Leonardo Pontoriero: “Aprendimos a naturalizar muchas cosas que son alarmas”

Las variaciones económicas y el trajín diario generan incertidumbre, frustración y angustias. El aparato psíquico lo sufre y el cuerpo lo alerta. Nuestra tendencia a naturalizar los síntomas.

La primera y más común de las señales se manifiesta en el sueño.

11 de Mayo de 2023 08:18

Disparadas del dólar, índices de inflación, aumento en los alimentos básicos y en los servicios, todo esto ha sido protagonista en nuestras vidas durante las últimas semanas. Una situación con una coyuntura compleja a nivel social que genera una gran incertidumbre, frustraciones y desilusiones en muchas y muchos de nosotros. Estos síntomas de hoy nos rodean, pero también generan la activación de ciertos mecanismos de defensas en el cuerpo, porque ante cualquier tipo de situación dolorosa nuestro aparato psíquico se defiende y busca instancias o mecanismos para intentar aliviar el dolor de ese malestar.

El psicólogo Leonardo Pontoriero (MP 46354) asegura que “esos mecanismos son diversos, no obstante, hay algunos que son muy arcaicos y estos son los que generan mayor estado de tensión, lo que se llama hoy estrés, angustia. Esta expresión que muchas veces se manifiesta simplemente con el estado de malestar, con la sensación de malestar, y, por otro, lado también se manifiesta físicamente con ciertos síntomas como los que se denominan hoy ataques de pánico o estados de ansiedad aguda”. Y agrega: “Esos estados, que son sintomáticos porque de alguna manera toman una parte del cuerpo, o se manifiestan en una parte del cuerpo, generan como una gran sensación de malestar que, muchas veces frente al desconocimiento, terminan con el paciente en una guardia de un hospital, o tomando ansiolíticos de manera inadecuada o haciendo un tratamiento que genere una forma sana de poder elaborar la angustia y la zozobra que nos genera estos tiempos”.

-Entonces hay una conexión entre el malestar social y el malestar personal en relación a la frustración y a la incertidumbre…

-Claro, el cuerpo va dando señales y la angustia es una señal. El malestar es una señal en sí misma, entonces uno muchas veces naturaliza la angustia, naturaliza el malestar y sigue adelante. Lógicamente, cuando uno naturaliza esas cosas, el sistema se va a ocupar de hacer mucho más claro el mensaje generando un tipo de indicador de síntomas más agudos. Muchas veces el dolor de ciertos estados emocionales genera sensaciones de falta de aire, dolores profundos en el pecho, estados de mareos, sensación de vértigo, problemas en la presión arterial, estomacales y hay un montón más de síntomas físicos que tienen que ver directamente con un cuadro de estrés o con un cuadro de angustia aguda que, justamente, no se instala en uno cuando ya pasaron de largo las señales.

Aprendimos a naturaliza muchas cosas que son alarmas.

Hoy en día, la primera y más común de las señales se manifiesta en el sueño. O cuesta dormir, o se despierta muchas veces durante la noche o se duerme muy poco. “Eso también se ha naturalizado, así como la pérdida de deseo en términos cotidianos. Es como que aprendimos a naturalizar muchas cosas que son alarmas, que son señales que nos deberían poner a pensar qué nos pasa y también a tratar de elaborar con otro el contexto, por ejemplo, de una psicoterapia y ver cómo se puede resolver, qué decisiones tenemos que tomar. Muchas veces la cuestión pasa por tomar decisiones y eso es lo que más cuesta”, destaca Pontoriero y completa: “Dentro de lo que es la perturbación en el dormir está el insomnio, pero es solo una de las formas. También hay otras como no poder dormir de corrido, despertarse muchas veces a la noche, no poder sostener un sueño durante un tiempo determinado y también hay ciertos síntomas que se dan cuando la gente duerme mucho más de lo que debería. Ese es un síntoma que tiene que ver, de alguna manera, con una necesidad de abstraerse del mundo, una necesidad de no cruzarte con la realidad, así como la de desgano al despertar. Todas estas cuestiones tienen que ver con, justamente, una realidad social y una realidad personal que hacen que se activen los mecanismos de defensas y por eso es tan importante, cuando uno está empezando a sentir estas cosas, tramitarlas en un contexto terapéutico”.

Entonces, uno se acostumbra al malestar y eso es lo que promueve, coincidentemente, un malestar mayor, aún cuando uno crea que lo tiene controlado y sienta que pueda seguir adelante. El psicólogo agrega: “Hay ciertas angustias que son naturales, inherentes a lo humano, y todos tenemos que trasladar ese malestar en nuestra vida. Pero hay veces que la angustia se manifiesta desde un lugar distinto y provocando otro tipo de dolor, que nos pone sobre la señal de que algo no anda bien. Ahí es donde tenemos que empezar a interrogarnos sobre qué nos pasa y, si no lo podemos hacer, generar un espacio donde esta pregunta empiece a tener sentido y a partir de ahí, empezamos a entender mínimamente qué es lo que nos está pasando en relación a nuestra vida, a nuestras decisiones, a nuestro modo de vivir, a nuestro modo de decidir, que muchas veces es donde se genera el cambio.

-¿Hoy somos más sensibles o más vulnerables o cómo lo explican ustedes?

-Todo lo que hace al campo de lo humano se ha puesto más vulnerable en función de nuestra realidad, por eso es tan importante que, cuando estamos en un proceso de crisis social o de cambios, hay que tener más en cuenta estas cosas que cuando está todo bien. Siempre uno tiene compromisos y los compromisos generan ciertos desvelos, pero cuando uno está en una situación de incertidumbre el problema es que uno siente que quizás no llegue, no pueda o que quizás tenga que hacer cambios estructurales a nivel familiar que uno no tenía en cuenta. Esto es lo que genera mayor tensión, la ansiedad o esa sensación de que no sé qué va a ocurrir y todo da cuenta de que va andar todo peor y eso es lo que genera muchas veces estos estados de angustia tan feos.

Hay una conexión entre el malestar social y el malestar personal en relación a la frustración y a la incertidumbre.

-La automedicación viene como un problema adicional y genera una mayor complejidad al estado de situación…

-Es, por lo general, lo que hacemos. Ponerles parches a las cuestiones y seguir adelante. Porque también vivimos una realidad donde uno no puede detenerse mucho, porque detenerse implica un costo que, a lo mejor, uno no está dispuesto a pagar o no puede pagarlo. De ahí viene casi todo, no estamos pudiendo parar y esto genera estrés y asociado al estrés el estilo de vida, las formas de vida, las formas de alimentación, del poco tiempo que le dedicamos al “nosotros mismos” y el poco tiempo que le dedicamos a los amigos, a los encuentros, a los intercambios. Después de haber atravesado una situación de aislamiento de mucho tiempo, donde vimos el valor de lo que es estar al lado de otro, de juntarse y divertirse, de pasarla bien con la familia, y ahora que podemos volvemos a escuchar a muchos decir que “no tienen tiempo de nada”.

Los tiempos de hoy no ayudan. Corremos y nos corren. Lo importante se difumina en lo del día y no nos dejan recuperarlo. “Lo importante es hacerse el tiempo y, si no puedo, debemos hacernos la pregunta sobre qué me pasa que no estoy pudiendo tomarme unas horas para algo que me gusta o para el encuentro con el otro, la otra, o para poder hacer una actividad sana, que son todas las cosas que nos llevan a una vida poco saludable”, sostiene Pontoriero con la intención de llamarnos a la reflexión sobre cómo nos hemos acostumbrado a vivir con cierto malestar y naturalizando los “parches” que nos imponemos para no salirnos del sistema.