Federico Delgado: "La Justicia usa la ley como un arma para destruir oponentes"

El fiscal federal presentó en Mar del Plata su segundo libro Injusticia. Aseguró que la causa de los cuadernos marcará un "quiebre" en el funcionamiento de la institución.

21 de Octubre de 2018 10:30

Por Redacción 0223

PARA 0223

Injusticia, se titula el segundo libro del fiscal federal Federico Delgado. Tal vez, el nombre sea por el descreimiento que la sociedad tiene sobre esta institución. Tal vez por eso el hombre que forma parte de esa justicia enviciada no duda en afirmar que convierte la ley en un "arma para destruir oponentes".

Delgado llegó a Mar del Plata para presentar su libro, que a pesar de llevar dos meses en las librerías tuvo un fuerte impacto de ventas. "Pareció coordinado: desde que salió la cuestión judicial no dejó de estar en la agenda pública", cuenta en una entrevista con 0223. Y buena parte de esa sobreexposición que aborda el libro se debe a la causa de los cuadernos, que para Delgado es un "quiebre" para el futuro de la Justicia en la Argentina. "Para bien o para mal", advierte.

-Decía qué grado de contacto tiene el libro con la realidad. ¿Qué grado de contacto tiene la justicia con la realidad?

-Poco. La gente la percibe lejana, abstracta. A toda la justicia, pienso en los abogados, las fuerzas de seguridad, a todo el sistema. A la gente le cuesta entendernos, porque se habla en otro idioma, se escribe difícil, siempre hace falta un papel.

Siempre hace falta un abogado. 

Un abogado, y hace falta dinero para eso. Y siempre se privilegia más la cultura del expediente que solucionar el caso. Eso construye lejanía y esa construcción es horrible porque separa a la institución de la sociedad civil.

-¿El problema es la institución o los jueces?

-El problema son los dos, pero el más grave son los rasgos sistémicos que adquirió el mal funcionamiento de la justicia. Los hábitos, los vicios, el manejo de los tiempos, el lenguaje, la construcción de lejanía, los procesos de designación y remoción, el uso de la ley despojada de todo componente ético o moral, todo eso adquirió rasgos sistémicos y funciona más allá de la persona que ocasionalmente ocupe el cargo de juez o fiscal. Si el problema fueran los jueces es más fácil porque los cambiamos y listo. Pero creo que si ponemos rabinos, pastores, sacerdotes, como jueces no sé si podrían vencer la fuerza que tiene el sistema. 

-¿Diferencia lo que es la Justicia Federal de las justicias provinciales?

-Yo hablo de la Justicia Federal de la Capital Federal que es lo que conozco. Me parece injusto extenderlo a las justicias locales, que seguramente tienen otros problemas, pero no creo que tengan ni la visibilidad ni los problemas que se palpan en la Justicia Federal. 

-¿Cuáles son esos problemas?

-El edificio de Comodoro Py ha adquirido una especie de autonomía. Parece que tiene reglas e intereses propios. De hecho, cualquier estudiante de derecho puede comparar casos similares y ver cómo se resuelven en Comodoro Py y cómo se resuelve en otro fuero y van a ver que es distinto. Hay algunas cosas que son diferentes, por eso no está bueno extenderlo al resto del país.

-¿Cambió algo en Comodoro Py a partir de la explosión mediática y la mayor visibilidad que tiene la Justicia en la sociedad?

-Cambió la visibilidad. Eso lo trabajo en el libro. Los medios de comunicación son un actor más de la vida pública argentina. Estamos en medio de una revolucion comunicacional,que cambió nuestras vidas privadas y que también cambia nuestra vida pública. Las instituciones tienen que acostumbrarse a vivir con los medios. En el caso de la justicia, además, hay otro proceso que es la judicialización de la política. esto hace más visible la cuestión judicial porque muchas cosas que debieran ocurrir en el Parlamento ahora ocurre en Tribunales. Combinada con la potencia de los mass media ha hecho de la justicia una suerte de espectáculo. Muchos dirigentes políticos lo que no pueden ganar en el Congreso porque no construyen mayoría tal vez lo ganan en la justicia con una denuncia. Todo ese caótico conjunto de condimentos ha hecho de la justicia un espectáculo. 

 

-¿Qué provoca esa suerte de show?

-Ha hecho que la crisis se pueda ver en toda su dimensión y está empezando a lograr que las personas de a pie se den cuenta que la justicia incide en su vida mucho más de lo que parece. Y de golpe esa lejanía de la que hablábamos la está destruyendo la propia espectacularidad que tienen las noticias judiciales. 

-¿Esa judicialización de la política tiene ideología o es acomodaticia?

-La Justicia Federal tiene un rasgo característico, no de ahora sino histórico, que tiende a acompañar al gobierno de turno y ser cruel cuando ese gobierno deja el poder. Eso esa una deformación de nuestra institucionalidad. Ahora eso se agudizó porque la crisis del sistema judicial hace estas cosas más visibles. Lo más grave de todo es que la ley, que nació para proteger derechos y hacer a las personas más robustas, fue despojada de todo componente ético y moral y funciona como una herramienta. La ley dejó de ser un mecanismo para solucionar conflictos para ser un arma, funciona como un mecanismo de destrucción del oponente. 

Esta última fase de la crisis que es el uso de la ley como un arma es lo que ha empezado a despertar actores de lugares dispares que impugnan el sistema judicial. Porque los kirhcneristas se quejan, pero también se queja Carrió, el diputado Massot, los empresarios del Coloquio de Idea, también el senador Pinedo, los movimientos sociales y los curas villeros. Todos impugnan el sistema judicial. Eso quiere decir que es una crisis orgánica, de la institución en su conjunto.

-Sin embargo, el caso de los cuadernos a una parte de la población parece haberle devuelto su fe en la Justicia aunque muchos especialistas hablen de las falencias jurídicas de la investigación. 

-Este caso va a ser un quiebre. Para bien o para mal, nada será igual después de la causa de los cuadernos. A la Justicia le cae un desafío muy importante en su peor momento. pero además hay un insumo muy relevante. Es la primera vez que están sentados frente a un juez los políticos, los empresarios y la propia justicia. Además, un montón de exfuncionarios, empresarios y un exjuez como Oyarbide reconocen que cometieron delitos. Oyarbide dice que falló con la voluntad viciada, algunos empresarios reconocen que pagaron sobornos y algunos políticos dicen que participaron de los hechos, según trascendió.

Entonces es la primera vez que tenemos las tres patas sentadas frente al juez, tres patas poderosas, que reconocen que violaron la ley. La justicia tiene que procesar esa información, tiene que compatibilizarla con la ley y tiene que hacer una sentencia que sea creíble para toda la población, los empresarios y los políticos. 

-¿Y cree que va camino a eso?

-No lo sé. En ese trance estamos. Nada va a ser igual, porque si sale bien la justicia saldrá bien parada y se comenzará a recrear la confianza. Si sale mal corremos el riesgo del estado de naturaleza, de la guerra de todos contra todos, porque si esta vez no pudimos, qué insumo más hace falta para poder. Me parece un caso decisivo y una ocasión imperdible para que los ciudadanos comencemos a discutir qué queremos hacer con una justicia a la que no le creemos. 

-¿Qué le provoca cuando escucha a dirigentes políticos, de esta gestión o de otras, hablar de una justifica independiente?

-Es más de lo mismo. Los que estamos más familiarizados con las dinámicas de la justicia sabemos que pasan siempre. La transición más fuerte que recuerdo es la de Menem al gobierno de la Alianza.  Los dirigentes de la Alianza, cuando estaba preso Alderete o María Julia Alsogaray decían estas cosas. Cuando estaban De la Rúa o Cavallo en procesos judiciales después de 2001 decían exactaemente lo mismo los dirigentes que ocupaban el gobierno. Los kirchneristas decían que se iba a terminar la impunidad e iba a ser un país en serio. Y ahora los macristas. Lo que hay que terminar es con esa dinámica.

¿Se puede en un país como Argentina?

-No sé si se puede, pero no sé si nos queda alternativa. Cuando uno tiene una vida pública mala y pobre, la vida privada es mala y pobre. No sé si tenemos muchas chaces de elegir. La combinación de malaria social, recesión económica, corrupción, de instituciones con descreimiento traen como resultado un Bolsonaro. Entonces, estamos en un momento histórico complicado. Y habrá que elegir, porque si hay un Bolsonaro será una elección del pueblo que lo votó. Habrá que dar el paso de la crítica e indignación a asumir la responsabilidad histórica, porque de la regeneración moral que toda la sociedad reclama es imprescindible que participemos todos. 

-¿Hay consciencia dentro de la Justicia de la situación tan crítica? 

-Yo haría una gran distinción en la Justicia Federal. La gran mayoría de las personas que la componen son muy valiosas. De verdad son conscientes de la crisis y quiere cambiarla. El tema es que hay que crear las condiciones para que esa gente acceda a roles de una responsabilidad mayor. Casi todos los argentinos individualmente estamos de acuerdo en que esto está mal. El tema es cómo hacemos para articular una voluntad más general.

¿Y cómo se hace?

-No lo sé, ojalá tuviese la receta, pero el desafío es organizar una energía que está desperdigada. Hay que darse cuenta que eso no lo va a hacer ni un presidente, ni un diputado, ni un senador ni un juez. Darle eficacia política a esa bronca es un laburo de los ciudadanos.