Murió Adolfo Nicoli, dueño de “La Mula Plateada”, el mítico bar de las mil anécdotas

Sinónimo de noche por excelencia y gracias a una voluntad inquebrantable, se encargó de poner en escena a cientos de artistas y bandas del rock y el reggae que vivían sus primeras experiencias. Incontables muestras de recuerdo y afecto para una leyenda de la calle Alem.

La cara de la mula, en el ingreso al mítico bar de Alem. (Foto photos1.blogger.com)

20 de Abril de 2017 12:02

Por Redacción 0223

PARA 0223

Un metegol con doble fondo. Tambores de lavarropas como lámparas. La cerveza en circulación por todos lados y un patio de atrás siempre misterioso. El entrepiso “vip” en el que había comida para las previas de cada show y el rock y el reggae en un volumen que nunca dejó de estar bien en alto. Inspecciones fugaces e inconclusas entremezcladas con una movida cultural difícil de superar en Mar del Plata. Un lugar mítico en un barrio de otra índole. La historia de la calle Alem marcada por décadas bajo el protagonismo de Adolfo Nicoli, expropietario de La Mula Plateada, el bar que fue casa y catapulta de cientos de artistas que despiden por estas horas a un personaje rodeado de amores y, también, de unos cuantos detractores.

Adolfo Nicoli falleció este miércoles y automáticamente nacieron innumerables muestras de recuerdo y afecto por las miles de noches de música que eclipsaron veranos e inviernos marplatenses completos. Como pocos otras sedes del entretenimiento nocturno profundo, La Mula Plateada dejó subir en su escenario a músicos como Los Cafres, Nonpalidece, Divididos, Iorio, Sokol, La Vela Puerca, Científicos del Palo, RonDamon, Bersuit y, sobre todo, a otra interminable lista de agrupaciones marplatenses que comenzaban su desarrollo artístico e hicieron del lugar una usina de las cosas nuevas.

 

Nicoli fue el responsable de transformar a ese histórico bar en algo distinto al entorno de boliches que lo rodeaban con una apuesta dirigida a otro tipo de entretenimiento. Un sitio que se disfrutaba y se padecía, tanto por clientes como por artistas y que vió nacer, por citar solo un ejemplo, “Afeitándose en Alemania”, primer espectáculo del dibujante Gustavo Sala y el comediante Pablo Vasco, uno de los que no obvió dejar un mensaje por su partida.

Deprimido tiempo después de salir de la cárcel, Adolfo era visto unas cuantas veces en su moto por las calles de Mar del Plata, cocinaba shawarma en un restaurante de la peatonal y estaba en franca mejoría. Como parte fuerte del pasado de toda una generación adolescente, queda su leyenda y la mística de un lugar único e irrepetible. Pocas horas después del inicio de su adiós, predomina entre aquellos que lo consideran su patrono, un eterno agradecimiento por sus charlas, por sus shows y sus consejos y por llevar adelante un lugar que muchos nunca volverán a encontrar.

 

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