Integración regional en tiempos de coronavirus

La decisión del gobierno argentino de abandonar algunas negociaciones comerciales del Mercosur pone en debate la falta de proyecto de integración. Los riesgos, el rol de Brasil y los desafíos de la región en un contexto internacional desfavorable. 

28 de Abril de 2020 08:13

Por Redacción 0223

PARA 0223

El gobierno argentino decidió abandonar negociaciones comerciales que el Mercosur estaba llevando a cabo con países como Corea del Sur, Canadá, Libano, Singapur e India. El argumento oficial se centró en que "es una forma de afrontar la pandemia global y sus consecuencias económicas y sociales. Es imperiosa en un mundo en el que los organismos internacionales predicen la caída del PBI en los países de mayor desarrollo, una disminución brusca del comercio global de hasta un 32% y un impacto imprevisible en la sociedad".

También indicó que en “su política interna la Argentina se previene de los efectos de la pandemia mientras protege las empresas, el empleo y la situación de las familias más humildes”.

La decisión es riesgosa pero razonable si se tiene en cuenta las catastróficas proyecciones de organismos como el Fondo Monetario Internacional y Cepal y el grado de extrema volatilidad e incertidumbre reinante en un mundo que no sabemos que características tendrá luego del coronavirus. 

A su vez, abrió un debate clave que deberá esquivar la grieta vernácula que empequeñece las discusiones estratégicas para convertirlas en chicanas propias de la politiquería que desinforma más de lo que aclara.

El fondo de la cuestión gira en torno al tipo de política de integración que debemos llevar a cabo. Si hay que avanzar en un regionalismo abierto que busque mercados y priorice una dinámica exportadora de materia prima o un regionalismo autónomo que se mueva con mas precaución respecto de sus economías intrarregionales y nacionales. En términos mas técnicos, desde antes del fin de ciclo progresista lo que está sobre la mesa es el Arancel Externo Común cuyo futuro se define en tres posibles escenarios:

-Unión aduanera imperfecta con limitaciones para los acuerdos bilaterales, es decir, el estado de situación actual. Cabe destacar que esta modalidad de acuerdos en bloque rige desde el 2000 cuando el Mercosur debatio el Alca con Estados Unidos. Es decir, lejos del capricho populista que vociferan desde el liberalismo regional, quienes implementaron esto fueron mandatarios como Fernando Henrique Cardoso, Fernando De la Rúa, Jorge Batlle y Luis Angel González Macchi que de populistas tiene menos que la Fundación Libertad. 

-Unión aduanera con flexibilidad, en donde cada país pueda firmar acuerdos de libre comercio por las partes. Este fue un planteo histórico de Paraguay y Uruguay en tiempos de la ola progresista y contó con consenso durante el gobierno de Mauricio Macri.

-Zona de libre comercio similar a la Alianza del Pacífico y sin ningún tipo de regulación ni arancel. Es el proyecto del ala económica liberal del ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes y es mirado con buenos ojos por el nuevo gobierno de Uruguay. 

La posibilidad de que algunos de estos tres escenarios se imponga dependerá de la capacidad de construcción de consensos políticos, lo cual, al no existir, en especial entre Argentina y Brasil, torna el panorama mucho más complejo.

La postura argentina tiene sentido si tenemos en cuenta la imposibilidad de realizar un diagnostico serio respecto del contexto comercial que se abre en el mundo y la postura industralista de la cual el nuevo gobierno de Alberto Fernández siempre dijo defender. Si en el período pre-pandemia el gobierno nacional miraba con recelo los acuerdos de libre comercio pero no se oponían para preservar la relación estratégica con sus socios, el coronavirus terminó de consolidar la idea de que el Mercosur pude esperar a que el mundo brinde alguna certeza o la correlación de fuerzas empiece a cambiar. 

Los proyectos en pugna están claros y, tal vez sea erróneo plantear la dicotomía "libre comercio vs proteccionismo", lo que sí es un hecho es que en un mundo volátil como el que vivimos, abrirse sin reparos es una quimera muy peligrosa. Por ejemplo, en el caso de la liberalización comercial con Corea del Sur, tal como explicó Ocipex, las asimetrías están en que tenemos balanza comercial deficitaria, exportamos bienes primarios y permitiriamos importaciones de productos terminados como electrónica, vehículos y autopartes en un contexto muy malo de nuestra industria. ¿Cuál es la ganancia?

Ante ese panorama, las cámaras industriales de Argentina y Brasil emitieron una declaración conjunta en la que plantean: “preocupación por el impacto en los sectores industriales y falta de transparencia de las tratativas" y denuncian que "las industrias están cerradas, sin producir o se están ocupando de producir bienes esenciales para enfrentar los efectos de la emergencia sanitaria".

 

 

 

El rol de Brasil siempre ha sido clave en el Mercosur. En tiempos de Lula y Néstor Kirchner, la alianza estratégica entre Argentina y Brasil permitió que Mercosur adquiriera una rol protagónico como bloque en un mundo multipolar y se avanzara en la construcción de estructuras como Unasur. Al mismo tiempo, la posición hegemónica de nuestro vecino también funcionó como freno de mano para profundizar la integración, como cuando decidió planchar el proyecto del Banco del Sur que se presentaba como un salto de calidad en el proceso de unidad regional. 

La flexiblización del bloque fue un consenso al que llegaron Mauricio Macri y Jair Bolsonaro pero que entró en stand by con la llegada de Alberto Fernández. Pero no se trata solo de los acuerdos (o la falta de ellos) entre Argentina y Brasil sino también de lo que sucede hacia adentro del gigante sudamericano que atraviesa una crisis profunda.

La agenda liberal de Guedes que tensiona de manera constante la relación con Argentina y amenaza con la salida del Mercosur se choca con la intención del ala militar de llevar a cabo una intervención más fuerte del Estado, una revisión del paquete de privatizaciones y la preservación de la relación estratégica con nuestro país. Esa disputa todavía no tiene vencedores, de manera que es difícil pronosticar qué rol tendrá Brasil en el futuro regional. 

La polémica sirve para que podamos vislumbrar el mapa sudamericano completo. Según las últimas estimaciones de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (Cepal), se prevé una contracción regional promedio del 5,3% para 2020 por encima del 5% que se registró durante la Gran Depresión en 1930 y el 4,9% de 1914. Esto implica: 

  • La reducción del comercio internacional
  • La caída de los precios de los productos primarios
  • Intensificación de la aversión al riesgo y el empeoramiento de las condiciones financieras mundiales
  • Menor demanda de servicios turísticos una reducción de las remesas

La Comisión prevé un aumento de la desocupación de 3,4 por ciento llegando a 37,7 millones de personas sin trabajo por el impacto que la crisis tendrá en las Pequeñas y Medias Empresas que representan el 50 por ciento del trabajo formal en el continente, incremento de la pobreza de 30,3% a 34,7% (29 millones de personas quedarían en situación de pobreza) y de la pobreza extrema crecería en 2,5% pasando del 11,0% al 13,5%.  ¿La pandemia demanda más mercado?

Como si fuera poco, este terremoto lo debemos afrontar sin estructura regional que contenga y permita la coordinación entre los gobiernos, una fragmentación que paraliza cualquier tipo de iniciativa, la dramática ausencia de liderazgos regionales, caída de los precios de los commodities y una guerra comercial entre Estados Unidos y China que promete ponerse más agresiva en una especie de guerra fría sin ideología en nuestro territorio motivada por la decisión de Washington de reforzar el control hegemónico de su zona de influencia ante el gigante asiático que se expande en el sistema global. ¿Es realmente urgente avanzar rápidamente en acuerdos de libre comercio ante este panorama?

No se trata de abrazarse a dogmas, inventar una épica de la Patria Grande o acudir a la nostalgia del pasado para entender que para poder transitar lo que viene se requiere de una mirada estratégica, una política de estado regional y mucho pragmatismo para combinar la defensa del interés nacional con la inserción inteligente internacional.