El Dúo Ay vuelve con su folk femenino y mutante

Mariana Vidal y Matías Magneres tocarán temas de su segundo disco, “Dos”. La cita será este viernes a las 21.30 en el Club del Teatro.

18 de Septiembre de 2017 16:34

Por Redacción 0223

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Ahora convertido en dúo, el grupo “Ay” volverá a los escenarios marplatenses. La cita será este viernes 22 de septiembre a las 21.30 en El Club del Teatro (Rivadavia 3422), oportunidad en la que cantarán las canciones de su segundo disco “Dos” . Además, no faltarán las canciones de su primer disco, que lleva el mismo título del dúo, “Ay”. El espectáculo es a la gorra.

“Vamos a tocar casi todas las canciones del segundo disco y algunas del primero. Todas reformuladas para este nuevo formato, de a dos”, indicó Mariana Vidal, cantante y también actriz y bailarina.

En el disco “Dos” fluyen nueve tracks: Bailemos, Sobra, Subterráneo, A veces, Dos, Doberman, Vamos, Ella y Sola. En todos se evidencia una fuerte reminiscencia del rock de los años ’50, un rock clásico, un ambiente de rockabilly cálido y personal, a través de letras intimistas, juego de voces y un sonido de guitarra o banjo.

Formado en 2011, en Buenos Aires, “Ay” está integrado por Mariana Vidal en voces y accesorios y Matías Magneres, en guitarras, banjo y coros.

Tras varios años de trabajar en una formación de cuatro músicos, “Ay” mutó a dúo, hecho que los llevó a redescubrir las canciones y a buscar la síntesis musical, el detalle, la sutileza y la simpleza.

“Abonamos a la ley de ‘menos es más’. Apostamos a un lugar íntimo, cercano y cálido”, confiesan los músicos.

Con una suave mezcla de folk y rock, más influencias románticas, latinas y una poética sensible, “Ay” trabaja la fuerza de la canción. Cada una nace al calor de otras músicas, la de compositoras como Marisa Monte, Natalia Lafourcade, Zoe Deschanel, Lhasa de Sela y Ana Prada, en quienes Mariana se siente reflejada.

Justamente, es su voz la encargada de hacer un aporte fundamental a la sonoridad, a la textura y a la femeneidad de la música de “Ay”. Esas características los llevan a definir su música como un folk femenino y mutante.

También recae en Mariana la teatralidad que aparece cada vez que realizan una nueva presentación.

“Nuestra música está unificada por las letras y por la poesía”, indicaron y reconocieron también influencias tan eclécticas como de Sandro, Los TNT, She and Him, el Club del Clan y Johnny Cash. “No tenemos prejuicio, tomamos lo que nos da ganas”, dicen sobre la inspiración de cada canción.

“Nos interesaba el sonido crudo y real de esos años, los ‘50. De todas maneras esa búsqueda es solo un motor. Entre la referencia y lo que uno puede y termina saliendo hay una brecha insalvable”, dice Mariana. “Nos compramos un banjo en parte para explorar ese espíritu”.

En la dinámica de la banda, Mariana es la encargada de plantear la letra, la melodía y la armonía básica. Matías se encarga de trabajar los aspectos musicales en profundidad, hasta que aparece la identidad de cada canción.

“Las letras suelen ser muy autorreferenciales y en primera persona. Nacen de lo cotidiano. De cosas muy personales. En general bastante femeninas y siempre muy humanas. El segundo disco habla mucho de nosotros dos, desde mi mirada, pues soy quien las escribe. Y de mis vaivenes internos, de lo que voy atravesando. Que no es nada extraordinario. Es común, es universal”, amplifica ella.

Mariana Vidal estudió actuación, danza y canto. En algún momento quiso mezclar lo teatral con lo musical y con una amiga escribió una obra en la que había una banda en vivo y ella cantaba un repertorio variado. Cierta vez empezó a componer canciones jugando, en una terraza. “Eso me llevó a estudiar un poco más (piano, audioperceptiva) hasta que años después me sentí lista y tuve ganas de trabajar con ese material”, cuenta.

Matías Magneres viene de familia de músicos. Su papá fue bajista, tocaba jazz y su hijo lo acompañaba a todos los ensayos. A los 13 empezó a tener sus  bandas de punk rock. A los 17, dejó Tandil y se fue a Buenos Aires a estudiar psicología, pero al tiempo empezó a estudiar guitarra y se anotó la Escuela de música popular de Avellaneda. “Fui tocando en distintas formaciones y en paralelo empecé a escribir canciones”, recuerda.

Ambos son pareja, viven en Sierra de los Padres y son papás de dos niños.

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