“Nunca voy a tener la respuesta de por qué se suicidó mi papá”

4 de Marzo de 2018 18:01

Por Redacción 0223

PARA 0223

Martín Sivak todavía está sorprendido del éxito que tuvo su último libro El salto de papá. Asegura que la primera vez que el editor de Planeta le dijo que pensaba imprimir 4 mil ejemplares le sugirió ir con la mitad. “La verdad pensé que la biografía de Mariano Grondona se iba a vender un montón y no tenía tantas expectativas con este libro”, se sincera en una entrevista con 0223. Y el libro está entre los mejores de 2017.

“Siempre tuve un objetivo muy modesto: contar esta historia a mis amigos, a las personas más cercanas a mí. Nunca esperé que tuviera esta repercusión”, dice el escritor.

El salto de papá cuenta la vida de Jorge Sivak, un banquero, comunista, que recibía en su casa a expresidentes y hombres del poder. Y, sobre todo, cuenta su muerte: el 5 de diciembre de 1990 saltó al vacío.

-Cuando él se suicidó yo tenía 15 años y quería encontrar la repuesta, como si fuera una Claringrilla. Con el tiempo me di cuenta de que esa gran respuesta no existe y que a lo sumo uno puede tener hipótesis. No tengo una respuesta ni la voy a tener nunca, ni aunque papá hubiese dejado una carta”, dice.

-¿Cómo nace El salto de papá?

-Tenía tan diferenciado el mundo de la vida íntima, personal o familiar de un periodista con su trabajo que la primera vez que escribí algo sobre mi papá fue en el año 2001. En ese momento trabajaba en la Revista Veintiuno, Veintidós y Veintitrés y se acercaba el aniversario número 11 de la muerte de mi papá y empecé a sentir la necesidad de escribir algo sobre él, pero no algo para publicar. Es más, lo veía como una cosa exhibicionista, inaceptable; no estaba en el mundo de lo posible. Cuando trabaja en redacción lo hacía más que nada en el semanario y tenía el cierre semanal en mi cabeza: el 5 de diciembre de 2001 tengo que finalmente terminar eso que vengo escribiendo lento sobre mi papá. Ese año caía un jueves -nosotros cerrábamos la revista los miércoles- y pensé: bueno, cierro la revista y el jueves a la mañana termino esto, que era para mi hermano y mis mejores amigos.

-No pensabas publicarlo.

-No se me pasaba por la cabeza, no era una posibilidad publicarlo. Cuando se los mandé a ellos sentí cierto alivio y, al mismo tiempo, me convencí de que nunca más iba a escribir sobre mi papá; era cerrar un capítulo. Pero el periodismo cambió, también cambió mi relación con el periodismo y la escritura y 6 ó 7 años más tarde me di cuenta de que yo estaba escribiendo esa historia para un correo electrónico, no para ser publicado. Pasaron varias cosas: el nacimiento de mi hijo; como lector descubrí el género de memorias de padres; el hecho de estar fuera de la Argentina... Desde que me fui -viví en Londres, Nueva York y Bolivia- cada vez que volvía sentía la ausencia de mi mamá y de mi papá, entonces, en uno de esos viajes me encontré ante esa posibilidad. Empecé a escribir en 2008, 2009 hasta que me senté en serio a escribir en 2010. Tardé 7 años -fue más reescritura que escritura- hasta que encontré un tono, una distancia. Este libro me costó mucho, fue muy difícil encontrar la fórmula; fue muy transpirado.

-Habías hecho varias biografías. ¿Cuánto cambia la biografía de tu propio padre?

-Muchísimo porque es mucho más fácil escribir sobre la vida de los otros. Yo había escrito otros libros más lejanos si se quiere, pero a los que les puse mucho tiempo, mucha energía pero, en este caso, aparte de esa energía, también está la incomodidad de hablar de temas de tu vida, hablar de personas cercanas, eludir los matices. Los primeros dos libros que escribí estaban cargados de bronca -sobre todo la biografía no autorizada de Hugo Banzer Suárez- pero un libro así me habilitó un mundo que desconocía y que consistía en escribir lo que realmente quería; incluso, siendo a veces arbitrario, a veces escribiendo con furia, o haciendo ajustes de cuentas familiares.

Me resulta más fácil escribir sobre la vida de los otros. No sé qué va a pasar ahora porque no tengo un tema para un próximo libro pero, en general, siempre me moví en un terreno más seguro.

-Cuando resolviste escribir este libro, ¿te propusiste hacerlo sin cuidar a nadie, sin tratar de dejar bien parada a tal o cual persona?

-Eso fue apareciendo a medida que iba escribiendo y aparecía el rencor, la ira, el amor, el dolor, la posibilidad de reírme de personas o de mí mismo. En el proceso de escritura uno matiza, filtra pero de ninguna manera quería hacer una historia equilibrada o balanceada de la familia y obviamente hay algunas personas a la que esto no le gustó, les molestó. El único lector sagrado para mí era mi hermano, era el único que iba a leerlo y tener poder de veto.

-¿Cuánto te ayudó para tratar de terminar de procesar la muerte de tu papá?

-Cuando él se suicidó yo tenía 15 años y quería encontrar la repuesta, como si fuera una Claringrilla. Con el tiempo me di cuenta de que esa gran respuesta no existe y que a lo sumo uno puede tener hipótesis. Yo me acerqué más a la hipótesis de la inmensa angustia que a mi papá, que había sido preso político, le provocaba la idea de volver a la cárcel por una quiebra fraudulenta. Esa era una idea que lo obsesionaba y creo que eso influyó bastante, además de otras cosas que trato de contar en el libro pero ya sin esa esa idea de voy a tener una respuesta. Al contrario, comparto las especulaciones pero no tengo una respuesta ni la voy a tener nunca, ni aunque papá hubiese dejado una carta.

-¿Qué diría tu papá del libro?

-Cuando alguien no está desde hace tanto tiempo, no me imagino qué pensaría... Supongo que sonreiría, que percibiría el cariño o se reiría cuando le tomo el pelo, y que no le hubiesen gustado algunas cosas. Que el origen financiero de la familia son los fondos del Partido Comunista es algo que mi papá nunca me contó, es una infidencia.

-¿Tuviste que investigar?

-Sí, fue muy importante eso. La primera parte del libro la escribí cuando estaba en Estados Unidos y la primera lectora, Gabriela Esquivada, me dijo que le faltaba la voz de mi papá. Cuando regresé a la Argentina en 2010 empecé a entrevistar a su psicoanalista, al peluquero, a sus compañeros de militancia, otros banqueros, políticos, los custodios, familiares, mi hermano...

-¿Te sorprendiste con algo de lo que encontraste?

-Hubo algunas pequeñas revelaciones pero no es que descubrí una persona distinta. Fue bastante confirmatorio lo que encontré. Y hubo algo muy hermoso durante ese proceso: durante las 30 ó 40 entrevistas que hice, no hubo nadie que no haya llorado al recordar a mi papá. Yo no lloraba pero ellos sí y eso me permitió ver el cariño que le tenían. Mi papá era muy querido y muy querible, era muy generoso y ver esa emoción fue una de las cosas que me hicieron ver que valía la pena seguir. Siempre tuve un objetivo muy modesto: contar esta historia a mis amigos, a las personas más cercanas a mí. Nunca esperé que tuviera esta repercusión.

-Hablabas al principio del subgénero de memorias de padres y de los cambios del periodismo y pensaba que este libro tiene que ver con eso. Hay historias representativas que no tienen protagonistas famosos y son tal vez las que más atrapan a la gente...

-Totalmente. Dos de los estantes de libros que tengo en casa son de memorias de padres, todos escritos por autores de ficción que escribieron historias de padres que no fueron personajes públicos relevantes. Son historias pequeñas pero que al mismo tiempo me sirvieron de muchísima inspiración. Por ejemplo, El adversario de Emannuel Carrère es un libro reciente que tiene que ver con algo que a mí cada vez me gusta más: buscar historias que no necesariamente sean vistas como historias importantes, de agenda pública.

Más allá de eso, es un poco obvio, pero las cosas que uno elige para escribir están atravesadas por la historia personal de uno. 

-No es un personaje público importante, pero sí cuenta con una historia muy rica: un banquero, comunista, con muchas particularidades; los personajes con los que te codeabas desde chico...

-Por supuesto, esas fueron unas de las cosas que me marcaron en mi trabajo profesional: contar el poder, contar la relación entre el poder político y el poder económico -cosas que como periodista siempre me fascinaron- donde primero las vi fue en mi casa, a donde venían ministros, generales, expresidentes... Eso siempre me produjo curiosidad porque pensaba que mi papá quería influir sobre lo que los influyen. Mi objetivo, que es mucho más pequeño, fue contar las historias que pude contar.   

 

 

-¿Qué fue lo que más te sorprendió de la reacción de la gente, del éxito del libro?

-Parece falsa modestia, pero cuando el director de Planeta de 4 mil ejemplares, yo le pedí que fuéramos con la mitad (risas)... La verdad, no le tenía ninguna fe al libro y es como esos azares que uno no sabe. Quizás fue la cuestión emocional, muchos lectores se han sentido identificados porque más allá de que tiene sus particularidades, es una historia universal de un padre, un hijo, una familia. Creo que por eso pudo haber llegado a muchos lectores, cosa que no esperaba. Algo que para mí fue muy llamativo es que todos los días recibo muchos mensajes y para mi es algo nuevo tener ese diálogo con los lectores. Imagino que tiene que ver con que cuando uno cuenta algo muy personal, muchos lectores se abren para contar cosas que les provocó el libro o cosas de su vida personal.    

-¿Esto marca un quiebre en tu vida personal y profesional? ¿Te planteás cómo seguir a partir de ahora?

-Mi primer libro lo empecé a los 19 años y lo publiqué a los 21 y siempre adelante tenía un nuevo libro. Esta vez no tengo una idea de libro y no me desespera, porque no es que no puedo estar sin escribir. No sé si cambia algo con esto. Tengo en claro que una cosa es el libro y otra es mi vida, pero cuando te preguntan cosas tan íntimas, me tengo que hacer cargo. Incluso, por momentos me sentí un poco abrumado por la exposición pública. Pero no creo que esto signifique un cambio en mi vida, ni ahora me voy a poner buscar libros parecidos. Cuando encuentre un tema para escribir un libro lo voy a hacer de la manera que me salga hacerlo. Por ahora, no sé qué voy a hacer.