Las canciones tienen movimiento

Salomar presentará su disco La perla, este sábado, en el Teatro Diagonal. Una superproducción que busca cambiar su carrera para siempre.

La perla. "Aceptar este disco tiene que ver con armar una carrera verdaderamente profesional".

19 de Diciembre de 2014 08:45

Hace cinco años. El loco de la bici era en ese entonces su propio sello discográfico. Él grababa la música, armaba el packagin, diseñaba las tapas, organizaba los conciertos, salía a pegar carteles, movía los instrumentos, coordinaba los ensayos, imprimía las entradas y si era necesario operar a alguien de apendicitis en la mitad del show, agarraba el bisturí y hacía lo mejor que podía.

Pero la cosa cambió. Se transformó.

Con el empuje de ese esfuerzo su música llegó a oídos de un equipo que decidió invertir fuerte: contrató al productor Oscar chino Asencio –Marcela Morello, Mark Anthony, premios Grammy–, al bajista Guillermo Vadalá, a los vientos del Indio Solari y demás estrellas para revisar sus tres discos, La perla 1, 2 y 3, y hacer uno solo: La perla. La edición definitiva. Y eso hicieron.

La perla, desde el segundo uno, es un álbum mainstream. Todo suena perfecto, todo está pensado, todo tiene un porqué. Se escucha el trabajo y las discusiones estéticas. Las doce canciones seleccionadas son las canciones pop con más proyección comercial, arregladas con maestría, porque si bien es cierto que hubo un cambio, la identidad se mantuvo intacta. Lo que suena es Salomar. Y es lo único que importa a fin de cuentas.

- ¿Qué quedó de El loco de la bici?

- Todo. La diferencia es que aprendés que no todo es absoluto.

Cuando Salomar habla sobre su obra te mira a los ojos. No tiene un discurso prefabricado, ni tiene ínfulas de artista que atraviesa el infinito creativo. Por el contrario. “Lo primero que hice cuando me dijeron que iba a grabar con ese equipo fue clavar estacas para sostenerme en el piso. Tenía que tener el suelo en los pies. Si vos te fijás, el disco está cantado con un perfil muy tranquilo, que hasta fue cuestionado en las primeras instancias. La misma gente que en ese momento me dijo que la voz estaba muy limpia, muy pura, hoy me dice que está buenísimo. Esto fue cantar el disco de mi vida, liberarme”.

- ¿Por qué aceptaste la propuesta de rearmar tu obra?

- Fue una iniciativa mía. Me la autoacepté. Soy afín a la línea en la que uno siempre quiere que salgan cosas nuevas, pero no iba a pasar nada nuevo si no cerraba un ciclo. Y con la obra, después de haber pasado un año entero analizando el cómo, necesitaba algo más que grabar en mi casa. Apareció un productor, el dinero necesario y las ideas. A partir de ahí, cuando visualizás la punta del ovillo y tirás y ves que hay muchísimo, sucede todo el resto. Aceptar este nuevo disco tiene que ver con armar una carrera verdaderamente profesional.

- ¿Por qué no un disco nuevo?

- Si hubiese sido por gusto estaría grabando un disco completamente nuevo, pero creo que el resto del país merecía escuchar estas canciones reacondicionadas. La carrera que hice, la hice solo. Y me empecé a asustar un poco con aquellos que viven y mueren en el mismo lugar. Cosas que se quedaron, que nunca explotaron, que nunca salieron. El desafío fue dejar que otro seleccione las canciones, confiando que yo también necesitaba un ojo que filtrara lo que tengo para dar.

- ¿Qué aprendiste en el proceso de regrabar y desmenuzar tus propias canciones?

- Aprendí que bajo la mirada de uno todo está bastante limitado. Al menos en el arte. A veces entro en esa cuestión. Entiendo que mi obra siempre fue una obra a completar, primero por el público y ahora me doy cuenta del peso que tiene un productor. Entonces siempre fue una obra a completar, desmenuzar las canciones fue tirarme a la pileta con una persona que yo vibraba. Desde el primer momento creí que esto es lo que tenía que hacer. Es una movida muy grande, de mucho dinero y mucho esfuerzo. Lo que más me quedó fue eso: haber aceptado abrir el juego a ciegas para dar algo más profundo que lo que había dado. Y también estaba el desafío de saber si podía cantar con la misma emotividad que lo había hecho en las tres perlas.

- La obra fue pensada con un horizonte más comercial, es claro. ¿Qué es lo bueno y qué es lo malo de este nuevo horizonte?

- Lo bueno es dejar de concebir el arte como una expresión natural y cósmica de lo que me pasa. A ver, tengo un hijo y una familia. Tengo que darle un curso a mi obra, sin vender mi identidad, para hacer un equilibrio y tener un elemento más de empresario. De todos modos, mi interés no va por la fama ni por el dinero en sí. Mi sueño no es ser famoso, es ser masivo. Y para ser masivo tenés que tirarte por un tubo en el cual vas a ir perdiendo un montón de cosas y vas a ir ganando un montón de otras, por ejemplo experiencia. Lo bueno, también, es haber dejado de lado ese hippismo.

- ¿Y lo malo?

- Lo malo, o lo negativo, o lo no tan fácil, es lo que puede estar llegando todo el tiempo a partir de ahora. Ahora tengo tres personas que invirtieron en mi carrera y que están esperando resultados. Al abrir uno siempre tiene que negociar. Son todos puentes para. El problema es cuando resignás más de lo que te conviene. La perla es un disco para ubicarlo en el mainstream. Es así.

- Se entiende la búsqueda. Y es sano el cambio si se tiene en cuenta que el objetivo era exactamente el que vos perseguías...

- Además, las tres perlas primitivas son un trabajo que queda, que está, el que quiere revisar las bases las va a encontrar. Para la industria este es mi primer disco y todo eso, pero internamente mi camino es el camino que hice y que estoy haciendo. Las primeras perlas son los demos, lo más root.

El booklet de La perla tiene ilustraciones de Mereces Calo Stapich, las letras de cada canción y los acordes para tocarlas en la guitarra. Salomar, él mismo lo dice, se dio muchos gustos en la nueva edición. “Yo no soy un virtuoso y todos los días aprendo algo nuevo. Para pasarle lo acordes al librito tuve que llamar a un amigo para que me dijera qué acorde estaba tocando en algunos casos. Soy un tipo sin demasiados recursos técnicos. Y si lo que hago no lo siento como algo sincero lo tiro al tacho. Enseguida lo tiro al tacho. La sinceridad en el arte no tiene nada que ver con hablar de tu vida en términos literales. Me doy cuenta enseguida cuando me voy de lo que es Salomar, me siento incómodo”.

- Estás haciendo canciones nuevas. ¿En qué te cambió todo este proceso desde lo compositivo?

- Al principio me limitó, porque también pasé por una fórmula. Una fórmula liviana. Mi proyecto no es una fórmula, no, no hago canciones para el verano. El productor se encontró con un desafío, debe haber sido uno de los discos que más le costó en su vida. Mis canciones tienen muchas vetas. Ahora, yo, hoy, al momento de componer, gané una forma de escuchar mis canciones. Por ejemplo, el tema Viento tenía tres vueltas en la intro. Y tal vez no era necesario. Me cargué de vestiduras pero simplifiqué el esquema. El gran algoritmo del hit es embellecer los arreglos y simplificar las estructuras.

- ¿Qué le faltaba, en general, a las canciones de La perla? ¿Qué se discutió?

- Síntesis. Faltaba llegar más rápido a los estribillos, por ejemplo. Pero siempre teniendo en cuenta lo que yo sentía, hay estrofas que no se pueden recortar. Fue siempre en consenso. El productor obraba de oficio. Y yo emocionalmente. A la hora de componer, creo, para volver a la pregunta anterior, estoy practicando ese algoritmo con material más crudo. Las canciones nuevas son más profundas, más orientadas a bases rockeras, acordes menores, viscerales. Y tengo más compromiso en las letras, necesito decir las cosas cada vez más precisas. A esta altura ya sé si una estrofa o una intro van a cansar. Pero no me limito a eso.

- ¿Qué es lo que más te cuesta?

- Creo que las letras es lo que más me cuesta. El oficio para las bases ya lo tengo. Si quisiera hacer un calco de lo que ya hice, lo hago. La clave está salirse de la zona de confort. Si no, no hay aspiraciones. En mi caso tuve que rehacer La perla para entender lo que me había pasado y mejorar el proceso.

- ¿Cuántas canciones hiciste desde que terminaste la grabación?

-Debo haber hecho diez o doce. Ya tengo otro disco.

- ¿Para cuándo?

- A fin del año que viene ya me meto a grabarlo. Y voy a apostar fuerte en eso también. Mi música siempre se asoció a la corriente de canciones de Serú, de Charly. El próximo disco va a estar más potenciado todavía. Por ahí va el magma de la cuestión.

Los tres volúmenes de La perla nacieron en las playas del norte. Ahí fue Salomar a escribir y a pensar, hace unos seis años, de vuelta de un viaje por la Patagonia, ya con la decisión tomada de dedicar su vida exclusivamente a la música. En ese mismo lugar, hace pocos meses, se sentó a escuchar el nuevo trabajo.

- ¿Qué sentiste?

- Me puse a llorar. A la mitad me quebré, en el dueto Santa Clara / Viento. En el juego de esas dos letras, por más que tienen tres o cuatro años de diferencia de creación, me di cuenta que el objetivo estaba cumplido. Sentí el vértigo de lo que había hecho. Y a la vez sentí la emoción de haberlo logrado. Estaba en la escollera, otra vez, escuchando una obra que nació en ese mismo lugar y que fue trabajada por cincuenta tipos. No fue un laburo express ni de técnica. Todos nos comprometimos. El master final y la calidad de audio y el tiempo. Sentí total conformidad con lo que había hecho.

- ¿Y ahora que empieza todo el resto cómo te sentís?

- Con muchos cambios a nivel familiar que despegaron un montón de sensaciones y de ciclos. Tengo muy puestas las energías en mi carrera. Vinieron muchas canciones, siento que volví a mi esencia, al punkrock, eso es irrenunciable. Me di cuenta que si no sale por un lado sale por el otro. Esa cosa de patear el tablero, de no poder estar si algo no te gusta y querer deshacerlo. Yo lo comparo con la generala, cuando te salen los seis dados mal, yo cargo y tiro todo de vuelta. Ese desafío siempre me gustó. Eso es parte del ciclo que inicio ahora. Necesito sinceridad, primero conmigo mismo y después con el resto.

- ¿Las nuevas canciones de qué hablan?

- Hablan de un huracán, por ejemplo. Volví a conectar con una energía que no había vuelto a conectar. La armonía y el equilibro parten de la sinceridad con uno mismo. Tengo que saber qué quiero y a dónde voy, si estoy cómodo o si estoy maquillando una situación. Las canciones nuevas hablan de eso, de regresar a la esencia, de cuántas cosas quedaron en el camino, de no callarme nada, del campo, la cosa de sacarme tanta info de la cabeza. Volví a conectar con eso. Todo eso llevado al folk. No tanto balada, ni abajo. Y hay cosas que me sorprendieron. Creo que tengo un hit y estoy convencido que va a ser el primer tema del próximo disco. Tuve una visualización completa. Hasta sé quién lo puede cantar. Fue una tanda de emociones muy fuertes la que me vino en el último tiempo.

- ¿Por qué un huracán?

- Elegí volver a vivir un huracán, como cuando tenía quince años, que vivía al re taco pero inteligentemente. Uno va creciendo y a los treinta años encontré que me permito estar al taco. Ya no me duermo antes de las tres de la mañana. Necesitaba volver a estas sensaciones, porque sentía que había cosas que me estaban oprimiendo. Y eso de alguna forma termina saliendo, y empieza la culpa y todo eso. En la naturaleza hay algo que te obliga a hacer lo que el instinto te dice. Usando la cabeza, claro. Y las canciones nuevas tienen que ver con eso. Van con mucha fuerza y mucho color.

- Hablás mucho de la sinceridad...

- Las nuevas canciones se fueron al límite. Me despierto y salen las canciones. En un momento hasta se me hizo vicio esa escuela de componer. Te digo, borré muchas canciones que no salieron de la primera, con ese impulso. Te voy a mostrar algo de lo nuevo.

Salomar va a buscar una guitarra. Canta una canción que habla de vivir los días y hasta se anima a soltar algunos versos sobre la fe. Mientras escucho pienso en su carrera y en el salto que está dando. El loco de la bici y la edición definitiva de La perla. Salomar es el ejemplo de un artista que tiene fe. En sí mismo. Algo de eso también es el arte.

Temas