Proyectarán los films El limonero real y El rostro, de Gustavo Fontán

Los dos últimos trabajos del reconocido director se presentarán este viernes en la sala Roberto J. Payró del Teatro Auditorium.

A las 16 proyectarán El rostro.

30 de Septiembre de 2016 11:49

Por Redacción 0223

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Los dos últimos films del director Gustavo Fontán serán exhibidos este viernes 30 de septiembre en la sala Roberto J. Payró del Teatro Auditorium: a las 16.30  se proyectará “El rostro” (2013), ganadora del premio al mejor director del BAFICI 2014, protagonizada por Gustavo Hennekens, María Del Huerto Ghiggi, Héctor Maldonado y Pedro Gabas.

El film narra la historia de un hombre que  llega en bote a una isla sobre el río Paraná. Se dirige a un sitio donde hubo una casa o tal vez un caserío, y ya no hay nada. Su presencia permite que se corporicen las cosas en el lugar abandonado: ranchos y mesas, animales y canoas. Construye así un espacio para el reencuentro con su mujer, su padre, los amigos, los niños. Es el reencuentro del hombre con sus seres queridos, con sus muertos y sus pájaros, con la música del río y con su dolor.

A las 18.00 y 20.00 se proyectará “El limonero real”, producción de 2016, protagonizada por Germán de Silva, Patricia Sánchez, Rosendo Ruiz, Eva Bianco y Gastón Ceballos. Basada en la novela homónima de Juan José Saer.

Una familia de pobladores del río Paraná se dispone a compartir el último día del año. Son tres hermanas, con sus maridos e hijos, que viven en tres ranchos, a la orilla del río, separados por espinillos, algarrobos y sauces. Aunque Wenceslao intenta convencerla, su mujer se niega a asistir a casa de su hermana para participar del  festejo. Dice que está de luto:  su único hijo, murió hace seis años. También sus hermanas y sus sobrinas se desplazan para convencerla. Pero Ella sigue firme en su negativa: está de luto. El río omnipresente, las variaciones de la luz, el baile festivo, el sacrificio del cordero y la comida, el vino y los cuerpos, todo es atravesado, desde la percepción de Wenceslao, por las dos ausencias: la de su mujer y la de su hijo muerto, cuya figura emerge cada tanto, otorgándole al relato una densidad creciente.

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