Cocineras populares, las mujeres del trabajo invisible

Son parte fundamental del engranaje de asistencia en los sectores populares. Este miércoles se presentó un proyecto para que sean reconocidas como trabajadoras y tengan un salario formal. 

Patricia es una de las 13 cocineras del Centro barrial Las Dalias. Foto: 0223

8 de Marzo de 2023 08:02

La ola de calor azota Mar del Plata y los turistas que aún quedan en la ciudad buscan refugio en las playas. Al mismo tiempo, en el barrio Las Dalias, lejos de todo y apenas provistas de un ventilador, Patricia, Eli, Kate y Cecilia llegan al comedor popular "Ramona Medina" del Centro La Poderosa y, como cada jueves a las 8 de la mañana, arrancan su jornada de "cocina sin cuartel" para preparar alrededor de 200 raciones de comida.

Es que a las 17, las familias de la zona se acercan al comedor a retirar las raciones que les alivianarán la carga alimentaria para la semana. El centro no tiene rejas ni alambrados o ligustrina que delimiten el terreno. Consta de dos pequeñas edificaciones prolijamente pintadas de blanco: en una funciona la cocina y en otra un aula- comedor. Tiene además un cobertizo y una huerta rebosante de tomates cherry, rúcula, guías de zapallo y plantas aromáticas que está a disposición de quién la necesite. 

En esta oportunidad hay dos propuestas: macarrones al pesto y pollo a la cacerola con ensalada de papa, zanahoria y huevo. Los macarrones inundan bateas fuentones y bowls en la pequeña cocina acondicionada de Godoy Cruz al 6700. Orgullosa, Patricia destapa una gran olla de aluminio con capacidad de 25 litros en la que descansa el pollo a la cacerola, y cierra el recipiente rápidamente para que que el sabor se concentre. Al mismo tiempo, cerca de la ventana se dan los últimos retoques a la ensalada a la que solo resta agregarle la proteína. Para ello, Eli, en medio de una competencia muda en contra de su compañero José, pela uno tras otro y a toda velocidad los 30 huevos del maple previamente hervidos; los corta y los vuelca sobre la gran batea de ensalada rusa.

El men´´u de la semana incluye pollo a la cacerola y macarrones al pesto

Patricia es una de las 13 mujeres que trabaja como cocinera popular en el centro comunitario y cultural que La Poderosa. Una vez a la semana destina, sin importar si llueve o hay ola de calor, nueve horas corridas de su día a cocinar para quienes más lo necesitan. También se encarga de mantener limpia la cocina y clasificar la mercadería que llega al comedor. Realiza este trabajo desde 2001, pero ahora que sus tres hijos son grandes “y tienen la vida resuelta con sus 24, 25 y 28 años”, tiene más tiempo para acompañar a los vecinos. 

“Mis hijos siempre vieron que a mi me gustaba ayudar al otro, y ahora que ellos ya tienen su vida, yo estoy más tiempo acá”, dice mientras sigue concentrada en la salsa de los macarrones. Las pocas veces que su vista se apartará de las preparaciones será porque alguno de los cocineros realiza una consulta puntual, como la ubicación de algún utensilio. El campo de acción de Patricia es la cocina, “pero si se necesita hacer otra cosa, la hago”, dice tras agregar con un suspiro resignado: “Es así, que se le va a hacer”.

Según detalla la mujer, actualmente preparan cerca de 200 viandas, pero pese a que el número parezca asombroso para quien no está acostumbrado a preparar grandes raciones de comida, para ella el trabajo es más relajado que en época de pandemia. “La época de la pandemia fue muy brava, muy brava acá”, confiesa y acompaña la afirmación con un movimiento de negación de su cabeza. Durante la pandemia, además del incremento de las raciones que debía preparar, Patricia oficiaba de consejera de los niños y adolescentes que se acercaban a retirar la asistencia alimentaria y le contaban lo que le tocaba vivir.

"A mi me criaron así: si se puede ayudar al otro, se lo ayuda. Con valores, sabiendo qué está bien y qué no y uno trata de ayudar y aconsejar en lo que se puede, qué se le va a hacer, es así la cosa", dice. Al lugar, explica, llegan muchos niños y adolescentes desde los asentamientos cercanos que buscan palear la crisis que atraviesan. "Uno les habla... Es muy brava esta zona, la parte de atrás de Beltrán es jodida", dice.

Desde las 8 de la mañana, las cocineras trabajan para preparar 200 viandas

Este miércoles se presentó el proyecto de ley que tiene como objetivo que las cocineras de comedores comunitarios sean reconocidas como trabajadoras y tengan un salario formal con aportes jubilatorios, vacaciones pagas, medio aguinaldo y ART. 

“Entre la bolsa con alimentos que llega desde el Estado al comedor hasta que los vecinos se llevan la vianda con los alimentos cocidos hay todo un proceso que alguien realiza”, explica Cecilia Monte, referente de Comunicación de la Asamblea de La Poderosa en el barrio Las dalias. “Ese proceso está a cargo de las cocineras comunitarias que están invisibilizadas por el estado y son fundamentales en la cadena de producción”, cuenta la joven mientras explica que en el "Ramona Medina" el 80% de las personas encargadas de la cocina son mujeres y disidencias que cuentan la labor que realizan en el lugar como un tercer trabajo. 

De acuerdo a la explicación de Cecilia, el primer trabajo de las personas que realizan tareas solidarias es el doméstico, la segunda actividad laboral es la remunerada que cada integrante del comedor realiza para solventarse y por último, se encuentra el trabajo que realiza en el comedor "que muchas veces tiene la misma carga horaria que un trabajo registrado", dice.

Cecilia es referente de Comunicación de la Asamblea de La Poderosa en el barrio Las dalias.

Según el informe cualitativo de pobreza que realizaron en conjunto La Poderosa y Unicef Argentina, las cocineras son quienes "ocupan espacios en ámbitos comunitarios de trabajo y son reconocidas por otras personas como referentes", pero "son invisibles para el Estado".

"Esto es un laburo que se hace tiene casi 30 años, es un laburo muy grande y está completamente invisibilizado", lamenta Cecilia. "Por ejemplo, acá recibimos cada 45 ó 60 días mercadería de Desarrollo Social para armar las viandas y recibimos donaciones también. Acá tenemos esta olla una vez por semana y el merendero tres veces por semana. En la olla se sirven 200 raciones y en el merendero el número varía, pero por semana servimos entre 40 y 90 raciones. Hay todo un engranaje y lo que pedimos es que a esas personas se las reconozca con un sueldo y tengan los derechos de cualquier trabajador", explica.

En el predio hay una huerta abierta a la comunidad

No solo es mayoría el número de mujeres que trabaja en el comedor. También es mayoritariamente femenina la población que llega en busca de asistencia alimentaria. "La mayoría de los vecinos que vienen a pedir ayuda lamentablemente son mujeres solas con entre tres y cinco infancias a su cargo", detalla Cecilia, al tiempo que aclara que no todas las personas que llegan al comedor necesariamente se encuentran desempleados. "Hay gente que tiene su trabajo, pero lo que gana no le alcanza para cubrir algo tan elemental como la alimentación y, es triste pero pasa, vienen a pedir asistencia", relata.

Tanto para Cecilia como para quienes trabajan en La Poderosa es importante sentar las bases del trabajo cooperativo. Por eso, cuentan con dos proyectos de venta de productos manufacturados: uno de realización de panificados y otro de pastas. "También tenemos nodos de educación y conectividad que en la pandemia fue re importante para los chicos del barrio y un frente de género y deportes", dice, y advierte que "lo ideal sería que este tipo de espacios no sea necesario y que cada familia pueda acceder a todos sus derechos básicos". Patricia por su parte lo resume con una frase que repite durante toda la tarde: "La vamos luchando, qué va a hacer"