Daniel Guebel: “La figura paterna siempre falla, siempre es reprochable”

Daniel Guebel acaba de presentar El hijo judío (Literatura Random House 2018), donde incursiona en el relato autobiográfico a través del recuerdo que tiene de su niñez y su convivencia con su padre por aquella época.

Daniel Guebel aborda la siempre compleja relación padre e hijo. 

19 de Octubre de 2018 16:49

Daniel Guebel narra. Siempre narra. En esta oportunidad bucea sobre sí mismo y su padecer para usar esos recuerdos para llenar páginas literarias. Para llenar páginas de muy buena literatura.

Algunos de los detalles que narra Guebel en el libro, para la mirada de muchos, podrán ser insignificantes o al menos detalles que a muchos, quizás, no lo llevan a replantearse su suerte de escritor como lo logrado en él. La presencia del padre, figura fuerte y violenta en la vida del autor, por ende también en la narración, imponen circunstancias que obligan a pensar cuánto de aquella tristeza y de dolor luego se convierte en lo protegido y en el inicio de una odisea literaria complejamente interesante y provechosa.

“Hay dos formas de escribir sobre uno mismo: una es el relato autobiográfico y otra es escribir novelas aparentemente distantes de uno mismo, pero ir trabajando por el lado del asunto que a uno le importa. En el fondo toda literatura es autobiográfica y toda biografía es ficcional y eso, de alguna manera, es el asunto de mi libro, porque en el libro yo cuento con la mayor fidelidad posible experiencias que marcaron mi vid.  Que la marcaron, pero al mismo, tiempo nunca llego a la sustancia misma de la verdad, siempre el juego de la memoria, de alguna manera, trastoca el relato verídico de los hechos”, asegura Daniel Guebel.

-¿Qué parte de lo narrado es ficcional?

- La parte ficcional del libro es un tres por ciento, después son relatos de hechos verídicos, lo que hago es interpretarlos, es decir, darle sentido y en el abordaje de dar sentido en lo que se narra ya estás construyendo una verdad segunda que puede diferir de los hechos. Por ejemplo, este texto primero yo lo puse en circulación en mi familia y ellos me contaban hechos completamente distintos de los que yo contaba. Pero yo no los recuerdo así porque quiero contar una clase de versión de los hechos sin saberlo, porque la memoria omite, falsea, hermosea algún hecho. No puedo saberlo, pero sí sé que el recuerdo es indeleble.

- Y ese recuerdo falseado o hermoseado, quizás, ¿le quita algo de felicidad a tu niñez?

- La felicidad es lo más inaprensible que hay. Creo que mi niñez fue obsesiva, rica y variada. Muchos momentos infelices también, pero, a ver, ¿qué es la infancia de un escritor sino la zona donde el escritor se siente radicalmente distinto del resto de la gente y piensa el mundo como un relato? El relato de aquella diferencia, el relato de esa distancia.

La relación fuerte y violenta que tuvo, o que así sintió el autor con su padre, se entiende mejor en estas páginas. Inclusive logra cierta empatía con aquellos de cierta generación por haber compartido determinadas conductas de su padre. Pero también, como en muchos casos, aquellos padres duros y fríos querían establecer un vínculo con sus hijos, pero bajo sus parámetros. En muchos casos sin tener en cuenta el sentir de ellos.

-¿Tu papá quería establecer un vínculo con vos?

- Si, claramente.

- Entonces la negación venía por tu lado

- Es que el miedo a mi padre impedía que el vínculo sea fluido. Al mismo tiempo, viendo hoy las fotos de mi infancia, yo tengo fotos donde estoy agarrado de la mano con mi papá jugando, disfrutando. Entonces, por qué me, pregunto, el recuerdo de mi infancia con mi padre es tan infeliz. Porque hay una marca que lo determina todo.

 

Pero el tiempo transcurre y se transforma en algo como la cinta de Moebius, con un verso y reverso y nada se termina y todo continúa y circula. Entonces el hijo se transforma en padre de un hijo o hija y también en padre de su padre. Y ahí aparece ese segundo instintivo donde uno decide qué hacer con todo ese pasado. Donde uno piensa y siente si acepta, comprende y/o justifica todo aquello. “Mi padre tuvo hace siete años un ACV, está incapacitado a valerse por sí mismo, hay que ocuparse de mil maneras. Esa indefensión creciente de mi padre generó un vínculo distinto y viendo ahora, que tengo una hija adolescente, no termina siendo uno también,  hijo de su hija, es algo que no aparece en el libro, pero el vínculo se transforma necesariamente en ambas direcciones”, dice.

El texto que cruza toda la historia de Guebel, sin dudarlo, es Carta al Padre de Franz Kafka. Texto fuerte donde el autor checo revela sus sufrimientos y como de ellos, de la actitud de su padre para con él, logran convertirse en su kafkiana literatura. Guebel lo asume y le reconoce los méritos a Kafka, pero algo le reprocha, “Es un texto extraordinario. Pero es un texto que escribe una persona que no ha tenido hijos y que no entiende y no ha podido entender que la figura paterna siempre falla, que siempre es reprochable. Lo he experimentado con mi hija. La diferencia es que yo callaba y que mi hija hoy me reprocha a gusto lo que tenga para reprocharme o no dice nada porque me considera un caso perdido”, afirma convencido.

Guebel piensa en La carta al padre con cierto rasgo de humorismo. “Yo le diría a Kafka Vos le escribiste una carta a tu padre donde decís lo malo que fue con vos, lo fraudulento que fue, cómo te hizo creer en cosas que él mismo no creía, como no te quiso como vos querías que te quisiera. Pero ojo, a mí, mi papá me trataba peor que a vos. Además, él escribe una carta destinada al padre, no para ser publicada, yo escribo el libro sabiendo que mi padre no lo va a leer, es más, ni quiero que se entere de que existe, además de no saber qué pensaría”, enfatiza.

Leé un fragmento de El hijo judío

-Cierto, pero Kafka no le da la carta al padre, se la da a la madre en realidad…

- Kafka hace una operación muy sofisticada, muy parecida a cuando le pide a Max Brod que queme sus textos. Se la da a la madre para que se la dé al padre, sabiendo que en general el padre no lee lo que Kafka escribe. ¿Por qué le da esa carta a la madre? Para que la madre la lea, para que sepa qué marido tiene y para que sepa lo mal que su marido trató a su hijo, o sea es una operación indirecta, astuta, muy maliciosa y perversa, pero muy interesante.

- ¿Y vos querías contarle a tu mamá quién es tu papá?

- Mi madre sabía que él era violento y si mi madre no me defendía era, según ella misma dice, porque tenía miedo de la violencia de mi padre.

- Y justo ahí entra el personaje de tu hermana, un buen personaje en la historia y en tu vida que aparece pocas veces, pero marca la historia.

- Mi hermana abre y cierra el libro. Mi hermana es la causa de que yo haya perdido el apetito cuando ella nació, mi hermana es la defensora de la violencia paterna y con mi hermana aprendo el arte del debate, debate que siempre pierdo con ella porque se queda con la última palabra.

- ¿Ella leyó el libro?

- No. Mi hermana tampoco leyó el libro y mi hija tampoco. Mi madre sí. Mi hermana dijo basta de problemas familiares, mi hija dijo que no piensa leerlo, que no quiere saber nada de lo que digo de su abuelo. Mi madre, sin embargo, me llamó llorando, diciéndome Perdóname, perdóname, yo estaba tan sometida que no sabía cómo defenderte,  y yo le dije, Mamá, esto es como una carta amorosa, está todo perdonado y todo perdido.

El hijo judío no es un libro premeditado por el autor. Pero en algún momento de su historia, como en la de una gran mayoría, agobiado por la situación y el cambio de roles, uno debe preguntarse qué hace con aquellos recuerdos.

Guebel decidió escribir. Escribir como para cerrar algo de su historia. La literatura como salvación de la vida. El refugio de la escritura como compensación de una relación dolorosa y traumática. Como redención de aquellos días, de aquellos recuerdos quizás falseados o mal recordados en este presente. “Yo no hubiese publicado el libro si dentro de la totalidad no hubiese un balanceo, un equilibro entre el enojo, el rencor, el odio, el desamor y su compensación, la reconciliación, la evidencia del afecto pese a todo”, dice el autor.

Aquel que uno fue siempre viene a reprocharnos cosas que no cumplimos. Pero cada tanto, también viene a salvarnos y darnos una segunda oportunidad del reencuentro.