Mitos y verdades sobre los Reyes Magos

Se dice que eran reyes, que uno era negro y que llegaron a Jesús guiados por una estrella. Pero también se dice que eran astrólogos que se ganaban la vida vendiendo predicciones. Versiones de la historia.

Detalle de friso de mosaicos de la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena.

6 de Enero de 2015 10:55

Sucedió en el año cero. Tal vez esa sea la única certeza en este lejano y confuso episodio. Los Reyes Magos, de acuerdo con la versión más difundida en occidente, fueron tres, llegaron a Jerusalén guiados por una estrella, con ofrendas de oro, mirra e incienso para adorar al recién nacido niño Jesús. Esa historia, exacta, fue divulgada por primera vez por el Papa San León I el Magno, en el siglo V. Sin embargo, la biblia ofrece otra versión: Mateo en el capítulo 2 de su evangelio sólo hace mención a unos magos que iban a adorar a Jesús, no dice cuántos eran, ni da sus nombres y ni siquiera confirma que eran reyes. Sí dice que despertaron la ira de el Rey Herodes y que por su culpa ordenó matar a todos los niños de Belén menores de dos años.

La situación política en Jerusalén era delicada. El rey Herodes I, El grande, influenciado por las profecías de Miqueas, que anunciaban el nacimiento del rey de los judíos, comenzó un operativo para encontrar a Jesús con la intención de darle muerte. En medio de esta controversia aparecieron los magos en el palacio real. Herodes los recibió amablemente, les pidió que le avisaran cuando lo encontraran porque él también quería ir a adorarlo. El punto es que los magos lo encontraron, lo adoraron y siguieron camino sin atender el pedido del rey. La reacción de Herodes, enardecido por la traición, fue decretar la matanza que hoy se conoce como el Día de los santos inocentes. Jesús se salvó de la espada real porque su padre, el carpintero José, se enteró de la situación y en silencio escapó con su familia a Egipto.

Esta versión, que parece la más ajustada a la realidad, fue escrita en el 70 d.c, en arameo. El texto original no se conservó, pero sí su traducción al griego, que en aquella época era el idioma más utilizado en las costas del Mediterráneo. La traducción pudo haber sido falseada, no sería la primera vez, pero es una de las principales fuentes que permiten rearmar el capítulo de los Reyes Magos sin tintes religiosos.

Ahora los detalles. La palabra mago deriva de magusàioi, así se llamaba a los que practicaban adivinación y astrología, integrantes de Magû, seguidores de Zaratustra, que congregaba las prácticas mágicas del mundo persa. Los magusàioi peregrinaban a lo largo de la región sirio-mesopotámica vendiendo predicciones y alertando a la población de catástrofes naturales y demonios vengativos.

Todas las versiones están de acuerdo con que los magos llevaban mirra, incienso y oro. Y es muy lógico, porque Belén estaba de paso en la denominada Ruta del incienso, una serie de caminos comerciales que se extendían por todo Medio Oriente, desde la India hasta el Mediterráneo, allí se compraban y se vendían mercancías, especialmente incienso y mirra, que eran muy utilizadas para celebraciones religiosas, por ejemplo funerales, donde los cuerpos entraban en estado de descomposición, y para quitar los olores nauseabundos que despedían las calles. No hay que olvidar que en aquel momento, entre otras falencias obvias, no existía ninguna red de cloacas. El oro representaba a la divina majestad: se sospecha que los magos exhibieron piezas de oro para ostentar algún título real.

Los dimes y diretes sobre la visita de los magos al pesebre de Jesús se extendieron hasta el siglo XIV, cuando el monje carmelita Juan de Hildesheim escribió la historia completa, con todos los datos que circulaban en aquel entonces, previamente aceptados por la iglesia católica. El resultado es un libro de treinta y cuatro capítulos donde por primera vez se certifica que los magos eran tres. Siglos después se comprobó que se eligió ese número para hacerlos coincidir con las ofrendas que llevaban. Incluso hay versiones que aseguran que los magos eran dos, cuatro, seis, ocho y hasta doce. El libro también oficializó sus nombres, Melchor, Gaspar y Baltasar, que fueron tomados de un friso de mosaicos de la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia), realizado en el siglo VI. La imagen muestra una procesión de mujeres liderada por tres personajes vestidos como persas ofreciendo reliquias a la Virgen; ella está sentada en un trono con el niño en su rodilla izquierda. Encima de las cabezas de los persas se pueden leer los tres nombres. Así se eliminaron los que utilizaban los griegos (Appellicon, Amerín y Damascón), los hebreos (Magalath, Galgalath y Serakín) y los sirios (Larvandad, Hormisdas y Gushnasaph). Sólo quedaron los que impuso la tradición católica.

Otro dato que incorporó definitivamente el monje fue el color de piel de Baltasar, basándose en los textos del inglés Beda el Venerable, que datan de principios del siglo VIII. Lo curioso es que nadie lo representó con la piel oscura hasta el siglo XIV. También les asignó un origen y los definió como integrantes de la realeza.

Históricamente, en Europa, el 6 de enero se celebraba la epifanía, para los cristianos es el momento en que Jesús se da a conocer como hombre: su entrada en el mundo. Con el tiempo, esta celebración se fue mezclando con el recuerdo de la visita de los Reyes Magos. En distintos países los fieles se acercaban a rezar a las iglesias, en especial en Colonia, Alemania, donde supuestamente se encuentran los restos de los magos, dentro de una urna metálica, sobre el altar mayor. Esta devoción tomó fuerza en la Edad Media, en parte por la importancia que le había dado la iglesia y en parte porque durante las Cruzadas eran comunes las expediciones en busca de estas reliquias.

España fue el primer país en hacer regalos la noche del 5 de enero. Influenciados por  la tradición inglesa de desarmar el árbol de navidad el 6 de enero, los españoles, cerca del siglo XVI, le agregaron una ceremonia breve donde se le regalaban dulces a los niños. El mercado vio con muy buenos ojos esa costumbre y comenzó a publicitarlo en las vidrieras de las tiendas hasta instalarlo como fecha festiva. También desde Inglaterra llegó la costumbre de la rosca de reyes: el 6 de enero se cocinaba un pastel con una haba o una moneda de plata adentro, al que le tocaba debía hacerse cargo de organizar los festejos en la casa. Lo del pastel fue cambiando hasta convertirse en una rosca decorada con azúcar, frutas y en algunos casos un huevo. La intención era imitar la forma de una corona real.

Los españoles trajeron la costumbre a América Latina y El caribe, con el tiempo cada país fue adaptando la fiesta a sus propias costumbres: Perú, Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Venezuela la incorporaron de formas distintas, siempre sobre la bases que empujó la escuela católica. En tiempos de la colonización era el día libre de los esclavos, en Cuba y Puerto Rico se organizaban fiestas en la calle al ritmo de los tambores.

Pasaron más de dos mil años, es entendible que la historia de los Reyes Magos se haya dibujado y desdibujado. De traicionar a un rey sediento de poder hasta lo que es hoy: un día para dejarle regalos a los niños arriba de un par de zapatos.