El drama de una madre: se contagió de coronavirus y ve a su hijo electrodependiente por videollamada

Vive junto a sus tres hijos y es parte del grupo de riesgo por haberle donado un riñón al más grande, que además, es electrodependiente. Sin ningún tipo de asistencia, transita la enfermedad aislada en una habitación de su casa. “Tengo que aguantar por ellos”, dice.

Amor de madre. Julieta se vino junto a toda su familia a Mar del Plata por la salud de Santiago, su hijo mayor.

2 de Octubre de 2020 19:08

 

Julieta Torres (47) vive desde el viernes pasado una pesadilla: mamá de tres chicos -uno electrodependiente-, contrajo coronavirus y ahora se encuentra aislada en su propio departamento, bajo extremas medidas de cuidado para no contagiarlos. Tuvo los primeros síntomas hace una semana hasta que el domingo, ante la continuidad de fiebre muy alta, decidió hacerse el hisopado. El resultado llegó el martes: positivo. “Me puse a llorar, me quería dar la cabeza contra la pared. Seguí todos los protocolos, me cuidé a más no poder y me contagié igual”, dice. Su cuadro derivó en una neumonía, por lo cual recibe tratamiento con antibióticos y se encuentra mejor. Al menos, desapareció la fiebre, aunque siente un poco de cansancio.

Con el diagnóstico de Covid-19 positivo, Julieta no tuvo más opción que encerrarse en su propia habitación del departamento que alquila en el barrio La Perla. En el otro extremo se encuentra Santiago (27), su hijo mayor, paciente oncológico con internación domiciliaria. Los otros chicos, Victoria (19) y Nicolás (15), se reparten las tareas para que la casa siga funcionando, dentro de lo posible, con normalidad. Con todos habla a través de videollamadas.

Julieta, además, es paciente de riesgo por ser donante: en 2013, a Santiago, que padece una enfermedad medular de base, le comenzaron a fallar los dos riñones y ella no dudó en ofrecerse para darle uno. Sin embargo, debido a que viven los cuatro solos, desde que comenzó la pandemia fue la encargada de salir a hacer las compras y demás diligencias para que no les faltara nada. Cree que así fue cómo se contagió coronavirus.

Gracias a que Santiago tiene asistencia médica las 24 horas, la situación de Julieta es monitoreada. Los médicos de la Clínica Colón, lugar en el que se hizo el trasplante, también la llaman todos los días para estar al tanto de su salud. Sin embargo, hasta el momento nadie del municipio se contactó con ella para ofrecerle asistencia social o psicológica y si bien el lunes la llamaron del Ministerio de Salud de Nación para avisarle que le iban a enviar productos de desinfección y alimentos, todavía no tuvo novedades. “Si no fuera por los médicos de la Colón, estaríamos completamente solos”, afirma.

Santiago junto a uno de sus médicos, antes de la pandemia.

El principal temor de la mujer es que su cuadro se agrave y sus hijos se queden solos. “Mi hijo de 15 me preguntó si me iba a morir y Santi a veces no me quiere atender el teléfono; vaya a saber qué cosas pasan por esas cabecitas”, cuenta. A eso se suma que desde su trabajo, en la municipalidad de Quilmes, comenzaron a presionarla para que viajara cada tres meses a firmar la continuidad de su licencia. Es que en 2016, cuando a su hijo mayor le diagnosticaron cáncer de esófago, comenzaron a venir a Mar del Plata para tratarlo con los médicos locales pero, en uno de esos viajes en ambulancia, Santiago tuvo un infarto. “Los médicos me dijeron: o te quedás acá o tu hijo se muere en la ruta. Entonces me quedé. Nos vinimos con una mano adelante y la otra atrás, pero por la salud y la vida de él, hago cualquier cosa”, asegura. 

Desde entonces, su hijo sufrió tres ACV, dejó de caminar, tiene insuficiencia respiratoria crónica y ya suma 55 entradas al quirófano por distintas intervenciones. “Es un niño de trece años”, explica. Todos los días recibe la visita del médico clínico, la fonoaudióloga o el kinesiólogo, que además es su padrino. “Vienen disfrazadísimos para cumplir con todos los protocolos pero nunca lo dejaron solo”, remarca.

Julieta ya lleva una semana en aislamiento y le quedan por delante otros diez días más y, aunque su único contacto con los chicos es a través de videollamadas, trata de mantener la calma para que ellos tampoco se asusten. Por eso, estableció algunas pautas: por ejemplo, en su casa está prohibido ver el noticiero. “Es muy difícil pasar por eso, tenés que estar entero porque sino te arruina psicológicamente. Es duro pero trato de ponerle ánimo. Tengo que aguantar por ellos”, dice por último.