va a pasar. Anticipas, cruzas los dedos, para que puedan volver a funcionar los dedos, pero al final es algo que no sabes cómo terminará. Por suerte, tengo la fortuna de que los lectores en España, y en Latinoamérica, especialmente en Argentina, reciben mis libros con una acogida magnífica, mucha calidez, mucho cariño. Y eso me llena de satisfacción.

-¿Cómo fue el cambio después de tantos años de docencia universitaria a la vida de escritora?

-Era un riesgo controlado, porque yo empecé a escribir y a publicar mientras todavía estaba trabajando en la universidad. No sabía qué iba a pasar. De hecho, primero escribí sin siquiera saber si se iba a publicar. Ya era una enorme satisfacción haber publicado, pero no tenía idea qué recorrido iba a llevar después la novela. Luego fue creciendo. Fue una cosa sobrevenida, que no sabía que duración iba a tener, si iba a ser una cuestión de un pico temporal y después se iba a desinflar o iba a seguir.

Continué así aproximadamente un año, compaginando la creciente trayectoria de la novela con mis clases en la universidad y mi vida académica. Llegó un momento en el que vi que no podía llevar las dos cosas a la vez y después de 20 años en la universidad decidí cerrar esa puerta y continuar ese camino.

-¿Le costó el cambio?

-En parte hubo nostalgia, porque fueron dos décadas muy gratas, con muchos compañeros, muchos amigos, muchos proyectos conjuntos. Pero por otro lado se abrió una perspectiva tan prometedora, tan apetecible, tan dinámica y tan exigente en muchas cosas que casi no me ha dado tiempo a echar de menos la otra faceta. Más que de la docencia y las clases, me acuerdo de pequeños detalles compartidos. Los cafés de media mañana con mis compañeros que ya no me tomo porque ahora trabajo sola por completo. Son esas pequeñas cosas, por lo demás es algo que fue feliz mientras duró pero quedó atrás.

-¿Qué secreto le encuentra para que sus libros tengan tanto éxito en España, Argentina y tantos lugares en el mundo?

-Por lo que me cuentan mis lectores, porque yo no tengo una idea premeditada cuando escribo, creo que gran parte del éxito está en tocar historias humanas muy universales, que se entienden más allá de las fronteras, más allá de las distinciones. Al final y al cabo, entre España y Argentina hay similitudes y el gusto común entra dentro de lo absolutamente normal, porque tenemos tanto en común que lo raro sería que tuviéramos diferencias. Pero es verdad que hay otros países más ajenos, en Asia, países nórdicos de Europa que no tienen nada que ver con nosotros que han aceptado muy bien mis libros.

Creo que es por ese componente humano. Habla de cuestiones universales, del amor, del desamor, de la traición, del coraje, del afán de superación, de la derrota. De todas esas cosas que independientemente de las lenguas, las geografías y las fronteras que nos puedan separar, todos de una u otra manera sentimos.

-En esta novela elige contar la historia de un hombre que alcanzó el éxito y lo pierde de repente.

-La Templanza, de todas mis novelas, es la única que tiene un personaje masculino. Es un hombre que viniendo de la nada consigue alcanzar sino todo una posición muy próspera y boyante en el Siglo XIX, a partir de la minería de la plata mexicana y de pronto lo pierde todo, por una serie de coyunturas históricas y devenidas. Se tiene que reconstruir. Me apetecía contar esa historia, que fuera una aventura de reconstrucción, más que una aventura contraria que es más común. El crecimiento de la nada, o de poco hacia arriba, me interesaba que fuera el camino contrario, inverso. Y además es una historia de vuelta atrás, de regreso a los orígenes. Este hombre es un español que emigra a América y que después retorna.

Me apetecía esa historia. Después de haber trabajado con personajes femeninos, en proyectos de construcción vital, me apetecía este cambio de rumbo y ahora es un hombre en proceso de deconstrucción.

-En todas sus novelas hay presencia fuerte del tema de la inmigración. ¿Cómo ve lo que ocurre en la actualidad?

-Ponerle freno a las corrientes migratorias como están haciendo algunos locos presidentes que tenemos por ahí es difícil porque ha sido algo que a lo largo de la humanidad ha sido imparable. A veces las fuerzas que han movido los procesos migratorios, dependiendo de que países procedieran, ha sido de lo más variopinto. Pero es algo consustancial a la condición humana y nosotros los españoles, con toda la presencia en España y toda la formación de las naciones latinoamericanas, se hizo a fuerza de movimientos migratorios y a mí me gusta trabajar en eso, ahondar, explorarlo. Construir historias que cuenten esas vicisitudes y aprender yo misma de ellas.

-¿Cómo vive el pasaje de sus novelas a la televisión?

-Por fortuna la experiencia que he tenido hasta ahora con el tiempo entre costuras fue magnífica. Tuvo una aceptación, primero  en España y después internacional, excelente. Ha dejado un sabor de boca magnífico. Ahora estamos con La templanza, todavía está en un proceso más inicial, de negociación, hay ganas de que sea una gran coproducción internacional. Todavía se está en ese momento embrionario. Ojalá los sectores se sientan tan encantados como con El tiempo entre costuras.

-¿Forma parte del guión?

-En El tiempo entre costuras y supongo que ahora haré lo mismo supervisé los guiones. Yo no participaba en la confección, pero cada vez que el equipo de guionistas terminaba su trabajo volvían a mí, conversábamos, negociábamos, cambiábamos, quitábamos, poníamos, nos peleábamos, en el buen sentido. Siempre con un espíritu constructivo, la relación fue magnífica y acabamos contentos. Creo que todos esos tire y afloje, de dar puntos de vista muy distintos y tantas cabezas y manos contribuyendo en los guiones enriqueció el producto final y quedamos todos muy satisfechos.

-¿Cómo se lleva con ciclos como éste en los que tiene la posibilidad de charlar cara a cara con sus lectores?

-A mí me gustan mucho estas promociones de libros y estos actos que me permiten verle la cara a los lectores, que hablemos que establezcamos un diálogo. Me parece que es lo menos que puedo hacer, reconocer mi gratitud hacia todos aquellos que leen mis libros, destinan su tiempo, su dinero y sus horas de lectura habiendo tantísimo publicado.

Además me sirven, me son de una enorme utilidad, porque les tomo el pulso a los lectores y contrasto con ellos, veo cómo han aceptado mis novelas, hasta qué punto ha funcionado lo que yo quisiera, cómo reaccionan. Como cada uno reconstruye y recrea cada historia con su propia manera de asumir la realidad.