Escribir en busca de una experiencia común

Alguien me dijo alguna vez que la experiencia en al ámbito de la lectura es aquello que “me” pasa y no eso “que” pasa. Es esa experiencia la que logra cambiar algo en mí, la que logra que uno, lector o lectora, busque luego escribir y desarrollar también lo propio en un papel.

La Escuela domiciliaria 508 presentó, una vez más, el resultado de la experiencia Vení te cuento. Un proyecto que ya lleva dieciocho años vigentes y que busca, al decir de la propia directora de la Escuela 508, “Que la escritura despierte emociones, alegrías, esperanzas y, sobre todo, proyectarse a futuro en los y las estudiantes”. Para agregar, “A través de este proyectos podemos hacer de la escritura y la lectura una fuente de placer, de enriquecimiento personal y de conocimiento del mundo”.

Hace 18 años que los y las docentes de la Escuela domiciliaria y hospitalaria 508 acompañan al estudiantado en los procesos de escritura de estos textos, que formarán un libro que oficia, no solo como un recuerdo del trabajo, sino como huella también del sentir, de la emoción, de la pertenencia y de la realidad de cada uno de ellos.

El día de la presentación se dijo que “Es un saber conocido por todos, que gracias a la lectura nuestro mundo personal se enriquece con otros mundos, nos sumerge en diferentes aventuras y que enlaza nuestras vidas con otras vidas. Leer es, sin lugar a dudas, crucial en el crecimiento de las personas. Es por esto que, para los y las docentes, realizar actividades que impliquen producciones literarias de los estudiantes tiene una especie de poder mágico y encantador. La escritura es una acción liberadora de ideas que aparecen para tomarse de la mano con la creatividad. Todos tenemos algo que contar, inclusive a nosotros mismos”.

Síntesis perfecta del espíritu del proyecto. Síntesis perfecta de la función de la escritura y lectura en un espacio educativo. “Todos tenemos algo que contar, inclusive a nosotros mismos” dijeron. Lo repito porque suena y resuena en cada uno de nosotros esa capacidad y ese don de contar historias. Venimos de ahí y en esa capacidad nos fundimos, nos definimos.

Como dijo también la directora Carolina Caldarella, “Hace 18 años que empezamos a trabajar en este proyecto y en las evaluaciones de cada año siempre se decide continuarlo. Sabemos lo que genera en nosotros, lo que sentimos, pero nos preguntamos ¿qué pasa en los y las estudiantes, por qué quieren participar, por qué quieren escribir?”.

No pude dejar de pensar en que esas voces, en esos textos, en ese libro, como en los anteriores, devienen en sujetos. Sujetos que se ponen en juego a través de sus voces escritas. No solo es, para el estudiantado que participa, ordenar ideas por escrito, sino asomarse al desierto de quiénes son y dónde están.

El libro genera en toda la comunidad educativa un sentido de pertenencia con la escuela. Año tras año, a pesar de las circunstancias particulares de cada uno, se buscó darle continuidad. Este 2022, gracias a la Fundación medica del HPC, pudo tomar su forma física. Un libro con escritos de muchos y muchas estudiantes que sienten el placer de contar y contarse, de leer para que los ecos los sigan a lo largo de sus días y para que, al decir de Carlos Skliar, se le dé continuidad a “… idear una experiencia educativa que dé sentido no solo a una presencia sino a una existencia común”.